San Antonio Spurs deja la final de la NBA vista para sentencia tras derrotar a Miami (86-107)
Por Gonzalo Roy , 13 junio, 2014
San Antonio Spurs se ha situado a una victoria del título
La final de la NBA vivió un nuevo episodio inesperado en el cuarto partido de la eliminatoria, aquel en el que todo el mundo esperaba la reacción de los Miami Heat tras el varapalo del anterior enfrentamiento en el que San Antonio Spurs le endosó 55 puntos en apenas 16 minutos. Pero los de Gregg Popovich volvieron a ser una apisonadora de juego, una máquina defensiva perfectamente engrasada y un rodillo en ataque incontrolable. El resultado, 86-107, es lo de menos, lo importante es la sensación que el equipo ha dejado sobre la cancha del American Airllines de Miami y ésta no es otra que la de un equipo campeón, en un estado de forma colosal y una clarividencia en el juego que, o mucho cambian las cosas, o será el campeón en breve.
San Antonio Spurs fue superior en todas las facetas del juego, demostró ser un equipo con mayúsculas, conjuntado, integrado y donde todo el mundo hace de todo. Un dato significativo es que un pívot, Boris Diaw, fue quien más asistencias dio durante el partido, nueve. Pero no sólo él desquició a los Heat, es que Tim Duncan, Manu Ginóbili, Tony Parker, Tiago Splitter o Patrick Mills cumplieron con su función, cada uno con su estilo, cada uno en su faceta, pero siempre como un equipo. Y mención aparte merece Kawhi Leonard, posible candidato al MVP de la final y una estrella de la NBA en ciernes, si es que no lo es ya con todas las de la ley. Ayer, una vez más, se salió. Lideró a su equipo en anotación (20 puntos), en rebotes (14), en robos de balón (3) y en tapones (3). Un líder y un relevo generacional de extraordinarias prestaciones para los ya curtidos Duncan, Ginóbili y Parker.
Por el otro bando, Miami Heat se redujo a LeBron James. El rey no abdicó, pero estuvo solo. Completamente solo. Todo el peso de la final recayó en sus hombros y no lo desechó, pero bien es cierto que nadie, ni Dwyane Wade, ni Chris Bosh, ni Mario Chalmers, ni Ray Allen, ni ningún otro jugador por secundario que fuera, acudió en su ayuda en toda la noche. El partido empezó mal para los locales, cuando dos triples consecutivos de Danny Green colocaron el 4-13 en el marcador que escribió las primeras líneas de lo que sería el guion de todo el partido. En los dos primeros cuartos, Miami Heat dio la sensación de agotamiento, de incapacidad, de estar todavía en estado de shock por el partido anterior y así se llegó al descanso con un claro 36-55 y el ambiente propicio para que los visitantes dieran un aldabonazo que a los de Erik Spoelstra no les sirvió de espoleta.
Sólo LeBron James se salvó de la quema. Un dato que confirma esta afirmación es que en el tercer cuarto, cuando estaba en juego el futuro de la final, cuando las apuestas eran a todo o nada, él solo anotó 19 de los 21 puntos que su equipo logró en todo el cuarto. Excesivo trabajo incluso para él. Y así se llegó al último cuarto con un claro 57-81 que hizo que los últimos minutos se jugaran por puro trámite. Un triste final para un equipo y una cancha que han vivido momentos de gloria en los dos últimos años pero que, si nada lo remedia, parecía que el de ayer era el último partido de esta temporada en el American Airlines Arena de Miami. Porque si los Heat quieren su tercera corona consecutiva tendrán que llevar a cabo una proeza, levantar un 3-1 en contra con dos partidos en cancha ajena, algo que ningún equipo ha conseguido en la historia de las finales de la NBA.
En la madrugada del domingo al lunes, los San Antonio Spurs tendrán su primera oportunidad de alzarse con el anillo ante su público. A nada que jueguen como en los dos últimos enfrentamientos, la lógica dice que a la final le queda un partido, o menos, para terminar. Aunque con LeBron James en la pista, todo es posible.
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