Otra idea de Europa: Acerca de un libro de Romano Prodi
Por Carlos Almira , 20 junio, 2015
En un libro de 1999 titulado “Una idea de Europa”, quien fuera presidente de la República de Italia y Comisario europeo, el señor Romano Prodi, expone y desarrolla un programa de lo que, a su juicio, debería ser la integración y la ampliación de la Unión Europea, a partir del Mercado Único y la moneda común: el euro. Con un lenguaje y un estilo propios del ensayo sociológico, el texto contiene, sin embargo, todos los ingredientes del panfleto político, y adolece de falta de rigor científico y de equilibrio expositivo.
Una idea de Europa, de Romano Prodi.
El autor asume como axiomas los siguientes puntos, acerca de lo que ha de ser, según él, en los años venideros la Unión Europea:
1. La UE no podrá limitarse a ser una organización interestatal, similar a otras organizaciones internacionales (como la ONU), sino que habrá de superar esta fase a costa de la progresiva renuncia o pérdida por parte de sus Estados miembros, de parcelas crecientes de su soberanía.
2. La integración económica e institucional de la UE sólo podrá alcanzarse mediante las recetas neoliberales, ortodoxas: la estabilidad macroeconómica y la liberalización del mercado (mercado único), en el contexto de la economía globalizada desarrollado desde los años 1980.
3. La cohesión social aportada por el llamado Estado del bienestar en los países de Europa occidental tras la Segunda Guerra Mundial, habrá de ser substituida por una política de ajustes y reducción del gasto público (especialmente, social), en pro de la competitividad, en el seno de los Estados miembros, bajo la supervisión estrecha de las instituciones comunitarias (especialmente, Comisión y Banco Central Europeo).
4. El fin de la Guerra Fría y el desmoronamiento del bloque soviético debe traducirse en un nuevo orden internacional unipolar, con un único centro directivo, euroamericano. En este nuevo marco internacional, la UE, inseparable de la OTAN y de los objetivos de la política de los EE.UU., debe jugar un creciente papel, ya anticipado por las intervenciones militares en Yugoslavia y en Albania. Un destino natural de la UE será integrar a los antiguos países de Europa del Este, e incluso a ex repúblicas de la URSS como Ucrania y los Países Bálticos, también en el marco de la OTAN. Otra área de expansión natural de la influencia, intervención e inversiones de la UE será el Mediterráneo (problemas de estabilidad política e inmigración a Europa).
Acerca de todo esto, cabe naturalmente hacer muchas objeciones y matizaciones. Se me ocurren, entre las más necesarias, las siguientes:
1. Para el señor Romano Prodi la UE es un modelo de organización democrática, por el carácter liberal de sus instituciones. Asimismo, la única idea (expresión) posible de Europa sería la expresada en su visión de la Unión Europea. Sin embargo, liberalismo político y democracia son antitéticos en muchos aspectos (por ejemplo, las instituciones liberales se centran en poner al servicio de los grupos e intereses privados, no necesariamente democráticos, las instituciones y el Estado; de ahí que el liberalismo no haya sido incompatible históricamente con el establecimiento de Dictaduras no totalitarias. Por el contrario, la democracia no existe sin una cultura y una práctica común de participación en lo público de los individuos; la UE es, pues, una organización liberal pero no democrática, como prueba claramente el papel cuasi decorativo de su única institución representativa, el Parlamento Europeo, que carece de poder legislativo y de capacidad de iniciativa; o el carácter no electivo-representativo de sus instituciones con poder de iniciativa y decisión/ejecución real).
2. En segundo lugar: si el Estado soberano es el único espacio político donde, hasta la fecha, han podido desarrollarse algunos elementos democráticos (división de poderes limitada e imperfecta, poder de representación, tímidos mecanismos de participación popular, etcétera), la transferencia (sustracción) de su soberanía hacia la UE no puede hacerse sino a costa también de la democracia. Y a la inversa: la democratización de los Estados miembros no puede sino constituir una amenaza para la UE.
3. En tercer lugar: la globalización económica no ha sido una fatalidad histórica sino una opción asumida y fomentada por sus ventajas, por los centros del poder económico y político mundiales, tras la crisis de los años 1970. Por lo tanto, otras opciones han sido y siguen siendo, posibles. La liberalización económica preconizada en este contexto consiste en trasvasar todos los inconvenientes de la competitividad a los trabajadores. Al permitir y favorecer la movilidad (deslocalización permanente) del capital, los gobiernos y los trabajadores deben competir entre sí permanentemente, ofreciendo salarios cada vez más bajos y peores condiciones laborales a los inversores, para que estos no se vayan a otros países y regiones. Los empresarios devienen así, en el imaginario colectivo, en los grandes “dadores de vida” y fecundadores de riqueza, a semejanza de los dioses y los grandes reyes de la Antigüedad, que garantizaban las cosechas, la fortuna, la salud, etcétera, de sus pueblos.
4. Por último: el único obstáculo ante estos designios neoliberales que puede articularse, consistente en invertir la situación (por ejemplo, obstaculizando la libre movilidad del capital para favorecer el poder de oferta de los trabajadores y, en general los derechos y el bienestar de los ciudadanos), sólo es posible en el espacio político de los Estados, mediante su democratización progresiva. De ahí que, como reconoce el propio señor Romano Prodi, sea urgente no sólo aligerar, sino debilitar a estos Estados a favor de las instituciones liberales de la UE.
La alternativa a los Estados, y a la fórmula misma del Estado Moderno que éstos representan históricamente, es el Imperio Euro-atlántico encarnado por una creciente simbiosis UE/EE.UU., que hará frente a los otros dos grandes centros de poder mundial: Rusia y China, junto a los llamados países emergentes. En ocasiones, el lenguaje político y económico adquiere casi tintes y resonancias bélicas en este librito siniestro, como cuando (recuérdese la fecha de publicación, 1999) dice:
“Desde el punto de vista estratégico aparece sin embargo el papel de un país muy olvidado hasta ahora, y que ha de ser la clave de las relaciones entre Occidente y Rusia. Hablo de Ucrania, donde se habrá de medir la voluntad de colaboración o de enfrentamiento entre la OTAN y Rusia”.
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