Un cuatro de diciembre algo sosaina
Por Víctor F Correas , 4 diciembre, 2015
Día sosaina este cuatro de diciembre. Sí, alguna cosa hay por ahí que rascar, pero no mucho, la verdad. Y si alguien quiere hacerlo, que lo haga; ancha es Castilla.
Sobre todo con alguna de las cosas que ocurrieron tal que un día como el de hoy. Por ejemplo, que a George Bush –padre- se le ocurrió enviar hace veintitrés años a más de veinticinco mil soldados a Somalia para paliar las condiciones infrahumanas en las que vivía la población a consecuencia de la sequía y guerra civil que sufría el país. “Restore hope” (restaurar la esperanza) se llamó la cosa. Dos años después, y recién nombrado presidente, Bill Clinton retiraría las tropas al no mejorar mucho el percal. Sobre todo las luchas civiles, que todavía siguen asolando el país.
Más. Una de esas que celebras con ganas: el nacimiento del primer dominical que vio la luz en la historia del periodismo, mismamente. Se llamó The Observer, y su primer número apareció hoy en Londres hace doscientos veinticuatro años. Alguno más se edita todavía, por suerte.
Otra buena. La que protagonizó el español Juan de Villarroel, uno de los propietarios del Cerro Rico de Potosí, que tal que hoy hace cuatrocientos sesenta y nueve años fundó la ciudad de Potosí, que pronto lograría fama mundial por la riqueza de las minas de plata del lugar. El dato estremece: sobre 1625, más de ciento cincuenta mil almas ya poblaban la ciudad. Que no es poco.
De nacimientos y defunciones, el asunto va variado. Hoy hace ciento veintitrés años nació el general Francisco Franco –lo dejamos ahí. Cada cual que considere lo que crea más conveniente-, y también Rainer María Rilke, uno de los grandes poetas alemanes. Sus Elegías de Duino o Cartas a un joven poeta dan fe de ello.
Espicharla, la espicharon estos dos: Thomas Hobbes, hace trescientos treinta y seis años, que nos legó el Leviathan o la esencia, forma y poderío de un estado religioso y civil; y Armand Jean du Plessis, hace trescientos setenta y tres. Hábil como pocos, el llamado Cardenal-Duque de Richelieu sentó las bases del absolutismo y de la grandeza que vivió Francia en el siglo XVII.
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