TU VIDA EN UNA CANCIÓN Y POR QUÉ LOS MÚSICOS MUEREN JÓVENES
Por Alfonso Vila , 12 abril, 2014
«Yo seré tus ojos, nena, miraré por ti»,
le prometió el Juanma a su chica.
Ahora él tampoco para de soñar
con gramos de polvo y chutas de insulina.
Luego se despierta y piensa en ella ahí tirada,
medio muerta en una cama del hospital.
(Surfin Bichos, Gente Abollada)
Fernando Alfaro sabe bien de lo que habla. Lo ha contado él mismo y no lo repetiré yo.
Lo curioso del caso en que en 1988 Fernando nos contó con muchos años de antelación “Réquiem por un sueño”, la película de Darren Aronofsky. Nos la contó entera. En unos pocos minutos, en unas pocas estrofas.
Claro está, podemos pensar que hay un truco, la película de Aronofsky se basa en una novela de Hubert Selby Jr., publicada en 1978. ¿Había leído Fernando Alfaro a Hubert Selby? En realidad no hacía falta. La historia que cuenta es universal. Vale para Brooklyn y vale para Albacete. La historia que cuenta es la historia de cualquiera. Y también la historia del escritor, la historia del músico…
¿Qué tienen ciertos números? El 27, por ejemplo. ¿Qué pasa con el Club de los 27? ¿Por qué tiene tantos miembros y por qué la cosa no tiene visos de parar? Repasemos… Jim Morrison, Janis joplin, Jimi Hendrix, Kurt Cobain… Hace poco Amy Winehouse, otro peso pesado de la música… ¿Casualidad, maldición, castigo divino? ¿Un extraño fenómeno de imitación, tal como apuntan palabras del propio Jim Morrison o del propio Kurt Cobain? Naturalmente esta imitación no tiene porque ser consciente, voluntaria, pero eso no quita que no pueda haber una relación digamos “natural”, es decir sin intervención de ningún espíritu, ser malvado del inframundo, dios vengativo, ni nada de esto en todas esas muertes. Además de la más simple y pura casualidad. Sí, he dicho casualidad y yo mismo no creo en ella. Y no creo en ella porque si ampliamos la lista, si aumentamos el muestrario unos dígitos por arriba y por abajo, el número resultante es apabullante. Es verdad que muchos se plantaron en los 27, pero sumados a los avanzados (como Ian Curtis o Sid Vicius) y a los retrasados (como Hank Williams) el número de músicos muertos antes de los treinta, es decir, en plena juventud, es muy alto, demasiado alto en comparación con los muertos en otros sectores culturales y artísticos, como pintores, escritores, etc, que creo que es el grupo al que debemos dirigir nuestra vista a la hora de cualquier comparación.
Si uno empieza a indagar un poco por su cuenta, lo primero que leerá serán frases de este talante: “por lo general se trata de casos relacionados con el abuso de alcohol y drogas” (http://es.wikipedia.org/wiki/Club_de_los_27). Por cierto, por si no os lo han dicho aún… No os fiéis de la Wikipedia. En general está bien para empezar un estudio, pero puede tener errores y desde luego tiene importantes omisiones. Sin ir más lejos a Hank Williams le atribuyen muerte “en accidente de circulación”, y no, chaval, murió en un coche, pero no murió por causa de un coche, que no es lo mismo.
Y esto me lleva a la segunda gran causa de muerte prematura entre los músicos: los accidentes. Los hay muchos y de todos los tipos… Avión: Las muertes de Buddy Holly y Richie Valens son las primeras que le vienen a cualquiera a la mente, pero hay una enorme lista de accidentes de avión, avioneta y hasta helicóptero( el caso del guitarrista Stevie Ray Vaughan). Coche: Cecilia, Nino Bravo, Jesús de la Rosa, Eduardo Benavente… Hasta hay quien se ahoga en un río: el caso de Jeff Buckley. Una muerte, dicho sea de paso, muy poco “glamurosa”, tal como dice bien Brais Iglesias Castro en la revista Iwrite (http://iwrite.es/musica/jeff-buckley-ahogado-por-el-blues-en-el-misissipi/). Y tal vez sea esa la pregunta del millón… ¿Una muerte por sobredosis de drogas o alcohol hubiese adherido sin ninguna duda a la figura de Jeff esa condición de rock-star para el gran público? ¿De eso se trata todo, de no tener una muerte vulgar?
