París bien vale un paseo por la noche
Por Víctor F Correas , 25 agosto, 2015
Es medianoche y Joaquín pasea sólo por una larga y ancha avenida. Moreno, de corta estatura, seco como un sarmiento y cara de no haber conocido afeitado alguno en bastantes días, hace rato que encendió un cigarrillo al que ya sacó un par de profundas caladas. Anda meditabundo, ajeno a la algarabía que le rodea.
Aprecia gritos de júbilo, de alegría imposible de contener, de mujeres que se besan con hombres. Alguna incluso se le acerca y también le besa. Él, sereno, se deja hacer. Las chicas, que están contentas. Y los hombres. Pero éstos no le besan. Mejor para él. Vuelve a dar una calada al cigarrillo que se consume, silencioso, entre los dedos de su mano derecha. Más gritos, más voces de alegría. Se lleva el cigarrillo a la boca y después expulsa el humo mirando a un cielo oscuro y estrellado. Le recuerda al de su tierra extremeña; esa tierra agreste y dura a la que sabe que no volverá en bastante tiempo. Asiente, dolido, mientras lo piensa. Su tierra, su gente, su familia. Si es que están vivos todos. De pronto se detiene alertado por nuevos gritos a su espalda. Son otros soldados que bajan la avenida en un half-track parecido al que le trajo a París. Al fondo, entre sombras, aprecia la inmensa mole del arco que Napoleón levantó para recordar sus glorias. Los soldados bajan los Campos Elíseos cantando. Joaquín sonríe pues reconoce la letra. Se detiene y levanta el puño izquierdo cerrado a los soldados, que le devuelven el saludo con entusiasmo. Van borrachos, sospecha. El vehículo se llamaba España Cañí. Llevaba el nombre pintado en un lateral y sus soldados vestían como él; llevaban cosida la misma bandera que se distingue en su uniforme, una bandera roja, amarilla y violeta. Iban contentos los camaradas, vuelve a asentir dando una nueva calada a su cigarrillo. Seguramente como sus colegas del Ebro, el vehículo con el que entró en París el día anterior para liberarla de los nazis como miembro de la Nueve, la compañía de choque de la II División Blindada del general Leclerc. Aún recuerda las caras de felicidad de hombres, mujeres y niños que los veían pasar. Lloraban, reían, levantaban los brazos para estrechar sus manos con las de los soldados libertadores. Es un héroe. Lo sabe, pero le da igual. Horas después habrá un desfile para conmemorar la hazaña. Dicen que lo abrirá De Gaulle, al que casi no se le ha visto el pelo más que para figurar. A Joaquín eso se la trae al pairo. El gustazo ya se lo está dando. Él solo; disfrutando de la suave noche que se respira en una ciudad que siempre quiso conocer y en la que, por qué no, está dispuesto a comenzar una nueva vida. Dado que no puede regresar a España mientras Franco siga en el poder, París merece la pena. Lo va a intentar. Sonríe y asiente otra vez, pero ahora con una sonrisa en los labios. París. ¡Quién se lo iba a decir a él! La ciudad que hoy, hace setenta y un años, fue liberada por Divisiones Francesas y la Cuarta División de la Infantería Americana.
El veinticinco de agosto también deja las primeras imágenes de Neptuno enviadas por la sonda Voyager 2, que pasó tal que hoy hace veintiséis años a tan sólo cuatro mil ochocientos kilómetros de aquel planeta. Doce años después de su lanzamiento, la sonda captó imágenes nunca vistas del gigante gaseoso y de su gran luna Tritón. Incluso de nuevas lunas desconocidas hasta la fecha y de tres anillos que rodean al planeta. Imagen tras imagen, la Voyager 2 cumplió con su misión antes de alejarse de Neptuno. Después siguió su viaje rumbo a la eterna inmensidad estelar. Por donde debe andar ahora.
Un día que también dio para momentos de éxtasis. El que tuvo Galileo Galilei, que tal que hoy hace cuatrocientos seis años, ufano él, se le ocurrió presentar a las autoridades de la República de Venecia un telescopio de su propia invención. El aparato fue acogido con entusiasmo por los representantes del gobierno veneciano, que pensaron en sus inmensas posibilidades. La iglesia aún no estaba enterada del asunto ni de los estudios de Galileo. No tardaría en hacerlo.
Y batallas. Cerca de Lisboa, Fernando Álvarez de Toledo, tercer Duque de Alba, derrotó hoy hace cuatrocientos treinta y cinco años a las tropas portuguesas de Antonio I de Portugal, prior de Crato. El Duque, satisfecho, miró al cielo y elevó una plegaria de agradecimiento. Quién sabe si la escuchó Felipe II, que gracias a la astucia del de Alba se convirtió en nuevo rey de Portugal. Nacía así la Unión Ibérica, que se prolongó hasta el año 1640.
De los que dejaron este valle de lágrimas hoy, a destacar tres ilustres: David Hume, fundador del positivismo moderno, hace doscientos treinta y nueve años; Truman Capote, que lo hizo hace treinta y uno en Los Ángeles. Antes nos regaló joyas como A sangre fría o Desayuno en Tiffany’s; y Neil Armstrong, hace tres en Columbus, Estados Unidos. Su huella en la luna sigue allí, impresa para toda la eternidad. Salvo que alguien se la borre, claro está.
Feliz martes para todos.
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