Silvia Grijalba: «creo sinceramente que una comedia de verdad, debe tener un poso, sino no se sostiene»
Por Anna María Iglesia , 22 mayo, 2014
Por Anna Maria Iglesia
@AnnaMIglesia
En la terraza del 99 Motor Bar de Barcelona me encuentro con Silvia Grijalba; en el suelo, las estrellas con los nombres de los más consagrados rockeros nacionales e internacionales son la prueba de que este local a pocos metros de la Diagonal es el escenario perfecto para entrevistar a Silvia Grijalba, periodista, ensayista, letrista de canciones y novelista. Premio Fernando Lara en el 2011 por Contigo aprendí, Grijalba presenta ahora Tú me acostumbraste (Espasa, 2014), una novela sobre las apariencias, sobre la pérdida de estatus social y económico y sobre la necesidad de reconducir la propia trayectoria vital. Entre una Inglaterra impregnada por su herencia literaria y una Marbella en sus horas más bajas, la novela de Grijalba obliga a preguntar a la autora sobre su anglofilia, sobre sus referentes literarios y musicales provenientes de las islas británicas a la vez que resulta imposible no recorrer su amplia trayectoria profesional, una trayectoria tan plural y múltiple como perfectamente coherente en cada una de sus manifestaciones.
Fotografía de Gorka Lejarcegi para El País en junio de 2011.
Las etiquetas genéricas parecen no adaptarse a Tú me acostumbraste, una obra que gravita entre la novela romántica y el relato sobre el fin de una época o, en consonancia con la novela El gran Gatsby, sobre la decadencia de una clase social. ¿Cómo la definirías?
Yo creo que si hay que etiquetar a la novela, diría que lo más apropiado es definir Tú me acostumbraste como una comedia donde, evidentemente, está presente el amor, pero donde también hay las reflexiones sociales y económicas a las que tu aludes y que hacen referencia a la novela de Scott Fitzgerald, El gran Gatbsy. Si ya en mi anterior novela, Contigo aprendí, quise tratar temas en cierta medida fuertes, pero envueltos en un disfraz agradable, en esta ocasión quise volver a realizar ese mismo ejercicio; de hecho, podríamos decir que, no sé si inconscientemente, se repite en esta novela el ejercicio, a nivel temático y formal, realizado en la anterior. En Tú me acostumbraste, hablo de la decadencia económica y de la pérdida del estatus social, pero no circunscribo la idea de decadencia a una única clase social, en efecto la idea de una clase social en decadencia no configura toda la novela, más bien se circunscribe al mundo de la aristocracia inglesa. De hecho, si traslado la acción a Londres es, principalmente, porque me apetecía hablar de esa aristocracia británica que ha perdido su riqueza económica, pero que sigue conservando un estatus y un prestigio a un estando arruinada; los ingleses, al contrario que nosotros, tienen asumido, o al menos esto parece, que la decadencia económica de la aristocracia no está asociada a la pérdida de elegancia o de prestigio, al contrario. En Inglaterra hay una extensa tradición literaria que se ha ocupado del “charm” del aristócrata arruinado, como podemos ver en Retorno a Brideshead o en Downton Abbey, mientras que en España ha predominado la literatura vinculada a la picaresca, es decir, lo importante es no estar arruinado y, si lo estás, lo importante es que no se note. Me atraía observar el contraste entre estas dos culturas, de allí el contraste que se establece en el libro entre Londres y Marbella.
Independientemente de la historia, o historias, de amor que relatas, la ambientación de la trama en Inglaterra, no sólo en Londres sino en la campiña inglesa, la mirada sobre una aristocracia empobrecida evoca a la tradición narrativa inglesa, en primer lugar a Jane Austen, quien describe los contrastes sociales y, sobre todo, pone el acento en una clase social elevada que lucha por sobrevivir económicamente
Todas mis influencias culturales o, por lo menos, las principales son anglosajonas; siempre me ha gustado de forma especial la música inglesa, siempre me ha apasionado la novela clásica inglesa así como me interesa mucho la narrativa contemporánea inglesa, la narrativa de Julian Barnes, por ejemplo. Además, yo he vivido en más de una ocasión en Inglaterra, conozco su realidad, la he vivido en primera persona, por ello creo que si hay que buscar referentes para mi novela ciertamente estos se encuentran en la literatura inglesa y, más en general, en la literatura anglosajona. El eco de Fitzgerald es bastante evidente en mi último libro, sobre todo en este intento de adentrarme en temas duros para el individuo escondidos, en cierta medida, en un envoltorio que engaña haciendo ver que, aparentemente, todo va bien, todo es idílico.
