Treinta y cinco años de Apocalypse Now
Por Alonso Barán , 17 julio, 2014
El 15 de agosto se cumplen 35 años del estreno de Apocalypse Now. Huelga decir que es una obra maestra del cine: geniales actores, genial dirección, genial ambientación en la jungla de Vietnam (aunque se rodó en Filipinas), acción, helicópteros atacando al son de «La carga de las Valkirias» de Wagner… desde mi punto de vista esta adaptación cinematográfica supera a la novela “El corazón de las tinieblas” en la que está inspirada.
Pero lo mejor de la película es la disquisición filosófica en la que se estructura. Todo el film gira en torno a la ética y en lo complicado que es establecer qué es el bien y qué es el mal. Una genialidad de planteamiento cinematográfico de la pregunta que más quebraderos de cabeza ha dado a filósofos de todos los tiempos.
Al capitán Willard (Martin Sheen) le encomiendan la misión de asesinar al coronel Kurtz (Marlon Brando). A simple vista parece un encargo más dentro de un ejército en guerra, pero Coppola nos ofrece una magnífica escena en la que aparece una grabación de la voz del coronel Kurtz diciendo que «le gustaría ser como el caracol que se desliza por el filo de la navaja sin cortarse». Los mandos del ejército que encomiendan el asesinato a Willard usan esta grabación para mostrarle que Kurtz se ha convertido en un loco peligroso y, por lo tanto, no debe temblarle el pulso a la hora de matarlo.
La metáfora del caracol es brillante, pues la fina línea que separa el bien del mal es el filo de la navaja. ¿Fina línea? Parece arriesgado decir que el bien y el mal están separados por algo tan delgado, ya que podemos ver que matar es malo y no matar es bueno. A simple vista, al bien del mal lo separa un abismo, no el filo de una navaja.
Bien, ¿y si usted es un soldado al que le encomiendan matar a un soldado compatriota porque se ha salido del código moral de su ejército para actuar de tal forma que permita ganar la guerra a su país? Me explico: los altos mandos, subrepticiamente, dicen al capitán Willard que no se haga preguntas sobre la moralidad de este asesinato, pues ellos, los garantes de su moral de soldado, le están diciendo que es correcto matar a un compatriota porque se ha vuelto majara y está fuera de control. Parece algo razonable, un tanto zafio y escabroso, pero no carente de justificación. Matar es cumplir con la moral. Matar es correcto, ergo, es bueno. No hay más que pensar.
Pero sí hay más que pensar. A usted, soldado, su general le da una orden que se basa en un código moral que usted comparte, pero dicha orden contraviene ese mismo código moral: un soldado no mata a otro soldado del mismo ejército porque se lo diga un superior.
Pero claro, a usted, soldado, le dicen que Kurtz se ha convertido en un enemigo y debe matarlo. Ya tenemos servido el dilema moral. Aquí está el filo de la navaja: ¿es malo o bueno matar a su compatriota en este caso?
Su superior le dice que sí y que está justificado. Pero aquí no acaba la cosa.
Resulta que mientras remonta el río, el capitán Willard descubre que el coronel Kurtz no es un loco, sino un genio que sabe cómo ganar la guerra, solo que nadie le escucha y va a hacer lo necesario para derrotar al enemigo: ha decidido salirse del ejército y abandonar su moralidad: se ha convertido en un librepensador que crea su propia moral.
Coppola representó esto con una genial metáfora visual: la jungla. Kurtz vive en el espesor de la selva, fuera de la civilización. En la naturaleza no rige la moral, por eso Kurtz, un librepensador que debe vivir fuera de la ética para ganar la guerra, vive en plena jungla.
Simplemente, genial.
Aquí se afila la navaja: usted, soldado, debe matar a un hombre que es un genio librepensador que vive fuera de la ética y que está haciendo las cosas bien para ganar la guerra. Pero debe matarlo porque contraviene los usos que su ética le dice que son buenos: se ha convertido en alguien que piensa con libertad, que piensa sin ataduras morales.
Este librepensador vive y actúa fuera de la civilización. Un acto es bueno o malo dependiendo del código moral que lo juzgue, pero si se produce en un lugar que no conoce un bien o un mal, un lugar en el que no rige una ética, ¿son buenos o malos esos actos? ¿Se pueden juzgar y condenar estos actos basándose en una ética foránea?
En menudo nos hemos metido: si Willard no mata a Kurtz, no hace lo correcto según su moral. Si lo mata, no hace lo correcto según lo que piensa por sí mismo. Si lo mata, está matando a alguien porque sus actos son malos según una ética que no tiene alcance en ese entorno. Si no lo mata, estará aceptando que sus actos no son malos y por eso le deja vivir. Pero en la naturaleza no existe el bien ni el mal ¿o sí?
La solución que nos da Coppola no llega a la genialidad del planteamiento. Al final, representa a Kurtz como una suerte de loco que ha convertido su Sangri-La particular en una Matanza de Texas.
No sé usted, querido lector, pero yo creo que es demasiado simple culpar de los actos agresivos humanos a la falta de moral. Bien es cierto que la ética sirve para que podamos convivir en paz. Pero lo que es bueno para unos es malo para otros, y por ello estalla el conflicto. Todo código ético es etnocentrista y por ello un lenguaje moral diferente al nuestro nos resultará agresivo.
Así que, lo que el hombre ha creado para poder vivir en paz en el interior de su comunidad, se convierte en el doble filo de la navaja: genera el conflicto con otra comunidad.
Al hilo de esto, es coherente pensar que Willard, en ese entorno natural carente de ética ha creado su propia moral y por eso asesina a Kurtz, el representante de una moral que a él le parece aberrante.
O también se puede pensar lo contrario.
Querido lector, con la ocasión del treinta y cinco aniversario de su estreno, vea Apocalypse Now y piense por usted mismo.
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