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Los paladines del rey

Por José Luis Muñoz , 23 agosto, 2020

Mientras nuestro rey emérito revela el destino de su exilio (Abu Dabi, Emiratos Árabes, país que, como los de su entorno, se caracteriza por el respeto a los derechos humanos), alojado, al parecer, en la suite de un hotel de lujo a 10.000 dólares la noche (uno se pregunta qué entra en ese precio aparte del desayuno con Möet Chandon y caviar ruso de beluga) como pago en especias, supone uno, mal pensado que es (se acabó eso de ingresar las comisiones en sociedades pantalla ubicadas en las islas Caimán, que todo se sabe), le han salido en el reino que deja en su estampida 70 paladines que juran batirse por su honor y han firmado un manifiesto en toda regla agradeciendo al monarca su papel en la restauración democrática de este país.

No le voy a negar al emérito ese mérito que le asignan. Seguro que es bien merecido. Entre él y Adolfo Suárez hicieron un verdadero encaje de bolillos para que las cortes franquistas se suicidaran, aparentemente, pero echo mano del gatopardiano  Giuseppe Tomasi de Lampedusa y su frase Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie para desinflar ese suflé de gloria patria. Pues eso fue lo que pasó. Hubo cambios de chaqueta, camisa y maquillaje, y a los que no les iba la cosmética les pasó por encima la apisonadora de la historia.

Los paladines de ese manifiesto, entre los que se encuentra en buena compañía el lenguaraz Alfonso Guerra que comparte folio con Rodolfo Martín Villa y un buen puñado de ministros del PSOE y PP, pasan por alto las zonas oscuras del monarca (una lista de posibles delitos cometidos) con el argumento de la presunción de inocencia. El melifluo Francisco Marhuenda, defensor de causas perdidas (todo aquel sobre el que jura su inocencia acaba siempre entre rejas) dejó días atrás la perla de que el Emérito, pobre, no se podía defender de tanta calumnia: por eso se ha fugado en vez de dar públicas explicaciones.

No sé si el exilio de este personaje de la farándula, que fue jefe de estado, será dorado. Seguramente habrá mucho oro (grifería, por lo menos) en la suite en la que sus amigos íntimos que rezan a la Meca lo han instalado a cuerpo de rey; ni si será feliz alejado de los suyos, en el caso de que los tenga a estas alturas de la telenovela. Podría sorprendernos próximamente si lo vemos con atuendo de Lawrence de Arabia, rezando mirando a la Meca y arabiza su nombre. Todo puede pasar en este esperpento que nos entretiene el verano.

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