«Una bonita mañana», de Mia Hansen-Løve
Por José Luis Muñoz , 26 noviembre, 2025
La cineasta francesa Mia Hansen-Løve (París, 1981), que forjó su cinefilia en las páginas de Cahiers de Cinema, casi nunca decepciona en sus películas. La directora de Edén, y la cito porque allí la descubrí, es una sutil narradora de los conflictos emocionales y vitales que preocupan a la mayoría de los mortales, sabe dotar a lo cotidiano, porque los personajes de sus películas se ven inmersos en conflictos que muy fácilmente pueden afectarnos, de una patina que lo hace universal y sublime e imprime calidez a los fotogramas que componen sus largometrajes sensibles sin que caer en la sensiblería.
Sandra (Léa Seydoux), traductora simultánea en eventos internacionales y joven viuda a cargo de una hija de ocho años, tiene que tomar la dura decisión de internar a su padre Georg Kienzler (Pascal Greggory), profesor de filosofía retirado aquejado por una enfermedad degenerativa, y toma esa medida con el apoyo de su madre y exmujer Françoise (Nicole García), que lleva veinte años separada de su exmarido, y de su nueva pareja Leila (Fejria Deliba), en un geriátrico. Al mismo tiempo, y como compensación a la dramática decisión familiar que se ve obligada a tomar, el destino pone en su camino a un amigo de juventud, Clement (Melvil Poupaud), un astroquímico casado y con un hijo, con el que inicia una pasional historia de amor intermitente y nada fácil porque él no se decide a abandonar a su familia a pesar de que lo intenta.
Mia Hansen-Løve sigue en su última película los avatares de esas dos personas que se aman ciegamente (maravillosa y divertida la secuencia de ese primer beso que instintivamente da Sandra a Clement mientras este le enseña su lugar de trabajo y desencadena toda la vorágine posterior), pero son conscientes de lo complicado de su relación porque nace dañando a otra persona. La directora de Maya trata con delicadeza ese dilema moral que se le plantea a Clement y lo tortura: abandonar a su mujer de toda la vida, a la que todavía quiere, y dañar a su hijo por ese nuevo amor turbador y fresco que le ofrece la atractiva Sandra.
París es el escenario de esta película, sus parques, sus estanques navegables, los vetustos vagones de metro, los clásiscos cafés en donde se citan los amantes, el Sacré Coeur al que asciende la pareja de amantes y la hija de Sandra para mirar la ciudad de las luces a sus pies. Mia Hansen-Løve sabe captar a la perfección el tormento del amor y lo contrapone a ese otro momento doloroso que es el de una hija que ve cómo su padre se deteriora de forma irreversible, de residencia en residencia, y acaba convirtiéndose en un ser irreconocible. Reconozco más a mi padre en sus libros, confiesa Sandra a su hija de ocho años mientras vacían la biblioteca familiar y se la reparten entre los hermanos, que cuando lo visito en el geriátrico. Es por ese miedo al deterioro físico que ve en su progenitor que Sandra le hace prometer a Clement que jamás consienta que llegue a ese estado vegetativo y la lleve a una clínica de Suiza para morir con dignidad.
Puede calificarse Una bonita mañana como película romántica si el termino no estuviera tan deteriorado, y lo es de una forma muy digna. Las escenas de amor son sensuales y están exquisitamente bien rodadas. Hay ternura y pasión sexual en cada uno de los besos que se dan los protagonistas. Sandra, personaje inseguro que no ha estado con ningún hombre desde que enviudó (Deberías amar y dejarte amar, le dice Clement antes de empezar su relación, o Ese cuerpo ha estado desaprovechado demasiado tiempo, mientras la observa desnuda), tiene celos de la mujer de su amante y en un momento determinado le pregunta si se sigue acostando con ella y si lo hará cuando le toque ir de vacaciones. Los amantes rompen, pero vuelven, porque la pasión amorosa es ciega y adictiva, no pueden luchar contra ella, es superior a sus voluntades de ruptura. Uno y otro están pendientes de los mensajes que se cruzan con los móviles, de las llamadas perdidas, de los silencios que los llenan de angustian. Pende sobre esa relación amorosa turbulenta el miedo a perderla. Cuando, en un momento de la película, Clement le propone ir a un museo en vez de hacer el amor, Sandra se enfurruña porque piensa que se ha cansado, que ya no la desea.
No todo es drama vital y amor pasional en esta película bella y luminosa, también está el núcleo familiar muy presente, el microcosmos consanguíneo que se mantiene unido ante la tragedia de ese padre que se va apagando en la residencia en su fin de ciclo. Mia Hansen-Løve hace que sonriamos en la secuencia de la llegada de Papa Noel a la casa familiar, con los niños encerrados en una habitación, mientras los mayores simulan acústicamente la entrada del trineo y los renos por la ventana trayendo los regalos. La familia, como nexo indestructible, refugio, es algo muy presente en buena parte de la filmografía de la directora francesa.
Por último, decir y subrayar que el film de Mia Hansen-Løve es un regalo para esa extraordinaria actriz que es Léa Seydoux. La coprotagonista de La vida de Adele, que constantemente recuerda En una bonita mañana a la Jean Seberg de Al final de la escapada de Jean Luc Godard por su apariencia, vestimenta y corte de pelo (hay que recordar que Mia Hansen-Løve es una entusiasta de la nouvelle vague), aporta sensualidad y carisma a su personaje, despliega un abanico interpretativo completo (cuando llora, cuando ama, cuando va asumiendo la pérdida de ese padre al que tanto ha querido y admirado, en su relación con su hija, en la no muy cordial con su madre) y nos ofrece una de sus mejores interpretaciones. Una película luminosa de una de las más brillantes realizadoras francesas. La pueden ver en Filmin.
Título original: Un beau matinaka
Año: 2022
Duración: 112 min.
País: Francia
Dirección: Mia Hansen-Løve
Guion: Mia Hansen-Løve
Fotografía: Denis Lenoir
Compañías: arte France Cinéma, Mubi, Razor Film, Les Films Pelléas, CN6 Productions, Dauphin Films. Distribuidora: Les Films du Losange
Género: Drama. Romance | Enfermedad
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