Un rey que se va, una reina que llega, Tarzán, y la Santa Granada de Antioquía
Por Víctor F Correas , 2 junio, 2015
Tarzán, Isabel II de Inglaterra y Juan Carlos I comparten protagonismo hoy. Y algún que otro ilustre exiliado, un salido y un revolucionario. Juntos pero no revueltos.
Comencemos por la realeza, que para eso tiene derechos, y tal. Aunque la cosa se venía barruntando desde hacía tiempo, no fue hasta hoy, 2 de junio, pero de 2014, cuando Juan Carlos I anunciaba su abdicación después de treinta y nueve años de reinado. Líos y jaleos varios aparte, de salud no andaba fino, así que lo mejor que hizo el hombre fue apartarse y dejar pasar a su hijo, el rey mejor preparado de la historia de España. O así nos lo han vendido. A uno y a otro los juzgará la Historia, con mayúsculas.
Uno que dejaba el trono, y otra que se subía a él tal que hoy hace sesenta y dos años. Sí, sesenta y dos. Veintisiete tenía Isabel II cuando sucedió a su padre, Jorge VI ―el tartaja que tan excepcionalmente interpretó Collin Firth en El discurso del rey―. Y ahí sigue, como una rosa. Sin apartarse para que su hijo pase, ni falta que hace. Mientras la salud le dé para tirar de la corona. Y no se le conocen demasiados achaques. Y ese Carlos, que ya no sabe qué hacer. Cosas de la vida.
Cerrando el trío inicialmente descrito, Tarzán. Más bien Johnny Weissmüller, que nació en Banat (actual Rumanía) hace 111 años. Dotado de una gran capacidad física, arrasó en natación. Uno de los mejores nadadores de la historia. Cinco medallas de oro olímpicas, un bronce y sesenta y siete récords mundiales. Cansado de nadar, se fue al cine a hacer el mono. Y lo hizo en un total de veinte películas en las que interpretó a Tarzán. Fue el sexto actor que lo encarnó. Y el mejor, sin discusión.
Y antes de ir con el exiliado, el salido y el revolucionario, un par de apuntes históricos. Con gran sagacidad por su parte, el papa Paulo III afirmó hoy hace 478 años que los indios también eran seres humanos. Los que campaban a sus anchas devastando América no es que le hicieran mucho caso. El pueblo indígena todavía sería explotado durante mucho más tiempo; y los cruzados, esos a los que otro papa, Urbano II ―el de ¡Dios lo quiere!, y lanzó a media Europa contra Jerusalén―, azuzó a conciencia, finalizaron el asalto a Antioquía hace 917 años sin que la ciudad sitiada pudiera hacer uso de su arma más mortífera: la Santa Granada de Antioquía ―Monty Python, siempre geniales―, de consecuencias absolutamente devastadoras.
Y ya que estáis esperando al salido, que ya nos vamos conociendo, aquí lo tenéis: Donatien Alphonse François, que nació en parís hace 275 años. Aunque mejor vamos a dejarlo en Marqués de Sade, que es como mejor se le conoció y conoce. De vida licenciosa, por decirlo con suavidad, se pasó gran parte de su vida en la cárcel por culpa de sus escritos. Le iba la marcha, vamos.
El exiliado fue Leandro Fernández de Moratín, que puso fin a sus días en París hoy hace 187 años. El más relevante autor de teatro del siglo XVII vio cómo su vida se extinguía alejado de un país que lo tildó de afrancesado; por creer en unas ideas que podrían revitalizarlo, hacerlo más moderno y menos dependiente de púlpitos y sotanas. España.
Finalizamos con el revolucionario. Garibaldi, que puso fin a sus días tal que hoy hace 133 años, retirado de todo y de todos. Cinco años antes dejó escritas sus memorias, donde habló de los diez años que gastó luchando por la unidad de Italia, y luego cuando anduvo por Sudamérica, enredando cosa fina. También le iba la marcha, aunque de otro tipo.
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