Viva Cuba, viva lopesca
Por Eduardo Zeind Palafox , 6 abril, 2016
Por Eduardo Zeind Palafox
Abandona paulatinamente Cuba los peligros materiales y arrostra los ideológicos, que sabrá barajar con pericia filosófica si en realidad cuenta con una sólida educación izquierdista, que ilumina la conciencia, y humanista, que cuida, expande y pulimenta los valores universales.
Dice el periodista Ángel Guerra Cabrera que la visita del presidente Obama a la férrea, ejemplar y exótica isla representa el triunfo de la verdad, que habita la patria del nunca bien comprendido Fidel Castro, cuyos ideales encarnan en Raúl Castro.
La “resistencia”, la “congruencia”, la “solidaridad internacional”, la actividad china y rusa y la sabiduría de los mandatarios cubanos, escribe Guerra, explican la reanudación de las relaciones políticas entre los hijos de José Martí y los de Gualterio Whitman, poeta afamado por su dulzura cosmopolita que en diario de Brooklyn dijo (citado por Krauze en su artículo “La guerra injusta”): “¡México debe ser cabalmente castigado! […] Avancen nuestras armas con un espíritu que enseñará al mundo que, si bien no buscamos pendencias, los Estados Unidos sabemos aplastar y desplegarnos.”.
Tamaño logro, ahora, tendrá que vencer o aguantar la tremebunda y aplastante corriente de noticias que recibirá de parte de los angloamericanos, que controlan la mayor parte de la información que hay en el planeta. Quien es dueño de las imágenes, de las palabras, de los sonidos, es decir, de los signos, es propietario de eso a lo que llamó Kant “analogías de la experiencia”.
Podemos conocer, decía el magnífico filósofo ilustrado, merced a que nuestro entendimiento halla enlaces entre las cosas. Si crece el árbol, pensamos, es porque en él hay una esencia arbórea. Si hay hijos, deducimos, es porque hay padres. Si existen máquinas nunca antes vistas que parecen tener alma, identidad, sospechamos, es porque alguna inteligencia las creó. Las ideas de inherencia, consecuencia y composición, aunque son de todas las gentes, varían a causa de la cultura.
La palabra “esencia”, en la memoria de un cubano, que seguramente sabrá qué es el materialismo histórico, es harto distinta de la que tiene un neoyorquino, que es liberal.
¿Qué comenzará a pensar sobre las esencias de las cosas el cubano que por desventura prefiera las revistas sensacionalistas de los ciudadanos de Chicago y no los tomos de Alejo Carpentier o de Homero? ¿Podrán los cubanos nuevos, los que saben qué es resistir políticamente sólo gracias al oído y no a la carne y al estómago, evitar la colonización mental, el robo de “analogías” que tanto agrada al país de Obama?
Cuba, último país latinoamericano que se libró de España (1898), vivió un proceso independentista ligado a problemas modernos, de cepa más internacionalista que feudal, lo cual lo impregnó de nacionalismo nuevo, igualitario, basado en la ciencia, como la médica, y no en nociones de casta, según afirma el historiador Fernando Mires en su obra “La rebelión permanente”.
Cuenta José Martí en su libro para niños “La edad de oro” que Lope de Vega, para obtener juguetes y fruslerías de infantes, acuñaba su propia moneda, versos y teatrales obras, que intercambiaba cual comerciante sabio. Dicho modo de comerciar aconsejo a Cuba.
Ojalá los habitantes de la gran isla tengan por pueriles bagatelas las porquerías que venden los Estados Unidos, como la cultura de masas y el neoliberalismo, y que se dediquen a enriquecer más su hipocrático don con lo mejor del país de Whitman, con su antropología, sociología y psicología. Desoigan los amigos cubanos los consejos del presidente Obama, nacido en tierras más versadas en guerras que en alianzas, es decir, en tierras que jamás serán amigas del izquierdista.
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