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‘Sense8’: reinventar los superhéores

Por Ivan F. Mula , 15 agosto, 2015

Aunque habían debutado en la dirección tres años antes con Lazos ardientes (película que poca gente conoce), los hermanos Wachowski obtuvieron su reconocimiento mundial por el impacto que, en 1999, supuso la primera entrega de Matrix. La concepción visual revolucionaria de esta obra moderna de la ciencia ficción marcó un antes y un después en materia de estética y efectos especiales influyendo poderosamente en gran parte del cine comercial de principios del siglo XXI. Desgraciadamente, sus siguientes propuestas no estuvieron a la altura de las expectativas. Las continuaciones de Matrix fueron una verdadera decepción, por no hablar de esa estupidez irritante llamada Speed Racer (2008) o las bastante pesadas El atlas de las nubes (2012) y El destino de Júpiter (2015).

Sense8

 

Ha sido la televisión, como en tantas otras ocasiones últimamente, la que ha tenido que rescatar a este dúo de realizadores del desacierto creativo y encauzar de nuevo su talento en forma de una serie de superhéroes muy interesante: Sense8. La historia tiene algunos elementos novedosos aunque también viene muy inspirada por productos anteriores con tramas corales como Lost (2004-2010) o Héroes (2006-2010), que también jugaban con las distintas habilidades y procedencias de sus protagonistas. Sin embargo, en el contexto actual, en el que parece que el tipo de historias de superhéroes que pueden ser contadas tiene muy poco margen de variación, lo nuevo de los Wachowski supone un verdadero soplo de aire fresco.

Parece mentira que después de más de 15 años, la pareja de cineastas pueda volver a marcar tendencia. Ojalá sea así. Es triste que, con la cada vez más amplia diversificación de estilos del mundo de los cómics, tengamos que soportar que su traslación al cine y la televisión sea cada vez más impersonal y generalista. El espectador empieza a estar cansado de que la mayor sorpresa que pueda encontrarse ante una película de Marvel o DC sea un tono más o menos realista, más o menos oscuro, juvenil, adulto, serio o humorístico.

Por eso, Sense8 abre un nuevo camino planteando (a su aire) todo un mundo de jóvenes entrelazados psíquicamente cuya misión primera no es salvar el mundo sino entenderse y, después, salvarse a sí mismos. No llevan traje, no vuelan, no tienen una doble identidad, ni un sentido natural de la responsabilidad superheroica. La serie tiene humor, romanticismo, sexo, acción, drama, intriga y secuencias editadas con un gran sentido de la psicología emocional. Es cierto que tiene defectos y que el ritmo no siempre es el idóneo… pero, en conjunto, funciona muy bien. Como es habitual en el cine de los Wachowski, la narración está construida desde un concepto externo (el montaje, en este caso), cayendo, en algunos momentos, en el error de la reiteración, alargando ideas que el público ya ha asimilado, solo porque visualmente resultan poéticas, sexys, hermosas o sugerentes. En este caso, al menos, no ocurre como en El atlas de las nubes. Aquí la forma tiene contenido y la idea global se nutre de las tramas que vive cada personaje.

Además, la serie está muy bien equilibrada, tiene un villano despreciable (como debe de ser) y los actores y actrices (entre los que se encuentra nuestro Miguel Ángel Silvestre) tienen mucho carisma. Terminan de subir el listón secuencias memorables como la de la orgía o el clímax del capítulo final que une lo mejor del cine independiente con el de ciencia ficción y el de aventuras.

Ahora que ya está confirmada la segunda temporada, solo falta por ver si, realmente, tiene algún efecto en el resto de producciones que se están haciendo hoy en día. En caso de que no, habrá valido la pena, igualmente, por sí misma. Ni que sea como un oasis en un desierto de épica catastrofista.


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