Titiriteros
Por José Luis Muñoz , 9 febrero, 2016
El caso de los titiriteros encarcelados en Madrid empieza a levantar sarpullidos democráticos en buena parte de la ciudadanía que lo juzga como un proceder arbitrario, autoritario e impropio de un estado de derecho. En algo parecemos estar todos de acuerdo. El espectáculo programado para los carnavales de la ciudad del oso y el madroño no era en absoluto adecuado para niños. A lo mejor tampoco para mayores, por cuestiones de otra índole: estéticas, por ejemplo. Así es que la derecha del país, que uno ya no sabe dónde está ubicada después de oír el rancio discurso de Alfonso Guerra hace unos días (Qué mal que envejecen algunos, me comentó una amiga), se ha apresurado a linchar a los titiriteros, y un juez de Madrid ha dictado una medida extrema contra ellos, prisión incondicional sin fianza, como si los titiriteros tuvieran en su poder armas de destrucción masiva, con la peregrina acusación de apología del terrorismo y la aplicación estricta del nuevo código penal (otra ley a derogar urgentemente cuando el PP haga las maletas). La derecha, como no, la mediática, que ya ocupa la totalidad de le prensa escrita de este país, y la acreditada como tal, que ocupa la sede de la calle Génova registrada por la policía, arremete, además, contra el ayuntamiento de Manuela Carmena, que ha salido a dar explicaciones sobre lo sucedido y promete depurar responsabilidades en su equipo de gobierno (lo siento, pero la alcaldesa debía haber sido contundente y haber retirado de inmediato la denuncia), y lincha a esos dos titiriteros por un espectáculo que han montado en otras provincias (Granada) sin que nadie se eche las manos a la cabeza.
El espectáculo fue inadecuado, y violento (aunque, a decir verdad, más violento es un telediario, o todos las representaciones de polichinelas lo son, porque siempre he visto a alguien dando palos a un semejante, a un pobre lobo, o a un oso, o a una viejecita bruja, porque lo de dar palos forma parte del espectáculo), en eso estamos de acuerdo todos, pero de lo que disentimos, o disiento yo, con todo respeto por la decisión del señor juez (los jueces no son infalibles, porque son humanos, la cagan, y quizá, señoría, con todo mi respeto, la haya cagado bien cagada en este caso) de mandar a prisión sin fianza (algo que no se ha hecho con los peligrosísimos Rato, Blesa y los centenares de investigados, eufemismo de imputados, del PP) a dos infelices titiriteros a los que se les acusa de enaltecer el terrorismo (y de ser una banda terrorista, también, de paso), lo que me parece chusco viendo la prueba, la pistola humeante, que es la pancarta de Gora-AlkaETA. Pero no se trata de ninguna broma, no, que la cosa va en serio aunque estemos en carnavales (el ministro del interior en funciones, el que habla con su ángel de la guardia a diario, se ha puesto muy solemne), y a esos titiriteros les pueden pedir hasta cuatro años de prisión por una auténtica chorrada.
Sería grotesco que hubiera que llevar este asunto al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, gastar papel y tiempo para que nos afearan por esta arbitrariedad. Ya es grotesco el acto en sí, e imagino la de sonrisas que deben circular por las cancillerías europeas ante esta desproporcionada, a todas luces, medida judicial que va a hacer competencia en las chirigotas de Cádiz al asunto del Ecce Homo. Ya imagino a Nicolás Maduro hablando de la penosa situación democrática que padece España que encarcela a unos titiriteros por un espectáculo callejero, y habrá que darle la razón porque en Venezuela no hay titiriteros encarcelados.
Causa escándalo, sonrojo, cuando no indignación (porque me imagino que los titiriteros lo deben de estar pasando francamente mal por esta situación absolutamente kafkiana, se preguntan en la cárcel si están sufriendo una pesadilla, si han viada en el espacio y han representado la infausta obra en Guinea Ecuatorial u otro país de parecido calibre democrático), que circulen pederastas confesos por la calle, los corruptos no sean metidos directamente en la cárcel por robar cantidades millonarias a las arcas públicas, que perjudican directamente a los ciudadanos, a mí y a usted, y se ensañen con esas dos personas que han montado un espectáculo penoso para niños, de acuerdo, pero nada más.
Si se aplicara esa maravillosa doctrina que se ha aplicado con los titiriteros, mucho me temo que yo iré a hacerles compañía por muy diversos motivos. Por enaltecimiento del nazismo, porque en la portada de un libro mío sobre Auschwitz hay una esvástica y dentro de él un nazi razona sobre las bondades del Holocausto; por enaltecimiento del terrorismo, porque los personajes de tres de mis novelas, si la memoria no me falla, son etarras y seguro que dicen en algún momento de la narración Gora ETA; por enaltecimiento del asesinato, porque mis personajes de novela negra matan mucho y bien; por ataque a las fuerzas de orden público de mi país y del mundo entero, porque en mis novelas hay mucho policía corrupto…. Su señoría, y el PP, por parecidos motivos pueden desenterrar a William Shakespeare, en cuyas tragedias la institución monárquica no quedaba muy bien parada, pedir su extradición al gobierno británico y llevar sus restos a hacer compañía a los titiriteros por haber escrito sobre reyes homicidas que desacreditan la institución monárquica. Hagan una cárcel muy grande, por favor, antes de que se marchen de por vida a la oposición, o se disuelvan, o, como pide Compromís, los ilegalicen (ya se sienta el PP en el banquillo), para todos los que hacen algo por la cultura de este país y abogamos por la libertad de expresión que costó sangre, sudor y lágrimas conseguir, porque somos gente peligrosa, dañina, a la que odian profundamente, y nos meten dentro de ella para que no les critiquemos y permanezcamos mudos, que es lo que desean.
Ese juez bendito ha hecho historia. Bufa.
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