Tal vez esto sea en parte cierto. Tal vez…
En un momento dado, un músico tan veterano como Robbie Robertson, cantante de The Band, responde muy escuetamente a una pregunta de Scorsese con una frase que no te puede dejar indiferente: “¿Por qué dejarlo? No queremos morir en la carretera” (The last valtz, 1978). Ese es un buen motivo para acabar con una carrera de casi veinte años. Y si hablamos de las carreteras españolas de los sesenta, los setenta y los ochenta, ¡qué vamos a contar! Habla con algún músico con muchos bolos a su espalda y verás lo que te dice. Los músicos viajan más, con prisa la mayoría de las veces y hasta hace poco de cualquier manera. Por eso hay más accidentes de músicos que de escritores, pintores o actores.
Pero pese a todo siguen siendo el grueso de la lista…
¿Pero qué son todos?… ¿Unos yonkis, unos borrachos, unos locos del volante? Y suicidas… No olvidemos a los suicidas…
Pongámonos en el caso de alguien ajeno por completo al mundo de la música. Alguien al que se le planta la estadística delante de sus narices y sólo tiene los fríos datos para averiguar la causa de esa “epidemia misteriosa que está asolando a los músicos”, ¿qué pensaría? Un médico no podría llegar a conclusión ninguna. Un sacerdote tal vez nos hablara del “vacío espiritual” y otros conceptos semejantes. El día de la muerte de Kurt Cobain, que yo recuerdo perfectamente porque por entonces era un adolescente que vivía pegado a una emisora de radio, un portavoz de la iglesia habló en la televisión sobre “el vacío espiritual”, no ya de su líder (del supuesto líder) sino de toda la juventud. A mí esas palabras no me gustaron nada, lo confieso (por desgracia no las apunté, entonces aún no tenía la manía de ir por ahí escribiendo artículos) pero me parecieron por una parte muy entendibles (¿cuántos obispos habían escuchado a Kurt Cobain?), pero por otra parte una falacia de una simplicidad evidente. Porque, volvemos a los mismo, ¿acaso los pintores, escritores, fotógrafos, escultores y demás gentes del gremio no tienen nunca vacío espiritual? ¿Y el resto del mundo, los que no son artistas ni tienen nada que ver con el arte, la creación, los nobles o viles oficios (según se mire) de la cultura, esos no sufren esa terrible plaga?
La gran diferencia entre los músicos y otros artistas es, a mi juicio, que los músicos tocan el cielo antes, con mayor fuerza y con los bolsillos llenos de moneditas doradas y luego la hostia, sobre todo teniendo lo mucho que les pesan los bolsillos, es de esas que se oyen a diez kilómetros a la redonda. Vamos, que se la pegan pero bien pegada. Y luego vienen declaraciones como:
–Sí, pero no nos dio tiempo a estar enganchados. Éramos muy jóvenes. Claro que coqueteábamos con la heroína. Pero no nos dio tiempo a vivir un infierno con ella. Vivimos la etapa guay, de subidón. Yo no recuerdo ver mal a Eduardo ni un día.
Ana Curra: entrevista para El País.
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/03/08/madrid/1331240393_643349.html
(Pongo el link para que los posibles interesados lo encuentren con facilidad. La entrevista es, como todo lo que dice su autora, tan brutal como interesante, sin desperdicio, y sí, no tengo problema en declararme “currista”, aquí y donde haga falta.)
O declaraciones como las de Alvaro Urquijo y otros muchos, recogidas en el documental que Televisión Española produjo con el título de Frenesí en la gran ciudad (la movida madrileña) y que todos deben ver aunque sólo sea por admirar los trajes que se gasta hoy en día Sabino Méndez. En este documental de título desmesurado hay algunas grandes verdades y también algunos, no malintencionados, estereotipos. Y por eso uno lo mira con envidia, con incredulidad, con tristeza y con ternura, con algo parecido a la ternura que se siente por un ser desvalido. Algo muy parecido a lo que transmite 24 hour party people, la película de Micheal Winterbotton de la que ya di cuenta en otro artículo. ¡Y pensar en cómo ha acabado Tony Wilson!
