Sobre la vida en Marte. Adiós a David Bowie.
Por Víctor Mora , 11 enero, 2016
Cuando escuché Heroes por primera vez, como supongo le ocurrió a todo el mundo, supe que Bowie me estaba hablando a mí. Esa es, quizá, la cualidad más importante que nos permite distinguir a una estrella. Bowie nos dijo sin titubeos que podemos ser héroes, y comprendimos entonces que todas y todos a los que nos hablaba, estábamos de alguna manera siendo protagonistas de esa misma historia; la historia de los que tienen que recordarse constantemente que pueden ser algo distinto de lo que el mundo les dice que son. Para muchos es una tarea constante, diaria, recordar que podemos ser héroes, y decirnos que, aunque el mundo nos diga lo contrario y aunque tengamos aparentemente un destino prefijado, podemos quebrar esas reglas y ser lo que queramos ser, en cada situación y en cada momento, en cada capítulo de una historia escrita por nosotras y nosotros, como hacen los héroes. Bowie ocupó entonces, como decía, el rango de estrella, porque ser una estrella es, como bien sabemos, servir de guía; y Bowie fue (y es) la guía más visible, incansable y brillante.
Estos días van a sucederse, por seguro, infinitos relatos sobre su carrera, logros profesionales y capítulos personales; y no tiene sentido para mí hacer aquí una enumeración de favoritos ni nada parecido. El imaginario sobre odiseas espaciales, viaje por las estrellas y vida en otros planetas, ha dibujado una imagen de David Bowie como un ente externo (que cayó a la Tierra, que vino para salvarnos) revestido con aroma mesiánico. Para mí, al hilo de la heroicidad de recordarnos que podemos ser lo que queramos ser (y que esa es, precisamente, la mayor de las heroicidades imaginables y alcanzables), reconozco en mí al Bowie que se dedicó a transitar por las categorías de identidad aparentemente rígidas, como forma de complementar el propio camino personal, la propia identidad. Transgredió el género, la sexualidad y el imaginario asociado a elementos identitarios tan rígidos como lo son estos (y despertó y abrió de esta forma la imaginación de tantos). Bowie transitaba por los conceptos categóricos de forma temporal, restando gravedad, bailando entre las formas. Abrió el horizonte de lo posible y se reveló como el ejemplo terreno de lo imaginable, lo cambiante, lo fluido y mutante. La mayor heroicidad es ser siempre quien eres, que no es otra cosa que quien quieres ser en cada sección y cada verso de los capítulos de la vida.
El sentimiento de extrañeza perpetua, la vida en Marte quizá, porque no parece posible en la Tierra, es la historia de todas y todos a los que Bowie nos habló directamente en algún momento. Nos habló y nos dijo que podíamos ser héroes. Gracias, gracias siempre.
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