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Todos con el bombero expedientado.

Por Carlos Almira , 10 abril, 2017

La semana pasada, un bombero se negó a colaborar, según lo exigía su trabajo, en el embarque de armas destinadas a Arabia Saudí (y, muy probablemente, a la guerra olvidada del Yemen). Esta objeción de conciencia le ha valido la apertura de un expediente disciplinario. Como estamos en la Semana Santa cristiana, quiero reflexionar a propósito de este episodio, porque creo que el orden y el Derecho profundamente violento e injusto, sobre el que vivimos en occidente, en el mundo, (como sobre el cráter dormido de un volcán), tiene mucho que ver con el pensamiento político cristiano, y con la asunción como normal, de sucesos como este.

Para empezar, quiero aclarar lo siguiente. Yo creo que hay tres niveles distintos entre sí, en lo que se refiere a los valores: la Ley (Derecho), la moral (valores culturales), y la Ética (valores universales). El primero, protege desde el Estado a una comunidad política; el segundo, protege desde las relaciones sociales y sus valores, a una comunidad humana; sólo a la Ética le compete la defensa incondicionada de toda la Humanidad, siempre, en cada momento, y sean cuales sean las circunstancias. Y cuando digo toda la Humanidad, incluyo no sólo a la actual, sino a la del pasado y a las generaciones futuras. Si me apuran, incluso incluyo a todos los seres, vivos e inanimados, que conforman la trabazón misteriosa del mundo. Por esta razón, la Ética rara vez podrá conciliarse con la moral (defender a los franceses, a los españoles, a los católicos, etcétera); ni menos aún, con el Derecho.

Evangelio de Lindau

En el Evangelio se lee: «Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios». Pues bien, en la medida en que una religión aspire a defender valores universales, este mandato (seguramente un añadido tan ajeno al Jesús histórico como aquel otro, de las bienaventuranzas, «bienaventurados los pobres de espíritu…», en vez de «bienaventurados los pobres», a secas), en la medida, digo, en que el Cristianismo aspire a ser una religión que tenga en cuenta a todos los seres humanos, y al mundo entero, este mandato es falso y no se debe nunca seguir. Debe substituirse por aquel otro atribuido a Diógenes de Sínope: «Todo es de los dioses». Los cristianos a secas, no deben nada al César.

¡Ay, sin embargo, de quien anteponga su conciencia ética a las leyes o a la moral, porque será perseguido, como un enemigo del género humano! Y sin embargo, es una obligación de todos nosotros, de todos sin excepción, anteponer la Ética a los otros dos órdenes de valores, siempre y en todos los casos, sin ninguna salvedad. Sólo quien haga esto, podrá ser considerado además ( o en vez de) ciudadano (o súbdito), además de francés, español, católico, musulmán, etcétera, un ser humano a secas, en el sentido universal de la expresión. Esto es, un afín a todos los hombres y, si me apuran, a todos los seres que han existido, existen y existirán. El resto sólo son (o somos) un fruto de las circunstancias históricas y biográficas, porque nadie elige nacer en tal o cual grupo humano, ni bajo tales o cuales leyes. Pero hay la Humanidad. Pues bien, con su acto, el bombero expedientado ha escogido lo universal frente a lo particular: ha optado por la Humanidad y el conjunto de los seres.

¿Y los demás, y sus compañeros? Ellos han ante-puesto la disciplina, las leyes, y lo que la mayoría cree que es lo correcto en tales casos (la moral, «pues chico, si no quieres hacer esas cosas, nadie te obliga, busca otro trabajo», etcétera), han ante-puesto el Derecho y la Moral a la Ética. Es decir, han elegido las leyes del Estado Español y lo que la mayoría de sus conciudadanos piensa que es lo correcto, cumplir con disciplina los términos de su contrato y su obligación como funcionarios públicos, a la humanidad, que sufrirá la guerra hecha con las armas que ellos han ayudado a transportar a los barcos. Han elegido al César.

Ningún trabajador, ninguna persona decente, debería participar en el sufrimiento de otros seres humanos. Por desgracia, los Evangelios que nosotros conocemos, escritos y reescritos durante los primeros años del cristianismo, donde se lee que hay que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, tienen más que ver con el Imperio Romano, su moral y su Derecho, que con el Jesús histórico (el profeta judío y anti-romano, que predicaba a los pobres el «Reino de Dios» y el fin inminente de los Tiempos).

Pero esta es otra historia.

 

 

 

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