¿Sirve la APA para algo?
Por Clara Cordero , 9 julio, 2014
“Se necesita toda la tribu para educar a un niño”
Está claro que la intención es que sí, que sirva para mejorar el aprendizaje de los alumnos a través de la fusión de voluntades entre padres, alumnos, centro educativo, etc. Pero la realidad suele venir siendo otra.
En un principio las APAS o AMPAS son las asociaciones de padres configuradas como entidades privadas que representa los intereses de los padres en los centros educativos de sus hijos. Suele ser ahora cuando nos toca pagar el recibo para que continúen su labor, y por eso he querido traerlo hoy a colación.
Tenemos que tener claro que la actividad de la APA es ciertamente limitada. Existen APAS muy poderosas con una alto grado de participación y otras prácticamente inexistentes, y, en todo ello, el punto clave es la colaboración del centro educativo y de los padres.
En muchos casos los padres no participan por ignorancia. No conocen las funciones de los órganos administrativos del APA y del “poder” que tiene. Pero, en la mayoría de situaciones, el problema de la falta de atención es que los padres necesitan solventar problemas académicos principalmente y el APA no se implica en ello, entre otras cosas porque el centro educativo suele tener un sistema muy rígido de colaboración a este respecto. Y claro, la gente se desanima y acaban literalmente pasando de la APA. A los que les sobrepasa la situación cambiarán de colegio a sus hijos y el resto seguirá protestando sin más porque no conocen las posibles armas para corregir determinadas situaciones.
Obviamente, el principal inconveniente, es la falta de participación. No podemos quedarnos con los brazos cruzados y no debemos tener la necesidad de tener que cambiar al niño de centro, porque en todos los sitios cuecen habas, como se suele decir, y pueden ser peores.
La idea de la existencia del APA es facilitar y mejorar el paso del alumno por la escuela, implicándose en actividades, talleres, y un diálogo productivo que mejore significativamente el trato con la escuela y con el total de la comunidad educativa.
Por lo que veo esto se consigue en contadas ocasiones, más bien casi nunca. Quizá habría que plantear la posibilidad de que los padres pudieran optar a mejorar la labor de la escuela, por supuesto, dentro de un marco razonable y atendiendo a determinados conceptos, donde se sobreentiende que conocen las situaciones. Muchas veces el problema es la escasa comunicación centro-familias.
Por ejemplo, el caso de un centro que resulte poco innovador en sus metodologías. Los padres como responsables primeros en la educación de sus hijos pueden solicitar y proponer ideas para mejorar esas metodologías, y el APA en representación de todos puede facilitar esa labor a la escuela. La pelota cae entonces en el tejado de la escuela, que los atiende educadamente, pero que, no sabemos por qué, lo deja aparcado. La consecuencia de esto es que el APA va cayendo en picado saturado de tanta impotencia.
Lo que está claro es que si queremos una escuela del siglo XXI en el aprendizaje de los alumnos y en su bienestar escolar deben estar todos.
Toda la comunidad educativa responsable, donde los maestros y el resto de la escuela, los padres, los órganos pertinentes de gobierno, y, por supuesto, los alumnos, contribuyan solidariamente y de una manera cooperativa en el ejercicio de un aprendizaje eficaz y de calidad.
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