Se trata, por tanto, de esconder tras la superficie del género de la comedia, una mirada irónica, incluso una crítica poco compasiva hacia la realidad descrita
Esta es la diferencia entre la comedia y un chiste; creo sinceramente que una comedia de verdad debe tener un poso, sino no se sostiene. Por ello no creo que Tú me acostumbraste sea solo y únicamente, como a veces se ha dicho, una novela romántica fácil de leer: evidentemente, hay una trama romántica, pero el hecho de que resulte fácil de leer implica necesariamente un largo no siempre fácil trabajo previo: se trata de una obra para la que he tenido que plantear una determinada estructura que me permitiera vehicular determinados temas y, a la vez, hacerla entretenida, fácilmente leíble. Es más fácil escribir algo pretencioso y recurrir a palabros complicados y rebuscados, hacer de la literatura un experimento que ofrecer la reelaboración de este experimento; yo vengo de la música experimental, creo conocerla muy bien y, precisamente por esto sé que lo que a mí me interesa es ofrecer una obra que, partiendo de un experimento inicial, sea el resultado de su reelaboración, de su digestión. A veces en la literatura, y en el arte en general, se peca de querer mostrar el experimento al público, cuando, por el contrario, de lo que se trata es de hacer el experimento en tu propia casa y luego mostrar el resultado; el público debe percibir el resultado, aunque no sea obligatoriamente accesible, de la experimentación.
¿La ambientación de la trama en Marbella, lugar tan connotado últimamente por los escándalos, buscaba ofrecer un referente conocible al lector? ¿Por qué no ambientarla en la Milla de Oro, por ejemplo?
Si hubiera enmarcado la trama en la Milla de Oro hubiera sido bastante distinto, pues no habría podido mostrar la exageración que se vive en Marbella, aquella atmósfera de apariencias que la rodean. Además, yo soy de Torremolinos, así que Marbella y sus alrededores me resulta especialmente familiar. Para la comicidad que yo buscaba para la novela, la ciudad de Marbella era el escenario perfecto, pues allí todo es tan disparatado, algo parecido a los excesos que pueden verse en Dubai, pero más familiar y más cercano a los lectores. A todo esto, para hablar de las apariencias, no hay nada mejor que Marbella y Puerto Banús, donde todo es imagen y donde de lo que se trata, sobre todo en un momento de crisis económica, es de mantener las apariencias
No sé si, al final, lo peor no es tanto tener un fracaso económico y perder el poder adquisitivo cuanto el tener que mantener las apariencias, fingir que no ha pasado nada
Creo que lo peor de todo es el tener que mantener las apariencias, el sentirse obligado a conservar una determinada imagen. Hablar de las apariencias en relación a alguien que ha tenido la ruina económica pero quiere conservar al menos la imagen del estatus perdido, me permitía, planteando así una metáfora, abordar el tema de las apariencias más en general; es decir, la descripción de la obsesión por conservar las apariencias cuando se ha padecido un duro traspiés económico y se ha perdido un estatus y un modo de vida se convierte en metáfora de aquel aparentar más personal y más generalizado que nos obliga a mostrarnos diferentes a como realmente somos para satisfacer las expectativas y la imagen que los otros tienen de nosotros. La crisis económica es el punto de partida para luego ahondar, a través de la protagonista, Marta, acerca de las apariencias de las que, en cierta manera, todos somos víctimas.