Todos los países tienen sus listas de músicos muertos, incluso sus listas de músicos muertos que se salen de lo común (de lo común entre músicos: drogas, accidente en ruta, suicidio, ¿lo repetimos, continuamos con la leyenda negra?, ¡es tan fácil caer en el tópico!), como Marvin Gaye, tiroteado por su propio padre o como Miguel González López, guitarrista de Los Desechables, que no tuvo mejor idea que atracar una joyería con una pistola de juguete.
La movida es un periodo particularmente trágico. Sobre Enrique Urquijo y sobre Antonio Vega se ha escrito mucho. Son algunos de nuestros muertos más ilustres. Pero no únicos… Ulises Montero, Mauricio Aznar, Javier Encinas (“el moro”), Toti Árboles, Pepe Risi, hay muchos… De hecho, el acto que se considera como la inauguración oficial de la movida fue un concierto homenaje a un muerto, Canito, batería de Los Secretos. “No es extraño que tú estés loca por mí” cantaba Burning. Y bueno, la época hacía que todos estuvieran locos por todos y por todo. Muy jóvenes, con un éxito repentino, inesperado, con todas esas estrategias comerciales descabelladas y esos contratos draconianos, con los últimos rescoldos del franquismo ardiendo en las calles, en fin, todo eso que nos han contado mil veces y que curiosamente no deja de ser cierto. Pero pasó la movida y los muertos se fueron acumulando en el arcén, aunque a Loquillo aquello no parecía importarle, porque ellos, ya se sabe, “han nacido para correr”. ¿O sí importaban?
“Mi amigo murió/
en un accidente de circulación/
como un triunfador/
con el pie pegado al acelerador.” Pues sí, parece que al final los muertos sí importan. Esta canción está dedicada a Eduardo Benavente, pero podía estar dedicada a cualquier otro. El mismo autor de la letra tuvo un accidente de circulación cuando volvía con sus compañeros de un concierto. Y el mismo autor de esta canción también conoce de primera mano las otras potenciales causas de muerte entre músicos jóvenes.
–El artista que lo intenta repetidas veces y no tiene éxito necesita una gran madurez y confianza en sí mismo para no enloquecer de frustración e inadaptación. Aquel que, por contra, consigue una relativa popularidad se convierte en una piedra rodante, que no tiene tiempo para disfrutar sensata y reflexionadamente del dinero que gana. En la mayoría de los casos, termina consolándose con quemarlo en los caprichos más extravagantes bajo el signo de la urgencia.
(Sabino Méndez, Corre, rocker: crónica personal de los ochenta.)
Definitivamente a Sabino le han sentado los trajes tan bien como le sentaban antes las chupas de cuero. ¿Qué se puede añadir a esto? Poco más…
Lo sabemos y pese a todo seguimos tropezando con la misma piedra. El camino tiene minas por todos lados, los primeros soldados han caído, pero los que les siguen no se detienen. Generación tras generación, todos cometiendo los mismos errores.
¿Por qué el club de los 27 no para de crecer?
Pues no tengo la respuesta. Y no sé si se puede acabar un artículo sin respuesta. ¿O sí?
¿Por cierto, le importan a Loquillo o le importan a Sabino, los muertos de la canción “Autopista”, la recuerdan, la de “mi vida empieza allí, donde termina un film, con el cadáver de James Dean”? Sí, es una pregunta maliciosa. Pero no es una pregunta casual. La cabeza más visible del grupo es la que recibe todos los elogios y también todas las críticas. La cabeza más visible del grupo es… Bueno… Pensemos en Ian Curtis, en lo que se le exigía en cada concierto, y lo que él se exigía a sí mismo… Tony Wilson recordaba que Ian podía ser un tipo muy divertido… ¿Era lo que se esperaba de él, que fuera un tipo muy divertido? Son muy reveladoras las reacciones de algunos miembros de Joy Division en el momento de su entierro. Es un cabreo muy comprensible. Luego se vuelve a lo mismo: Eran muy jóvenes. Sí. Es un detalle evidente. Que se suele olvidar.
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