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Parole, parole, parole

Por Oscar M. Prieto , 31 enero, 2022

Parole, parole, parole. Sólo palabras entre nosotros. Cantaban Delon y Dalida. Palabras. No sé si les habrá pasado a ustedes lo que en más de una ocasión me ha sucedido a mí, sin heraldo ni estrella que lo anuncie: encontrarse con alguien a quien conocen, a quien incluso tratan con cierta asiduidad y, de pronto, como el rayo de Cortázar, que te sorprende en medio del patio, se dan cuenta de que han olvidado su nombre. A mí me suele ocurrir este extraño fenómeno a la vuelta de Navidad o tras un periodo de ausencia, aunque este no es requisito sine qua non, como tampoco es decisiva la estima en que tenga al individuo en cuestión. Ocurre así: me encuentro con esa persona, me dispongo al saludo y cuando voy a echar mano de su nombre, no está, se me ha ido. Reviso, azorado, todos los bolsillos, como quien pierde unas llaves, mientras, elusivamente, intento salir del paso. Pero nada, no lo tengo, ha desaparecido. Y no me refiero a esas veces en las que, despistado, lo había dejado en otra parte y después recupero. No. Hablo de aquellas en que las que se impone la certeza de que he perdido el nombre para siempre y sólo la casualidad de volver a escucharlo o atreverme a preguntar me lo puede devolver. Pero, claro, qué bochorno, da tanta vergüenza preguntarlo, reconocer que ignoras lo que deberías saber.

Vivimos tiempos en los que está mal visto preguntar, siendo la pregunta la puerta más directa para salir de la ignorancia. Da vergüenza reconocer carencias y así nos va, cada día un poco más ayunos, hasta convencernos de que nada nos falta, máxima evidencia de estulticia y arrogancia.

Me sucede también, con más frecuencia que ese olvido fulminante de algunos nombres propios, desconocer el significado de palabras que se repiten en tertulias, foros y redes sociales. Suelen ser anglicismos, conejos de chistera, que marcan tendencias. Todo el mundo los conoce y me avergüenza preguntar qué significan. No por arrogancia, más bien por una sensación de estar desubicado, de haber quedado atrás, de no ser ya este el mundo al que pertenezco. No he llegado a saber quiénes son los ‘millennials’ y ahora me temo que no conoceré qué es el ‘metaverso’. Podré vivir sin él. Buscaré asilo en ‘metacosmia’, ese espacio entre los distintos universos en los que, según Epicuro, viven los dioses, indiferentes y ajenos.

Salud.

www.oscarmprieto.com

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