Una piltrafa para la historia
Por José Luis Muñoz , 6 agosto, 2020
La espantada de Juan Carlos I El Campechano a un país desconocido (hay quien lo sitúa en Portugal y otros en la República Dominicana) es el colofón con el que cierra su mezquina biografía un personaje de opereta. Juan Carlos I es heredero de esos monarcas decimonónicos que hacían y deshacían a su antojo con todos los tics de las rancias monarquías que incluían el derecho de pernada (el número de bastardos es incalculable), pensar que todo el campo era orégano, para saquearlo, y situarse más allá del bien y del mal. Su vida ha estado marcada por anécdotas tan vergonzosas como tirar por la borda de su yate a una de sus amantes, para no ser sorprendido in fraganti por la reina, matar elefantes siendo presidente honorífico de ADENA; hacer regalos multimillonarios a sus amantes, frutos de comisiones de dudosa legalidad; esconder patrimonios en paraísos fiscales; dejar en la estacada a su yerno en vez de acompañarle; tener vergonzosas amistades con los personajes más siniestros de las monarquías feudales del Golfo y hacerse pasar por héroe del 23F cuando todos los indicios apuntan a que él fue el organizador.
Maltrecho físicamente, repudiado por su hijo, para salvar la institución, investigado por posibles delitos, el rey Campechano sigue la senda de sus predecesores y marcha a un exilio dorado y desconocido mientras los partidos de la derecha cierran filas en torno a la desprestigiada dinastía borbónica y el republicano PSOE deja pasar una ocasión de oro para desmarcarse de ellos y abrir de una vez por todas el melón del referéndum sobre la forma de estado que quieren darse los españoles y que Unidas Podemos exige.
Bien pensado ese sonriente rey amigo de chascarrillos y enemigo de la cultura (jamás se le vio en la ópera, leyendo un libro, aplaudiendo una representación de teatro ni nada por el estilo, si en los toros, en el fútbol y matando ciervos, osos y elefantes) es un personaje siniestro aficionado a las armas de fuego, a pesar del accidente que costó la vida a su hermano, y a apretar al gatillo, como su padrino Francisco Franco, con una biografía oscura todavía por desvelar (el suicidio de Sandra Mozazowsky, por ejemplo), lo que le hace candidato a protagonizar alguna novela negra.
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