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Otra vez Trump

Por José Luis Muñoz , 10 noviembre, 2024

No me precio de ser adivino, pero la victoria de Trump estaba cantada de antemano a pesar de que las encuestas, que de nuevo se equivocaron, dieran empate técnico entre los contendientes en vísperas de las votaciones. Trump, aunque les pese a los neoyorquinos y al mundo de Hollywood, es el genuino representante de esa América palurda que está devorando a la crítica e intelectual. El tipo del tupé dorado y las detestables Torres Trump de NY, un multimillonario marrullero curtido en los programas telebasura yanquis, es uno de los suyos para sus votantes porque habla tan mal como ellos, tiene su misma escasa cultura, alardea de su ignorancia, es maleducado y agresivo y les traslada un ideario simple para el que no hay que tener muchas neuronas en funcionamiento: America First. Y eso ha calado en una población que no se beneficia de las cifras macro de su boyante economía, que pierde trabajo, que le cuesta llegar a final de mes, que tiene que vivir en una caravana y que confía en Dios y en su revólver. Ni sus condenas, ni los juicios que tiene pendientes, ni su conducta sexual en una sociedad puritana—el día de la victoria Adolfo Franco, asesor cubano de su campaña, parafraseó a Billy Wilder al decir que nadie es perfecto— le han pasado factura política. En su última etapa, tras los dos atentados fallidos, Trump se ha presentado como el elegido para salvar América. Trump machista ha recibido el voto de millones de mujeres; Trump licencioso que se acostó con una actriz porno a la que intento acallar ha sido votado por millones de evangelistas; Trump anti-migración ha sido votado por millones de latinos; Trump multimillonario ha sido votado por millones de desfavorecidos.

¿Por qué ha perdido Kamala Harris? ¿Por qué ni siquiera ha recogido los votos que tuvo Joe Biden? En primer lugar, porque el partido demócrata mantuvo hasta el último momento al candidato inepto sabiendo que no estaba en condiciones físicas ni mentales para ostentar la máxima jefatura y la campaña de Kamala ha sido muy corta, apenas cuatro meses, cuando Trump llevaba en campaña cuatro años. A Kamala Harris ni siquiera le han votado masivamente las mujeres, porque muchas de ellas han preferido confiar en un machista recalcitrante que alardea de ello, ni hombres que ven peligrar su masculinidad y están hartos de las políticas de género. A Kamala tampoco le han votado los latinos que han votado al del tupé que promete echarlos a todos los que no tengan los papeles en regla. Y a Kamala no le han votado muchísimos jóvenes que se han quedado en su casa porque la vicepresidenta de Joe Biden no ha hecho ni el más mínimo gesto para detener el genocidio israelí en Gaza, Cisjordania y Líbano.

Todos los nacionalistas y populistas se envuelven en su bandera, la hacen suya, y eligen un chivo expiatorio contra el que movilizar a los suyos, y si el enemigo no existe, lo inventan. Para los trumpistas son los emigrantes pobres (ladrones, asesinos, violadores según el futuro presidente) a los que hay que expulsar, mientras se completa el muro fronterizo, sin evaluar el coste que esa medida tendrá para la economía norteamericana que los necesita en labores que los WASP consideran denigrantes, porque los emigrantes ricos, como el sudafricano Elon Musk, uno de los artífices de su victoria, son bienvenidos. Los emigrantes en Estados Unidos son los judíos del III Reich o los palestinos de Israel.

La izquierda anda últimamente muy desnortada mientras la derecha gana terreno en todo el mundo. Las redes sociales se han convertido en un gallinero de la desinformación en donde beben las nuevas generaciones que no leen diarios ni ven televisión. Un YouTuber y un influencer tienen mucho más predicamento expandiendo basura que un periodista riguroso, especie que también escasea. Por otra parte, hay un segmento de la población, mayoritariamente masculino, que está harto de las políticas de género, que afectan a un porcentaje minúsculo, y en la que se invierte mucha energía y echa en falta, en cambio, que les solucionen los problemas del día a día, el empleo y la vivienda, por ejemplo. La derecha no solo se ha adaptado mucho mejor a los profundos cambios tecnológicos, sino que los utiliza como arma propagandística eficaz a sus fines vertiendo bulos en las redes que hacen tambalear las democracias.

Trump será mucho más nocivo para los norteamericanos que para el resto del mundo porque se va a centrar en Estados Unidos con políticas anti-migración y antiaborto, la negación del cambio climático, la libre circulación de las armas de fuego sin restricciones y las apuestas por las industrias contaminantes Su América First no solo se va a traducir en una hipotética, e imposible, expulsión de los millones de migrantes ilegales, sino en fuertes aranceles para proteger los productos nacionales y ahí va a tener apoyo incondicional de los suyos. Quién más perjudicado va a salir de su política internacional sin duda va a ser Ucrania y Zelensky a quien considera un pedigüeño. Una de sus promesas electorales es acabar con la guerra allí, y eso conlleva la cesión del territorio ya conquistado a Rusia. En Gaza, seguirá la masacre igual que si hubiera ganado Kamala Harris, pero Netanyahu se siente más cómodo con Trump con quien tiene una estrecha relación. Y Europa tendrá que espabilarse por sí sola porque la América de Trump no va a sacarle las castañas del fuego.

Como reflexión general resulta curioso constatar como algunos países (Argentina con Milei y Estados Unidos con Trump, por ejemplo) eligen a sus peores para que los gobiernen. ¿Masoquismo, desesperación, locura? En las actuales elecciones en Estados Unidos han votado masivamente a Donald Trump sabiendo quién era, lo que dice y lo que va a hacer. Los ciudadanos, con sus votos, se hacen corresponsables de lo que hacen sus dirigentes. Luego vienen las lamentaciones.

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