Vuelve el callado misterio de Denise Levertov
Por José de María Romero Barea , 26 junio, 2015
A diferencia de sus coetáneos, atrapados en el turbio negocio de la existencia, Denise Levertov se dispuso a erigirse en ejemplo de sí misma y, desde el esplendor de su aislamiento, nos lanzó su desafío. En su última entrevista, poco antes de fallecer en 1997, afirmaba: “Nuestro desarrollo ético no va a la par con nuestro desarrollo tecnológico. Esa sensación de ansia espiritual supone cierta resistencia o reacción inconsciente a toda esa euforia tecnológica”.
Esta entrevista, a cargo de Nicholas O’Connell y traducida por el poeta Andrés Catalán (Salamanca, 1983), junto a un ensayo y poemas inéditos hasta la fecha en castellano, se encuentran, junto a otros contenidos, en el dossier dedicado a la poeta inglesa, nacionalizada estadounidense, que aparece el primer número de “Años Diez, revista de poesía”, publicación dirigida por Juan Carlos Reche y Abraham Gragera, que edita Cuadernos del Vigía.
Había nacido en Ilford en 1923. No tuvo una educación formal, sino en casa, bajo de la tutela de su madre galesa y su padre, un inmigrante ruso. Trabajó como enfermera en Londres durante la guerra, y en Suiza conoció al escritor norteamericano, residente en Nueva York, Mitchell Goodman. Perteneció a la escuela poética de Charles Olson. A diferencia de este, la poesía de Levertov muestra una enorme ambición cultural. Al igual que Olson y el movimiento Black Mountain, la poeta desea mostrar una visión fresca del mundo; como si al escribir, acuñara la lengua; como si aún hubiera palabras que descubrir, y a través de ellas, emociones nuevas.
En el ensayo “Algunas notas en torno a la forma orgánica”, Levertov explica que su objetivo como escritora es capturar la inmediatez de la experiencia: “Mientras el poeta se queda con la boca abierta en el templo de la vida, contemplando su experiencia, le llegan las primeras palabras del poema”. Triviales en sí mismos, la mera presencia golpea al lector como algo que revela la esencia misma del ser: “con esa misma fidelidad de atención el poeta, desde ese instante en el que se le permite acceder a la posibilidad del poema, debe seguir dejando que la experiencia le guíe a través del mundo del poema”.
Su discurso contra la guerra de Vietnam se vuelve cada vez más coercitivo, en página tras página de implacable crítica al pensamiento único. Lo que ella aspiraba era a una poesía que, sin perder la intensidad, pudiera hablar de asuntos públicos en un lenguaje común a todos, hasta entonces reservado a los medios de comunicación: “Intenta / aceptar la próxima canción / en su halo corpóreo de llamas como algo absolutamente / presente, como un ahora o nunca”, sostiene en el poema “Sin título”.
La poesía de Levertov es, así, una poesía de convicciones, una poesía política significativa. Algún tiempo después de la guerra, se convirtió al catolicismo, procediendo a escribir, en la década de 1980, poemas como “Asombro primordial” que una vez más se enfrentan a retóricas y formas preestablecidas, composiciones que se mueven con una libertad reencontrada (“el callado misterio vuelve / a hacerse patente, disminuye el clamor / del gentío”).
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