Marta es periodista y, a la vez, autora de una novela. A través de ella, reflejas realidad de una de las profesiones -el periodismo- que más ha sido golpeada por la crisis y en la que se han perdido más puestos de trabajo
La profesión de periodista me toca muy de cerca y, seguramente, este es uno de los motivos por los cuales Marta se dedique al periodismo y a la literatura. Por otro lado, me interesaba crear personajes que representaran las profesiones que se han visto más afectadas en esta época de crisis, desde la profesión de escritor y, en general, las profesiones vinculadas a la cultura, que está siendo completamente maltratada por las actuales políticas, hasta el mundo inmobiliario, que se ha venido abajo, pasando por el periodismo, profesión que debe reinventarse completamente.
Estas tres profesiones, encarnadas en tres distintos personajes, todos en relación entre ellos, trazan un retrato transversal de la sociedad, representan tres ámbitos profesionales y sociales distintos a la vez que tres modos de vida opuestos
Quería reflejar esta mezcla de mundos y de realidades. En general, mis novelas son siempre novelas corales, no me interesa particularmente la protagonista en sí misma, me interesa la protagonista en tanto que personaje que se relaciona con los otros personajes, pues al fin y al cabo la protagonista, así como nosotros mismos, no es sino en relación a los demás. Indudablemente las tres parejas masculinas de la protagonista resultan atractivos en cuanto son el motor de la trama romántica, pero creo sinceramente que los aspectos más interesantes de la obra se encuentran vinculados a las relaciones de amistad que Marta mantiene con sus tres amigos. El hecho de que la novela estuviera escrita en primera persona me permitía mostrar cómo Marta explica y comenta con sus tres amigos las diferentes circunstancias que vive y, lo que es más interesante, mostrar las tres distintas reacciones de los amigos, retratar así distintas perspectivas. A través de estas tres relaciones de amistad quería también adentrarme en la nueva manera en la que todos nosotros nos relacionamos hoy en día: las nuevas tecnologías, desde internet al wassap, se han convertido en los medios a través de los cuales nos relacionamos, incluso con los amigos más íntimos. Si te fijas, la gran amiga de Marta, Sandra, no aparece físicamente hasta el final de la novela, ella está presente, sin embargo, a lo largo de toda la narración a través de los mensajes que se intercambia con Marta.
Asimismo, Alberto, que está presente sólo en la primera parte de la novela; luego se aleja geográficamente de la protagonista, con quien establece una relación a distancia.
Él está siempre lejos y no en vano, porque su lejanía refleja la realidad contemporánea, una realidad marcada por las relaciones, sean del tipo que sean, a distancia. Hoy la mayoría de relaciones son a distancia y las nuevas tecnologías son los medios a través de los cuales podemos mantener estas relaciones ya no presenciales. Creo que en la literatura debe haber un cambio de concepto de tal manera que medios como Skype o el wassap se introduzcan en la narrativa como reflejo de la realidad.
Y, sin embargo, la literatura parece resistirse a introducir estos nuevos medios como objeto narrativo, los encuentra poco literarios.
Sí, es así, todavía la literatura considera estos medios como objetos poco literarios, pero yo no comparto en absoluto este planteamiento. Desde siempre he considerado que la literatura debe ser comprensible, debe llegar al lector, y, al mismo tiempo, debe reflejar el tiempo presente, la realidad en la que se enmarca. No creo que la literatura o, en general, la expresión artística deba ser obligatoriamente hermética y, si por el contrario, lo es, creo que debe advertirse de ello. En cuanto al tema de los nuevos medios de comunicación, me parece completamente absurdo que todavía hoy haya resistencia por parte de alguna literatura en asimilarlos y se pretenda escribir y, sobre todo, narrar las relaciones intrapersonales como en el siglo XVIII.
Elisabeth representa la aristocracia anglosajona, una aristocracia relativamente culta, una aristocracia que ha viajado y que tiene una mentalidad abierta, una arisocracia completamente distinta a la española, que se caracteriza por su incultura, su mentalidad conservadores y su cerrazón.
