Seamos honestos y reconozcamos que en los últimos tiempos hemos descuidado bastante la “cortesía”, la “urbanidad”, los “buenos modales” o como quieran ustedes llamarlo. Ya saben a qué me refiero.
Y ha sucedido como un subproducto inesperado del igualitarismo que desde hace varias décadas recorre Occidente como un fantasma vestido de payaso salido de una novela de Stephen King. Vamos, que lo que se suponía que tendría que hacernos pasar un buen rato, al final acaba dando un poco de miedo.
Según los principios de esta filosofía, todos debemos de ser tratados igual, independientemente de nuestro origen, condición social o recursos económicos. Igualdad ante la ley e igualdad de oportunidades para todos, algo que está muy bien y que, en principio, todos aplaudimos.
El problema —uno de los problemas— llegó cuando muchos entendieron que las reglas de cortesía que habían venido utilizándose en nuestra sociedad no eran sino obstáculos para lograr esa utópica igualdad. Y ahí está el error, porque su función original fue siempre facilitar las relaciones humanas, en especial entre desconocidos o entre quienes apenas se conocen, situaciones en las que es muy fácil meter la pata y ofender a la otra parte.
La cortesía bien entendida significa tratar con amabilidad a quienes nos rodean, sin esperar nada a cambio. Y sorprendentemente es algo que proporciona satisfacción tanto a quien ofrece un gesto cortés, como a quien lo recibe, e incluso a quien lo observa desde fuera, lo que ya es el no-va-más. Y como prueba, aquí les dejo un video en el que el velocista jamaicano Usain Bolt tiene gestos de amabilidad con las personas del equipo de apoyo, a quienes lo normal es que los campeones ignoren olímpicamente. Pues bien, se darán ustedes cuenta de que solo con ver a Bolt siendo amable ya nos sentimos un poquito mejor.
Resumiendo: seamos amables cada vez que podamos. Tenemos poco que perder y mucho que ganar.
Juan F. Trillo, filólogo y lingüista, colabora regularmente en medios como Culturamas, El Cotidiano, Naukas, Mapping Ignorance y Tomajazz, con artículos y crónicas en las que reseña la intersección entre cultura, ciencia y sociedad.
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