¿Por qué una República?
Por Agustín Ramírez , 22 junio, 2014
Ya ha abdicado el rey Juan Carlos I. Ya ha sido proclamado rey su hijo con el nombre de Felipe VI. Todo ha sido realizado con rapidez, ateniéndose a lo que marca la constitución de 1978. Entonces ¿por qué hay ese debate en la sociedad española donde una parte de la ciudadanía pide un referéndum para elegir entre Monarquía y República?
No me quiero extender en lo más obvio: ¿por qué la jefatura de un estado pasa de padres a hijos? Aparentemente son personas tan iguales como los padres e hijos de la familia más humilde. Sin embargo hay quienes han inventado una teoría político-sociológica para defender la monarquía como símbolo de una estabilidad tan necesaria como imprescindible. El argumento no puede ser más burdo; tanto Corea del Norte, definiéndose como república, como las monarquías del Golfo Pérsico utilizan el mismo criterio para designar, que no elegir, al jefe del Estado; en otro orden de países, Italia, republicana ella, tiene un electo presidente dela república en un estado donde los gobiernos no se caracterizan, precisamente, por su estabilidad. En conclusión, ese argumento de la estabilidad es completamente falaz.
La sociedad española esta sumergida en una gran crisis, una crisis poliédrica, con varias caras. Hay una crisis en el modelo territorial: las nacionalidades –recogidas en la constitución- mantienen una tensión permanente y creciente con el gobierno central reivindicando unas competencias cada vez mayores, llegando a plantear abiertamente la independencia. Hay una grave crisis en el terreno social; la crisis económica ha destruido el estado del bienestar gracias a las medidas de los sucesivos gobiernos que ostentaron el poder; la desigualdad social ha crecido, los salarios han bajado; el paro está en unos niveles inadmisibles y su escasa reducción se produce gracias a la escasa calidad del que se crea, a la vez que se ha reducido la protección a los desempleados; las jubilaciones están congeladas, o casi, y su importe tiende a ser cada vez menor y con mayores dificultades para obtenerla; la educación y la sanidad pública se han visto sometidas a unos tijeretazos que hacen que su imagen modélica empiece a ser solo un recuerdo; los empleados públicos han sufrido recortes y posteriores congelaciones salariales.
En este contexto entiendo que la reivindicación de República es el espejo en el que se muestran las necesidades de cambios profundos que está demandando la sociedad española. La monarquía, los partidos políticos tradicionales, la vida pública, como está hasta ahora, no es capaz de dar soluciones a los cada vez mayores y más profundos problemas que España tiene y en este contexto es donde tiene su sentido la reivindicación de la República, como una forma de estado que posibilite una forma de vida pública más limpia, más transparente, más participativa y donde todos nos pudiésemos sentir partícipes de lo que se hace y se decide. Y esa reivindicación tiene su referente en el origen de la II República, su advenimiento y sus primeras reformas; porque no debemos olvidar que también fue durante la II Repúblicacuando el “bienio negro” se encargó de destruir las reformas que habían implantado sus predecesores.
Esto quiere decir que lo fundamental es qué política se hace, y para quién se hace, porque lo importante no es tanto la forma como el fondo; pero para cambiar las estructuras, para cambiar estas políticas, tan lesivas hoy para la ciudadanía, hay que cambiar el edificio, hay que rehacerlo, y ese cambio tan profundo requiere de la participación de todos y en todo, y eso incluye un proceso constituyente que, regenerando las instituciones –dado el alto nivel de corrupción y desgaste alcanzado en tantas de ellas- permitiese, si así lo quisieran los ciudadanos, un referéndum en el que sea el pueblo, con su voz y con su voto, el que determine qué jefatura de estado quiere en el futuro.
Recordemos para esto las palabras de Manuela Azaña: “la república cobijará sin duda a todos los españoles; a todos les ofrecerá justicia y libertad; pero no será una monarquía sin rey: tendrá que ser una República republicana, pensada por los republicanos, gobernada y dirigida según la voluntad de los republicanos”
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