Precisamente por esta diferencia que subrayas decidí la trama a Londres, pues la aristocracia que me interesa es precisamente la de tradición anglosajona, una aristocracia que, por lo general, ha viajado, que tiene una determinada cultura, que tiene una mentalidad más abierta para ciertos temas, pero que, a la vez, es terriblemente snob. En España, en cambio, no tenemos una tradición aristocrática parecida; el otro día en Sevilla, se me ocurrió que la representante más parecida, por su conducta a lo largo de su vida, a esta tradición inglesa es la Duquesa de Alba, a pesar de las diferencias que indudablemente hay. Más allá de mi interés y mi fascinación por la aristocracia inglesa y, en especial, por la manera en la cual la tradición literaria inglesa la ha descrito, el personaje de Elisabeth me recordaba a mi abuela, cuya juventud narré en Contigo aprendí; mi abuela comparte con Elisabeth ese carácter frívolo, al menos para algunas cosas, mezclado con mentalidad muy estricta, algo snob, para algunos detalles superficiales estrechamente vinculados a la imagen, al porte, al comportamiento en general.
Junto a la literatura anglosajona, en tu obra son constantes las referencias cinematográficas, en especial a la gran comedia norteamericana de los años cuarenta, con Billy Wilder a la cabeza
En mi novela está indudablemente presente la comedia norteamericana, especialmente las grandes comedias de Howard Hawks, cuyas películas, a través de la comicidad, trataban distintos temas, reflejaban mucho más que una historia de amor. Basta pensar en una película como La fiera de mi niña, dirigida por Hawks, película que para mí representa el tipo de comicidad que me interesa y que quería proponer en esta novela. Por esto, no me gusta que definan Tú me acostumbraste simplemente como una novela romántica
En Tú me acostumbraste la frivolidad forma parte del carácter de algunos personajes, una frivolidad que, en una entrevista, tú misma definiste como necesaria, pero ¿es posible la frivolidad en los tiempos de hoy?
La novela, creo yo, no es frívola, aunque sí es verdad que en ella hago un elogio a un cierto tipo de frivolidad, y esto no quiere decir que todo, absolutamente todo, deba ser tomado de forma frívola, solamente que algo de frivolidad en nuestro día a día puede ser incluso positivo. Si hay una lección que se pueden extraer de Tú me acostumbraste es que la frivolidad no es necesariamente negativa, al menos en cierto grado, pues algo de frivolidad puede servir para alegrar la vida, sobre todo en circunstancias no favorables, y servir así de distracción. En general, yo defiendo la presencia de la frivolidad en la vida de todos nosotros; creo que, en cierta manera y en determinados momentos y contextos, la frivolidad es una forma de alejarse de los problemas, de salvarse ante ciertas circunstancias: Marta, la protagonista, se salva en determinadas circunstancias particularmente adversas por algunos destellos de frivolidad que tiene y que le permiten poner distancia de los problemas.
Fotografía de Rai Robledo
Dejando de lado un momento la novela, me gustaría hablar de tu trayectoria poética y preguntarte cómo influye la poesía en tu narrativa o, más concretamente, si la escritura poética ha modifico tú manera de escribir prosa
Yo tengo muchas facetas dentro del ámbito de la escritura: crítica musical, periodista, novelista, letristas de canciones, ensayista… Creo que todas estas vertientes no se mezclan entre sí, aunque también es cierto que el ritmo rápido, a veces algo frenético, de mi escritura en prosa puede ser seguramente herencia del ritmo musical y del ritmo propio de las letras de las canciones. En general, sin embargo, creo que he conseguido separar bastante cada uno de estos géneros, cuando escribo poesía pienso de una determinada manera, mientras que cuando me dedico a la prosa, sea al ensayo sea al periodismo o a la ficción, pienso de otra manera, me planteo diferente la escritura
En una entrevista que te realizaron cuando participaste en el Kosmopolis 2008, afirmaste: “letristas, poetas y cantautores escriben, y ese es el denominador común”, Toda una declaración de intenciones: desjerarquizar la cultura y poner en el mismo nivel distintas expresiones artísticas
