¿Sabemos qué significan realmente algunos derechos?
Por Javier Pérez , 21 febrero, 2014
La vieja balanza de la justicia.
La dinámica informativa de internet ofrece a los columnistas la posbilidad de saber qué es lo que opinan los lectores y no se puede desaprovechar esa herramienta, aunque sea para buscar una ventanilla que extienda el carné de predicador en el desierto. Estos días, por ejemplo, he leído un montón de comentarios al hilo de todo lo escrito sobre el referéndum suizo que limitó la entrada en el país a los miembros de la Unión Europea y he terminado de convencerme de que al gente no tiene ni idea del significado de unos cuantos conceptos fundamentales en nuestro ordenamiento político, jurídico y social.
Al principio pensé que se trataba de bromas, o de esas respuestas al estilo garrote y tentetieso, como los exabruptos de bar, pero luego me he dado cuenta de que muchas de esas cosas las piensa la gente en serio y me quedo perplejo. ¿Sabemos lo que es el derecho al trabajo? ¿Sabemos lo que es el derecho a la vivienda? ¿sabemos, incluso, lo que significa el concepto de democracia? ¿O simplemente tenemos una idea vaga procedente de una pintada de un baño público?
El derecho al trabajo que consagra la constitución, significa, más ni menos, que nadie puede impedirte trabajar, ni siquiera por sentencia judicial. Te pueden encarcelar, poner multas, expulsarte del país o lo que la ley prevea para cada caso, pero nunca y bajo ninguna circunstancia se te puede prohibir ganarte la vida con tu trabajo. Al introducir esta norma en la constitución se pretende combatir aquella práctica comunista mediante la cual no se podía trabajar sin estar afiliado al sindicato, y no se podía uno afiliar al sindicato si no te avalaba el partido o los representantes de zona (o sector), con lo que se conseguía que un elemento no afín se muriese de hambre, pues no lo afiliaban al sindicato y no podía trabajar. Así que ya veis: no es un artículo contra los explotadores capitalistas, sino contra la mala baba de los bolcheviques, que asesinaban silenciosamente así a los «socialmente indeseables».
Eso es lo que significa el derecho al trabajo, y no que alguien tenga que darte un empleo, pagarte un salario y afiliarte a la Seguridad Social. Eso ya no es un derecho propio: eso es imponerle, porque sí, una obligación a otro. Y no hay constitución en el mundo que me diga a mí que tengo que contratar tres chapistas y un jardinero.
Con el derecho a la vivienda sucede lo mismo: el artículo de la Constitución que regula el derecho a una vivienda digna se refiere a que nunca se te puede obligar a vivir en un puñetero cuchitril, o en condiciones insalubres. Y se refiere a un hecho que ahora ya no vemos tan a menudo, pero que en su momento era muy habitual: las viviendas que facilitaba la empresa a sus trabajadores y en las que a menudo era obligatorio, o casi obligatorio, residir. Un ejemplo, por poner uno cualquiera, eran las casa cuartel de la Guardia Civil, donde los guardias debían residir obligatoriamente por razones de servicio o los pabellones obreros de las minas o de las azucareras, que yo recuerdo tan bien.
Por lo tanto, el derecho a la vivienda que regula la Constitución hace alusión a que no se te puede forzar a vivir en una vivienda que no cumpla las condiciones mínimas. Ni por razones de servicio, ni por razones de empresa, ni por nada en absoluto. Pero no significa que te tengan que regalar una vivienda, ni que los demás te tengan que pagar tu casa, ni tu alquiler, ni tu hipoteca, porque la vivienda es un derecho. Tienes derecho a residir en una vivienda digna, pero te la pagas tú, la consigues tú y la barres tú. El derecho alude a lo que no te pueden obligar, no a lo que te tienen que dar.
Y si la vivienda deja de ser digna porque el viento se ha llevado una teja y hay goteras, o no has sacado la basura en un año, no tienes derecho a exigir que vengan los vecinos a reponer la teja o a sacarte la porquería. Tampoco eso.
Y el derecho a la salud no significa que puedas ponerle un pleito al Estado si coges un catarro. ¿Se entiende mejor así?
Porque es increíble lo que uno tiene que leer y escuchar algunas veces. Con ciudadanos así, ¿de que nos extrañamos que acaben resultando elegidos los políticos que tenemos?
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