Un beso en la mano de todas las mujeres
Por Jesús Cotta , 25 febrero, 2014
El aborto explicado a un niño
Un niño de ocho años me dijo en cierta ocasión:
-Uno de mi clase dice que algunas madres matan a su hijo cuando está en su barriga. ¿A que eso es mentira?
Ese niño tenía aún muy reciente su nacimiento; su mamá no se había quedado embarazada de un montón de células, como dicen los proabortistas, sino de él, de su hijo. ¿Cómo le explico a ese niño que según mucha gente el nasciturus sólo tiene valor si es deseado?
No, no hay manera de explicárselo, porque el niño sabe que, deseados o no, un perrito, el sol del verano o una flor tienen un valor en sí mismos. El aborto, además, no encaja en el mundo de amor en el que ha sido educado. Así que le dije que, si alguna mamá hace eso, es porque la han engañado, porque le han dicho que no se ha quedado embarazada de un hijo, sino que tiene dentro una cosa sin valor.
De todos los insultos que he oído en mi vida contra la mujer, el más feo y malvado es ése de afirmar que lo que lleva la mujer embarazada en el vientre no es persona ni vida, sino una cosa sin valor, un espumarajo, un gusarapo. Es un insulto de hombres, interesados en reducir a la mujer a una máquina expendedora, porque son ellos, y no ellas, los que se ven realmente liberados con el aborto: pueden soltar sus cómodos espermatozoides como y con quien quieran, que ya pasarán ellas por la monstruosa experiencia de deshacerse del espumarajo. Si se quedan luego traumatizadas, es porque se empeñan tontamente en creer que se quedan embarazadas de hijos y no de gusarapos.
Si de algo sirve, hoy quiero besar la mano de todas las mujeres. Ojalá que ningún Herodes las arrastre a la muerte de su corazón y de sus hijos.
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