Yo siempre he defendido que las letras musicales son poesía y, sin embargo, siempre ha existido, al menos hasta hace relativamente muy poco, una tendencia a separar la poesía de la música y, por tanto, una tendencia a considerar las letras de canciones como inferiores con respecto a la práctica poética. A lo largo de mi trayectoria, me he ocupado de la organización de Spoken Word, de un ciclo de poesía del rock, intentando así reunir estas dos expresiones artísticas y creo, sinceramente, que he sido de las primeras personas en España que ha defendido que poemas y letras pueden ser aunadas juntas y precisamente de esta convicción nació en 2008 mi libro Palabra de Rock. Ahora, y los numerosos festivales son buen ejemplo de ello, esta mezcla entre poesía y rock, entre letras musicales y poemas es más aceptada, pero cuando yo empecé era inaudito una tal comparación
Es algo muy hispánico, en Francia los textos de Serge Gainsbourg fueron publicados dentro de una colección de poesía y nadie cuestionó esta decisión editorial
Aquí sólo ahora nos estamos empezando a dar cuenta del diálogo entre música y poesía y, sobre todo, de la posible equiparación de los autores de letras musicales con los poetas. Pensemos en Bob Dylan o Leonard Cohen, en Estados Unidos eran considerados como poetas, mientras que aquí en España no, al menos hasta muy poco. Sin embargo, afortunadamente, algo está cambiando desde el momento en que a Leonard Cohen se le premio con el Príncipe de Asturias, este reconocimiento es un gran paso adelante con respecto a antes. Yo recuerdo que cuando me dedicaba a la crítica musical y me interesaba por las letras de las canciones, nadie me hacía caso, cuando hacia énfasis en las referencias a William Blake en las letras de Héroes del Silencio a nadie le importaba, lo consideraban casi absurdo.
Como periodista, ¿cómo te explicas este fenómeno de infra-valoración del rock y de los letristas?
A voz de pronto, creo que hay dos motivos que han fomentado esta circunstancia: en primer lugar, en España siempre ha predominado la tendencia a separar expresiones artísticas, a no querer mezclar aspectos culturales distintos y, en segundo lugar, aquí, en España, desde un principio el rock no fue asimilado como cultura, como expresión cultural, siempre ha sido considerado como mero entretenimiento. También es cierto que los años de dictadura no favorecieron a que llegase el rock en su momento de máxima expresión y, todavía menos, que fuera asimilado con la misma intensidad con la que se asimiló y se introdujo en la cultura de otros países, como es el caso de Estados Unidos. Recuerdo hace algunos años, estaba yo en Estados Unidos junto a mi ex –pareja Javier Colis, que actuaba juntamente a Leonard Cohen, cuando una mujer de unos ochenta años se me acercó para comentarme lo espectacular del espectáculo y lo maravilloso de la música que acaba de escuchar. Mientras aquella mujer de ochenta años, en Estados Unidos, escuchaba rock, en España, mujeres de su misma generación, no apreciaban la música experimental de Javier Colis, no escuchaban rock, seguían teniendo a la copla como su música de referencia. Ahora, esto ha cambiado porque tenemos una generación de personas de cuarenta o cincuenta años que ha crecido y se ha formado con el rock y que, por tanto, lo considera cultura.
A través de tu literatura, pero especialmente desde el ejercicio periodístico y a través de tus ensayos, siempre has reivindicado el underground como cultura equiparable a la cultura oficial y de prestigio
Puede que en la literatura me haya distanciado un poco de ese ambiente y de esa cultura underground a la que, sin embargo, sí he dedicado muchas páginas a través del periodismo o del ensayo. De la misma manera que siempre he intentado combatir todos los prejuicios que rodeaban el mundo del rock, he intentado desacralizar el concepto de literatura en el sentido de la literatura como algo necesariamente sesudo y hermético para el gran público. De la misma manera que a mí me puede interesar muchísimo un denso ensayo de Guy Debord [autor de La sociedad del espectáculo y padre del situacionismo], me puede gustar una novela de Jane Austen o una novela contemporánea de fácil lectura. Todo debe tener su lenguaje y su estructura, todo tiene su contexto, y una cosa no excluye la otra.
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