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Rafael Pisot: “Un país recibe prestigio cuando sus emigrantes alcanzan puestos importantes en el de acogida”

Por Juanan Martín , 17 febrero, 2015

ENTREVISTA A RAFAEL PISOT, PROFESOR DEL INSTITUTO CERVANTES DE BUCAREST

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Rafael Pisot, en su despacho del Instituto Cervantes de Bucarest. ©Juanan Martín

 

 

¿Qué lleva a un rumano a estudiar español? ¿Salidas laborales? ¿El mero hecho de aprender una lengua nueva? ¿Las ganas de viajar y conocer? De un tiempo a esta parte el tema laboral está cediendo paso a la cuestión cultural.

El bulevar Regina Elisabeta desemboca desde el este en Plaza Universidad, uno de los puntos neurálgicos del día a día la capital rumana. Cuando quedas con alguien, te reúnes en esta plaza. Céntrica, concurrida, todos la conocen, muy bien comunicada.

Con Rafael Pisot me encontré a escasos doscientos metros de allí. En el Instituto Cervantes de Bucarest, en su despacho. En el número 38 de ese bulevar, que es el último de los diferentes emplazamientos que ha tenido el Instituto en Rumanía desde que se creara en enero de 1995. El reciente cambio de aires ha favorecido a todo el mundo porque las instalaciones son espectaculares.

 

Juanan Martín: ¿Cuándo llegaste a Bucarest?

Rafael Pisot: Me instalé en 2002. Soy de Salamanca, en cuya universidad me doctoré en Filología y obtuve el Máster en Español como Lengua Extranjera.

 

JM: Tu acento y exquisita pronunciación te delata, no cabe duda. Pero ¿cuánto cuesta aprender español en el ICB?

RP: Un curso de cuarenta horas sale por 170 euros. Es un precio asequible, consideramos. Más aún si tenemos en cuenta que los profesores son nativos, que los grupos se reducen a en torno a nueve personas, que ofrecemos dedicación. Queremos llegar al máximo de gente posible, como hace el Instituto Francés.

 

JM: ¿El Instituto Francés?

RF: En realidad me he referido a esta institución para diferenciarla del Instituto Alemán o el Británico, que son mucho más elitistas.

 

JM: ¿Qué dicen los alumnos que les lleva a estudiar español?

RP: Una de las razones de peso es la afinidad existente entre Rumanía y España. Ambos países manifiestan un carácter latino muy similar: somos alegres, irónicos y tenemos un gran sentido del humor.

 

JM: ¿Cuántos son los que estudian español para emigrar? ¿Qué vienen contando de España los que han estado?

RP: Los rumanos aprenden fácilmente, tienen ganas de trabajar y son muy apreciados en España. Se sienten respetados allí, a pesar de la mala prensa que tienen. Considero que para que un país se prestigie, para que nuestra percepción de los pueblos cambie, es fundamental que sus ciudadanos emigrados alcancen puestos de importancia. En estos momentos en España hay, por ejemplo, muchos médicos rumanos.

Pero nuestro país ya no es lo que era hace entre siete y diezaños. Fíjate que en 2013 ya han regresado más de 50000 rumanos; cómo está nuestra economía… Ahora estudian sobre todo por un tema cultural, más que con la idea de emigrar a España.

 

JM: Un tema cultural. Para enriquecerse, ¿quieres decir?

RF: Sí y no. Nuestro público principal va de los 18 a los 25, en su mayoría estudiantes que quieren conocer una nueva lengua y/o ampliar su currículum. Sin embargo también se matriculan muchos otros, de edad más avanzada, que estudian español para ir de vacaciones, a Baleares y a Canarias, sobre todo. Es un turismo puntual, de agosto, por lo que sus cursos son muy básicos, a diferencia de los cursos en los que se matriculan por ejemplo los jubilados germanos en los diferentes centros que el Instituto Cervantes tiene en Alemania; cursos mucho más intensivos y elitistas, como decía antes, puesto que esos alemanes pasan largas temporadas en España.

 

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Alumnos del Instituto Cervantes de Bucarest. ©Juanan Martín

 

JM: Decías antes que el rumano llega a España con muchas ganas de trabajar. ¿En Rumanía no sucede lo mismo?

RP: El rumano, en Rumanía, se ve sepultado por el sistema. Aquí no terminan de renidr al máximo. Existe un desencanto generalizado con la clase política, existe un exceso de melancolía, de amargura, la ciudad es gris…

 

JM: ¿Tiene algo que ver el legado de Ceaucescu en todo esto?

RP: En parte sí. La presión de las órdenes dictatoriales provocó un trauma entre la ciudadanía. Cuando en 1989 cayó la dictadura, los rumanos no sabían qué hacer precisamente por eso, porque siempre habían estado recibiendo órdenes. Pecan en su mayoría de falta de iniciativa, aunque en Europa del Este es típico estar desencantado con la política.

 

JM: ¿Y eso?

RP: Porque nunca se ha producido una auténtica transición. Los ingenieros del golpe del 89 son los que se quedaron con las riendas del poder en Rumanía, eso la gente lo nota. Lo ve. Encima están empezando a perder la paciencia porque la corrupción está muy extendida, muchas partidas de fondos europeos no acaban de llegar, etcétera.

 

JM: Desde tu perspectiva, ¿ves posibilidades a Rumanía?

RP: Muchas. Estamos en un país con un enorme potencial que no acaba de despegar debido a la mala gestión, a la mala administración. Cada vez hay menos confianza en quien nos gobierna. La indignación está generalizada, como en España. Pero como te decía antes, la falta de iniciativa del rumano hace que no haya movilizaciones.

 

JM: Muy similar a lo que sucede en España.

RP: Absolutamente.

 

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Señoras paseando por el Parque Carol, Bucarest. ©Juanan Martín

 

 

 

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