Testículos
Por Oscar M. Prieto , 29 noviembre, 2016
La etimología de las palabras es como su código genético, gracias a ella podemos ver en el verbo el perfil desgastado en la moneda sobada, el sentido en la palabra tantas veces pronunciada. Testículo, viene de testigo. Los romanos para jurar, en lugar de poner su mano sobre Constitución o Biblia, sujetaban con ella el testículo derecho como prueba de decir verdad.
Los testículos de un chimpancé de unos 45 kilos pesan 120 gramos, mientras que los de un gorila de 160 kilogramos pesan juntos 30 gramos. Esta diferencia la explican algunos autores aduciendo a que en el mundo chimpancé, varios machos deben competir por una hembra, que puede ser inseminada por más de uno, por lo que los espermatozoides deben andar listos si quieren triunfar. Los gorilas, sin embargo, no tienen ningún competidor a la hora de fecundar, por lo que no necesitan más tamaño. Además de para testificar y por su peso, se suele hablar coloquialmente de los testículos como metáfora del coraje: tiene un par, echarle un par, etc. Incluso la hombría y el valor de los hombres hay quien los mide por el tamaño de sus órganos genitales, excluyendo del baremo todo lo que tenga que ver con la inteligencia y los afectos. Y claro, pasa lo que pasa.
No necesito de balanzas para saber quien los tiene bien puestos, son muchos los hombres que no hacen alardes de testosteronas, que con su actitud demuestran su valentía ante la vida. Es el anciano que cuida a su mujer anciana, que ya ni siquiera le reconoce. Es el niño con la cabeza afeitada y pulsera de papel en la muñeca, que se aferra a la vida y se encara sonriendo a la enfermedad, son los padres –como el mío– que se dejan la piel por su hijos trabajando como burros, sin pedir nada a cambio, sin siquiera decirlo. Son los que asumen su deber y también quienes son capaces de ir en contra todo si están convencidos de su idea. Tanto les debemos, sobre todo el día a día, lo extraordinario de su normalidad, su esfuerzo cotidiano. Pasamos a su lado y no nos damos cuenta de su coraje, de que los tienen bien puestos, porque siempre están ahí, casi siempre en silencio. Ellos son testigos de los hombres buenos.
Salud.
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