“Preacher”. A Dios rogando… y con el mando dando.
Por Emilio Calle , 4 junio, 2016
Parece que la endémica disputa que se ha establecido entre DC y Marvel empieza a permutar hacia otros campos y esa batalla por una supremacía que tiene algo de quimera, ahora se libra también en la televisión de un modo no menos enconado. Frente a propuestas más o menos alambicadas como “Gotham” o “Daredevil” (estupendas primeras temporadas, pero ya con continuaciones que no aportan nada de lo bueno que trajeron), y seguidoras de esa moda de dotar hasta el paroxismo con cargas de profundidad psicológica a todo personaje que pase por el metraje, sea importante o no, se opone desabridos divertimentos tan insípidos como el regreso al universo kryptoniano con la vuelta a las pantallas de “Supergirl” o la algo más dinámica “The Flash” (la cual, al menos, asume sin complejos su condición de producto para adolescentes).
Como si no hubiera un término medio. O se busca una complejidad y una oscuridad que den pátinas de respetabilidad al producto, o ya directamente se pasa a la intrascendencia, trivializando lo que ya de por sí era bastante trivial.
¿Es que no hay otro camino?
Según parece, los dioses catódicos nos envían a un predicador de lo más peculiar para alertarnos de esa peligrosa tendencia.
“Preacher” (con guiones de Garth Ennis y dibujos de Steve Dillon) se publicó desde 1995 a 2005, una década que dejó 66 números en la serie regular (hubo varios volúmenes especiales), y que prácticamente desde sus inicios pasó a convertirse en un cómic de culto, un cómic al que siempre habían estado rondado las noticias sobre su adaptación, pero que el propio contenido de la historia hacía complicada su traslación al mundo de la imagen en movimiento sin provocar un buen número de quebraderos de cabeza a los que emprendiesen el intento (por suerte, empieza a desvanecerse el miedo a las clasificaciones para adultos, visto el éxito de algunos productos a los que no les importa acarrear las consecuencias que suelen conllevar esas excluyentes etiquetas). Once años después, bajo el auspicio de la AMC, Evan Goldberg, Seth Rogen y Sam Catlin han logrado que el proyecto se haya puesto en marcha.
Y el episodio piloto de “Preacher” sido emitido.
Es complicado contar nada de su argumento sin sembrarlo todo de spoilers o provocar una innecesaria confusión en el espectador que no conozca el cómic. Porque “Preacher” tiene aires de western, aunque tan pronto puede jugar al suspense, como pasarse al género vampírico, o transformarse en una obra de terror (desde el crujido al gore, no hay cortapisas ni reservas), o manejar inmisericordemente (valga la paradoja) un humor tan negro como corrosivo, o repintarlo todo de repente con brochazos de ciencia-ficción… Como el cómic, su adaptación escapa de manera voluntaria de cualquier asomo de calificación. La historia de este chocante predicador (un estupendo Dominic Cooper), que vuelve a su pueblo natal (un montón de casas en la árida inmensidad de Texas, habitadas por la flor y la nata de las rarezas) en busca de redención por un pasado violento, es un desfile de giros argumentales muy adictivos, cuyos autores son conscientes de que sólo podrán hacer que la serie funcione cuando más fiel al cómic resulte, usando incluso recursos propios del llamado octavo arte. Y cada pieza es exquisitamente engarzada. Sirva de ejemplo la noticia escuchada en una televisión de que Tom Cruise ha reventado en cientos de pedazos mientras oficiaba un rito en un templo de la cienciología, que bien podría pasar por un chiste o un gag si no fuera porque es un eslabón más, y muy preciso, del argumento principal, ese mecanismo de relojería que ya se ha puesto en marcha de un modo bastante acertado.
“Preacher” (gracias a la solidez de sus orígenes como cómic de culto, y por tanto poco abierto a reinterpretaciones interesadas) tiene todas las cartas para poder convertirse en una de esas deliciosas rarezas que, como “Penny Dreadful”, se hacen fuertes en sus propuestas precisamente gracias a los riesgos que toman. Esta no es una de esas hiper publicitadas series (que van desde “Juego de Tronos” a “The Walking Dead”) donde las tensiones vienen ya demasiado marcadas por polémicas o gustos sobre quién morirá o quién se salvará, generadoras de discusiones que ya poco tienen que ver con lo que se estaba contando.
Aquí no hay forma de engatusar con ese tipo de apuestas especulativas.
Quizás ni Dios se atreva a pasar por ese agujero en la nada de Texas.
Pero ha dejado caer a uno de sus profetas, el cual no viene armado tan sólo de buenas palabras. Y hace bien. Porque sin restarle su valor, palabras debe ser de las últimas cosas que va a necesitar en la desbandada de locura que se avecina, y que ha hecho su una de sus paradas en una descascarillada iglesia de Texas.
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