Por ellos y por todos nosotros
Por Carlos Carrascoso , 28 mayo, 2016
Hoy es el día que todos estamos esperando desde que Cüneyt Çakir pitó final en el Allianz Arena y nuestros corazones, que echaban humo después latir desbocados entre balones al área alemanes y paradones eslovenos, dieron un suspiro de alivio.
Hoy, damas y caballeros, Madrid, una ciudad cosmopolita de más de tres millones de habitantes, detiene su frenética actividad y se divide en dos. Hoy se juega el partido más importante de nuestras vidas. Hoy el Atlético de Madrid se enfrenta al Real Madrid, eterno rival y Rey de Europa, en la final de la Champions League (20:45 – BeIN Sports/Antena 3). Toda la ciudad centrará sus miradas en Milán, en el histórico San Siro (o Giuseppe Meazza, como ustedes quieran), un templo que ha visto desfilar por su césped a auténticas leyendas del fútbol y que hoy presenciará la segunda vez en la Historia que dos equipos de una misma ciudad se enfrentan en una final de Liga de Campeones.
Los escudos de Real Madrid y Atlético presidiendo la Puerta del Sol de Madrid.
No es ni mucho menos la primera final de esta competición que se disputa en el estadio. La segunda “orejona” del Inter fue aquí, confirmando aquella maldición que Bela Guttman conjuró sobre su ingrato Benfica y que sigue vigente 54 años después. La primera y única del Feyenoord, histórica victoria del working class football -como diría mi admirado Iván Castelló- sobre el mítico Celtic de Johnstone. Y la cuarta del Bayern, aquella de Kahn tratando de aliviar las lágrimas de Cañizares por su doble pérdida. Esta, pase lo que pase, también será histórica.
Si la Champions League fuera un combate de boxeo, el Atleti se la llevaría a los puntos. La taquicárdica vuelta de octavos de final contra el PSV, sublimando el adjetivo “sufridores” en la tanda de Juanfran. La épica remontada al Barcelona, la remontada de nuestro Pétit Prince. La defensa numantina del golazo de Saúl, derroche de coraje y corazón, en Múnich. Hemos sufrido mucho para llegar hasta aquí y no habría mejor celebración posible que escuchar ese canto de “Luis Aragoneeeeeeeeeés, Luis Aragoneeeeeeeeeés” dedicado al cielo de Milán, donde se situará el banquillo desde el que verá El Sabio el partido.
Espectacular tifo en el partido de vuelta de octavos de final.
Hay que ganarla por él y por los otros 10 de Heysel, que saben que con eliminar al Bayern no es suficiente, que lo que hay que hacer es ganarla, que ellos ya la rozaron con la yema de los dedos y aquel alemán de nombre impronunciable se la arrebató. Por Luis y por todas las leyendas que se nos fueron desde entonces. Hay que ganarla por Arteche, por “El Pechuga” San Román. Hay que ganarla por Juanfran, Godín, Filipe Luis, Koke y Gabi, que ya se batieron en duelo contra el Madrid en Lisboa y cayeron. Pero se levantaron y han vuelto más fuertes que nunca. Estos jugadores merecen pasar a la Historia del club. Por Tiago, cuya tibia se fracturó frente al Espanyol, allá por noviembre, y no habría mejor manera de homenajearlo como colchonero. Por Saúl, que se partía la cara por el Rayo cuando Ramos nos la partió a todos. Por Giménez que, como Óliver, vio la final de Lisboa desde la grada y tiene la oportunidad de conquistar convertido en un hombre lo que lloró como un niño. Por supuesto, por Courtois y por Miranda, por Raúl García y por Villa, y por todos los demás que no pueden repetir final (bueno, por todos no, dejemos que Arda la disfrute por la tele).
Alineación desplegada por Simeone en la fatídica final de Lisboa.
Hay que ganarla por Fernando Torres. Yo era un niño cuando “El Niño” debutó en Segunda (¡ay el infierno de Segunda…!) y todos vimos en él a ese líder que nos sacaría del pozo y nos devolvería al lugar del que nunca debimos irnos. Pero no lo consiguió (al menos no directamente), la pésima gestión del club en los años posteriores al ascenso obligó a la venta de Torres al Liverpool donde triunfó. Tuvo que irse a buscar fuera lo que no podíamos darle en casa. Su polémico pase al Chelsea le permitió contribuir a la mítica Champions de Drogba (de hecho, esta noche será el único rojiblanco que sabe lo que es haberla ganado), pero ese título no pudo disfrutarlo tanto como quería. Di Matteo le ninguneó en la tanda de penaltis de aquella final y su equipo no vestía de rayas rojas y blancas. Porque puede ser su último partido como jugador del Atleti. Porque Torres siempre es decisivo en las finales. Porque no está Luis para darle el beso en la frente como en Viena, pero en la banda estará Simeone, que ha recuperado a un “killer” de época.
Torres anota uno de sus característicos goles con el Atlético.
Hay que ganarla por todos ellos, pero sobre todo hay que ganarla por todos nosotros. Porque hay dos tipos de personas: las que somos del Atleti y todas las demás. Por esta afición, la mejor de España y que no tiene nada que envidiar a la del Liverpool o el Dortmund. Por esa gente que abarrota el Calderón en las mejores noches y que es capaz de levantar a su equipo cuando ha tocado fondo. Porque puedes perder una final, pero jamás dejar de animar a tu equipo. Porque puedes ir al Calderón y celebrar un gol abrazándote con la persona que se sienta a tu lado. Porque no es un desconocido, es de tu familia. Porque eso es lo que somos, una auténtica familia. Por todos los que nacimos siendo del Atleti y tardamos más o menos en darnos cuenta, pero afortunadamente nos dimos cuenta. Porque puedes nacer en cualquier lugar del mundo y descubrir, tras unos meses en España, que eras del Atleti (créanme, tengo pruebas). Esta afición, más que nadie, se merece una Champions.
Aficionados del Atlético de Madrid celebrando uno de los últimos títulos conseguidos por el club.
El Atleti de Simeone se ha doctorado en esta Champions en el más difícil todavía. Ahora el más difícil todavía se llama vencer al decacampeón de Europa y acabar con una estadística legendaria: Milán es la única ciudad que puede presumir de tener dos campeones continentales diferentes, Inter y AC Milán. Puede ser casualidad que la final sea en esa ciudad, pero el fútbol nos ha brindado una nueva oportunidad y la máxima competición europea nos debe una, llámenlo superstición, que yo prefiero llamarlo justicia poética.
PD: Ah, por cierto, ni se os ocurra mirar la Copa, ni tocarla, ni siquiera soñar con ella. La Copa no existe. Es un partido más. Porque ya lo saben, vamos partido a partido, minuto a minuto, y todos nuestros partidos son finales.
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