Un poema desconocido de Blasco Ibáñez
Por Alfonso Vila , 30 enero, 2014
Hace unos años –aun recorría yo los pasillos de la Facultad de Historia- hice un hallazgo que autocalifiqué de importante. Entre los legajos semi abandonados de una agonizante asociación cultural encontré un viejo manuscrito en el que se recogía para “memoria de las generaciones futuras”, la corta crónica de la bendición de una imagen, obra de tallista de reconocida fama. Me apresuré a ponerlo a disposición del profesor de Arte, dándole a conocer con una no disimulada satisfacción mi “descubrimiento”. El profesor, me interpeló aun antes de finalizar mi relato y me hizo esta advertencia, No se debe decir “descubrir”, sino “encontrar”, diferencia que he procurado tener en cuenta, no sin plantearme el siguiente dilema: Si un señor –ilustre profesor o labriego inculto- da a conocer el hallazgo de una nueva pintura en una covacha o saca a la luz, cavando su campo, una pieza arqueológica notable, se dice “ha descubierto”, a pesar de que el dibujo o la pieza en cuestión estaban allí desde un montón de siglos y fueron muchos los que pudieron “encontrarlos”, mientras que si es un estudiante quien se topa con un legajo en condiciones similares, ha de conformar-se con haberlo “encontrado”…
El caso es que después de encontrar, transcribir y, en algunos pocos casos, publicar crónicas, noticias, cuentas, notas, simples datos en fin, he descubierto –perdón, “encontrado”- un documento histórico-literario cuanto menos sorprendente por los tres motivos que expongo más adelante. También he recurrido en este caso a las autoridades en la materia dándoles cuenta del hallazgo y me han dado palmaditas en la espalda, me han proporcionado datos complementarios y hasta me han agradecido (en el apartado de los créditos de cierto catálogo) la aportación a un tema que es de actualidad en Valencia: el de Blasco Ibáñez; pero el poema –que de versos va el asunto- permanece aún no sólo inédito, sino a falta de un más completo y adecuado estudio.
Se trata, ya lo hemos avanzado, de un poema, autógrafo, de Blasco Ibáñez, escrito en valenciano y datable en 1881 y si afirmo que es sorprendente se debe a una triple motivación:
a) Blasco Ibáñez fue un relevante escritor valenciano –fallecido en 1928- que logró fama, éxitos y riqueza gracias, entre otras cosas, (porque fue también político, propietario y director de un periódico, e incluso fundador de dos ciudades en tierras argentinas) a sus muchas y famosas novelas, algunas de las cuales destacaron también al ser trasladadas al cine (recordemos, por ejemplo, Los cuatro jinetes del Apocalípsis); pero que en todos los casos fueron escritas en castellano. Cierto que también hizo sus pinitos primaverales en valenciano; pero no le conozco ninguna poesía en esta lengua.
b) El poema en cuestión estaba destinado a ser presentado a los Juegos Florales de una entidad tan revelantemente valencianista como es “Lo Rat Penat” y, concretamente, a la búsqueda de su más preciado galardón: la Flor Natural del año 1891; pero debido a una desgracia familiar no pudo actuar de mantenedor quien había sido designado previamente, que era el ex-presidente de la 1ª República española, don Francisco Pi y Margall, quien quiso delegar tan honroso y a la vez gravoso honor en su representante político en Valencia, que no era otro que el joven Vicente Blasco Ibáñez. Obviamente el poema ya no podía entrar en concurso y quedó presuntamente “olvidado”. Mi sorpresa fue también grande cuando comprobé que unos años más tarde el autor – que había participado en dichos juegos en otras ocasiones y hasta obtuvo algún que otro premio- publicaba, bajo pseudónimo, un feroz artículo contra la citada entidad y en el mismo aparecían, con los ligeros retoques que exigía el escrito, las primeras estrofas del poema que no se había dignado ni de recoger; pero ahora convertido en dardo acusador de los antaño compañeros literarios en la débil aventura valencianista de nuestro autor.
c) I ese es, en buena parte, el tercer motivo sorprendente. I digo en parte, porque lo que realmente asombra es la novedad de sus conceptos, así como la utilización poética de los prematuros avances tecnológicos: el pararrayos, el tren, el teléfono, la electricidad … i todo ello en 1891.
No menos sorprendente puede parecernos el camino que siguió el aparentemente insignificante papel –un borrador corregido nada menos que por Constantí Llombart- desde las manos de su autor hasta la de este humilde escritor; pero esto merece un nuevo artículo. Bástenos por ahora reproducir las primeras estrofas del tan repetidamente citado poema que, por cierto, lleva el animoso título de ¡¡Avant!! (¡¡Adelante!!, en castellano)
Per les altives serres y els barranchs perillosos,
Ahon abans acampaben los bandolers furiosos,
Fent difisil la marja del póbre pasatjer
Huy el pastor veu com passa, vomitant fumagueres,
Lo tren per qui es foraden les montanyes sanceres
Y que es presenta als póbles de pau com mitsajer.
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Lo comers tot ho abarca y fá que sense duptes
Dels mes distints paysos, els diferents productes
Entre sí els pobles cambien ab fraternal amor
Al Nort ell fa que vaja pera donar enveja,
Lo vi daurat d’Espanya que en lo got espurnecha
Y les pells d’allá porta en ales del vapor.
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Per les blaves planures, ahon corria llautjera
Poruga y recelosa la mercant nom velera,
L’atach esperant sempre d’algun pirata odiós;
May ‘l peixcador contempla de peu en sa barqueta
Com passa ‘l trasatlantich, l’ona deixant desfeta,
Y asotant cruel les aygües ab l’hélis poderós.
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Lo gran fluit electrich del mon se posesiona
A son oculta força inmensa expansio dona,
Extenent los seus nyervis sobre térra y baix mar;
Y funciona el telégrafo, eixa arpa gegantina
Quals cordes, puntejades per vivració divina,
Lo pensament del hóme molt llunt van á portar.
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Per un cable de ferro la llum vuy se paseja
Y encén lo voltaich foco que sens tregua espurneja,
Alcanzant en nit fosca qual sól allumenar,
El ultim pararayos la tempesta desarma
Y ‘l gicotet teléfono ab prontitut qu’alarma
La débil veu humana molt llunt fá resonar.
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