Una mirada atrás
Por Raquel Ortiz Bolfán , 14 febrero, 2021
“Miré a través de la ventana, pero la visión que me ofrecía no era la que ansiaba, no quería cerrar los ojos, pero a pesar de la consecuencia lo hice, transportándome a otra dimensión donde el silencio no era la alternativa”.
En este torbellino sanitario mundial, nos sumergimos en un autorreflexión desde nuestra profunda solitud, después de tantos meses de incertidumbre, desconocimiento, de visión diferida de la realidad, de falta de capacidad y muchos atributos que faltarían por definir, llegamos a la conclusión con fatiga, abatimiento y la moral un poco fragmentada… que nos sentimos privados de libertad y con una perspectiva muy lejana de la que habíamos hasta ahora vivido.
¿Afectará esto a nuestra manera de comportarnos, de relacionarnos con nuestro entorno en el presente y futuro?
A lo largo de los años, las necesidades y las prioridades evolucionan, te vuelves más exigente o más sobrepasado, pero en todo caso más reflexivo. Nuestra mirada atrás nos hace encogernos, vibrar, arrepentir, rectificar, llorar, reír, afligir pero sobre todo, nos hace sentir, porque somos emocionales, aunque la parte más visceral quede mitigada. Nuestra personalidad se va forjando ayudada por todos los impulsos que vamos recibiendo a lo largo de nuestra existencia. ¿Hemos llegado a analizar cuántas personas han pasado por nuestras vidas y lo que nos han aportado? Y de ellas, ¿cuántas hemos querido, cuántas nos han inspirado, cuántas nos han enseñado, cuántas nos han ayudado y cuántas nos han decepcionado? Pensar en todo ello desequilibra, porque en ese período de introspección, siempre acude a tu mente la parte negativa “si volviera atrás cambiaría…”, la nostalgia actúa sorprendentemente. ¿Y la parte positiva? ¿No nos sentimos orgullosos? Al menos lo deberíamos estar. A pesar de los fracasos y de los éxitos, todo el conjunto de vivencias y experiencias es lo que nos ha llegado a moldear tal y como somos en la actualidad.
Es posible que hayamos vivido en nuestra burbuja infranqueable, sin ni tan solo llegar a considerar esta imposición de privacidad de libertad en las relaciones personales. Como supervivientes nos tenemos que adaptar a este nuevo paradigma, convirtiéndonos en autómatas, inmovilizados, desconfiados y temerosos, y ahora, nos desplazamos en esta nueva normalidad, circulando hacia una posible esperanza mientras no mejora la situación.
¿Dónde se han marchado los abrazos? ¿Dónde se han escondido los besos? ¿Y esas risas y emociones de grupo? ¿Dónde están las reuniones con amigos, con familiares, con seres queridos? ¿Qué ha sido del afecto?
Desde nuestro rincón inaccesible en el aislamiento, la escala del conocimiento y la experiencia te visita, regalándote esa mirada que recorre y te transporta por toda tu trayectoria vital. En ese momento te das cuenta de las cosas importantes que no habías apreciado en el pasado, porque aunque no lo queramos admitir, el día a día y la corriente de la vida, te sumergía en esa vorágine extenuante. Actualmente, esas pequeñas cápsulas emotivas del ayer, son las que te invaden y te aportan de adrenalina en este gran vacío. Un apretón de manos, una mirada cómplice, esas risas sin sentido, el sonido de las calles llenas de vida, un café caliente en la fría tarde, una copa de vino compartido, el jugueteo de los niños y niñas, una clase del instituto, tus antiguos compañeros de salidas, el olor de un perfume en la distancia, un abrazo… y te das cuenta que quizá no has agradecido lo suficiente a aquellos que se te cruzaron en algún momento. Personas que quizá están o ya no se encuentran en tu camino. Por ese motivo debemos estar orgullosos y agradecidos, porque los valores deben perdurar en el tiempo. Nunca hay que desvalorizar o deshumanizar a nadie, nunca olvides a quien te hizo crecer, a quien te ayudó, a quien te emocionó, a quien te enseñó, porque cuando sales al exterior y cierras la puerta, te introduces en un nuevo horizonte.
¿Cuánto tiempo es para siempre? A veces, solo un segundo. -“Alicia en el país de las maravillas”. Lewis Carroll
“Bajo un nuevo atardecer respiras una atmósfera purificada, esa persona se encuentra ahí, a tu lado de nuevo, pero con otra perspectiva. –Gracias por ayudarme a ser como soy. –Le insinúas tomándole la mano y sintiendo su sonrisa. –Después todo se desvanece….”
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