Secretos y mentiras (y latas de sardinas)
Por Eduardo Silva , 17 febrero, 2014
“Hoy, como todos los lunes de invierno, he vuelto a bajar al supermercado del barrio. Suelo hacerlo a primera hora para evitar aglomeraciones y posibles desabastecimientos porque este invierno está resultando ser particularmente frío y húmedo. La demanda en esta época hace que el producto alcance precios que mi bolsillo difícilmente puede soportar pero la necesidad manda, así que lleno la cesta con la mayor cantidad de latas de sardinas que mi sueldo me permite. En la cola de la caja pienso con dolor en cómo el montoncito de piezas que puedo pagar va disminuyendo año tras año. Sin embargo, como bien sabe Eduardo Montes, presidente de Unesa, el apuro en el hogar es el mismo. Por ello me veo en la penosa obligación de esconder en mi vetusta chaqueta algunas cajas extra para completar el lote básico.”
Viene a decir el señor Eduardo Montes, en la entrevista en escabeche concedida a Jordi Évole en el último Salvados, que la electricidad es un producto como una lata de sardinas o como cualquier otro. No sabemos si lo que el presidente de Unesa quiere decir es que poner la calefacción cuando hace frío y encender la luz cuando está oscureciendo es un capricho del mismo calibre que meterse entre pecho y espalda un bocadillo de sardinas en aceite de oliva y una cervecita fresca mientras se disfruta del partido de la jornada en una tarde de domingo cualquiera, o quizás se refiere a que añadir una buena lata de sardinas a la ensalada, aunque sea en aceite vegetal, es tan necesario como disponer de una nevera encendida o de agua caliente para lavarse pese a que todavía no notemos que “nos canta el alerón”.
Lo que sí parece desprenderse de las palabras del máximo responsable de Unesa (Évole dice que es la patronal de las compañías eléctricas en España) es que sea un producto de primera necesidad o un antojo al gusto del consumidor, tanto si usted necesita hacerse un guiso de sardinas en salsa de tomate picante como si desea poner una lavadora porque le gusta ver como su ropa da vueltas dentro del tambor, toca rascarse el bolsillo pueda o no permitírselo. Y es que parece que siempre nos toparemos con personas que crean que es lícito enriquecerse a fuerza de especular con los servicios básicos de los ciudadanos. Esto es con toda probabilidad debido más a sus propias contradicciones internas a la hora de establecer una jerarquía de prioridades (discordancias que pueden ser provocadas por cualquier motivo, incluso por propia ignorancia) que a la absoluta falta de escrúpulos que usted tiende a atribuir a determinados directivos sin tener en consideración su nivel de estudios previo, así que puede quedarse tranquilo.
A uno de los que, sin duda, estudios no le deben faltar es al fiscal Horrach que sigue inmerso en la ardua labor de hacer entender al pueblo (con o sin formación académica) que la justicia es igual para todos. Esta vez para lograr tal ímprobo objetivo se le ha ocurrido (según la revista Interviú) elaborar un pequeño guión con dosis a partes iguales de telenovela sudamericana y ciencia ficción política, donde adoctrina a los diversos actores implicados en el caso de la imputación de la Infanta. En el libreto, el fiscal establece los pasos a seguir para la Casa Real, la fiscalía, los abogados de la Infanta y, en general, para todos aquellos que busquen la absolución de la hija del rey del modo más rápido y menos doloroso posible. Todo estaba pensado al milímetro y nada podía salir mal. Simplemente era necesario seguir los pasos con paciencia… y mantenerlo en secreto.
Y hablando de secretos, Don Arsenio Fernández de Mesa, permítame que le dé un consejo. La mejor manera de evitar que alguien cuente algo que no quiere que se sepa es no contándole nada que no quiera que se sepa. Si usted cree que lo mejor es declarar públicamente que la Guardia Civil no disparó bolas de goma para evitar que varios inmigrantes subsaharianos alcanzaran la playa en Ceuta, no le diga a sus superiores que realmente lo hicieron. Si no quiere que se vean las imágenes que demuestran sus mentiras, dé las órdenes oportunas para que éstas no se graben. No se fie, Don Arsenio, que este país puede que no sea el mejor para empezar una nueva vida si consigue uno escapar de las innumerables guerras y las trágicas miserias esparcidas a lo largo y ancho del continente africano pero sin duda alguna es el peor si de lo que se trata es de que un “colega” te guarde una confidencia.
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