Punta del Este, la ciudad irreal de sudamérica
Por Juliano Oscar Ortiz , 25 noviembre, 2016
Punta del Este es una ciudad irreal. Para aquellos que venimos de Argentina bien puede hacernos creer esta ciudad uruguaya que la irrealidad existe y que, tanto pobreza extrema como delincuencia, son cosas imposibles de experimentar para el ser humano del siglo XXI.
En cada paso que doy, “Punta” como la simplifican los que la habitúan, me muestra una identidad basada en pertenencias ajenas a los sinsabores cotidianos de la Argentina. Acá no se ven chicos, ni grandes pidiendo; acá los pobres parecen menos pobres; acá la gente se desvive por atender al turista; acá las mujeres no tienen que agarrar la cartera con fuerza cada vez que sienten alguien acercándose, o guardar el celular ante el imprevisto de un desconocido; acá no hay delincuencia, por lo tanto no hay policías (o yo nos los vi). Me sucedió en el shopping esteño preguntarle a una vendedora de una tienda comercial si era conveniente, por un tema de seguridad, llamar un taxi ya que eran las doce de la noche y mi hotel estaba a cuatro cuadras de allí; la mujer me miró con toda su expresión de incredulidad y sorpresa, y me dijo que la última vez en la que ella había oído de un delito había sido ocho meses atrás, “ah y a los chicos arrebatadores los agarraron al ratito”.
Otra cosa asombrosa es que los esteños no sudan riqueza. No hay arrogancia, ni actitudes pedantes, no hay artificios de los gestos, ni modos afectados. Su buena posición económica y social es natural, como si fueran una extensión propia de la ciudad, de sus edificios, de su costa, de su impronta idílica.
Pero claro, lo que esta ciudad ofrece más que ninguna otra cosa, es la oportunidad de ver la vida como lo que no es. Con sus beneficios y desgracias.
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