¿Vuelve la heroína?
Por Inmaculada Durán , 14 febrero, 2014
Lo que yo viví fue a mediados de los ochenta. Por entonces, estudiábamos el bachillerato y estábamos convencidos, como la mayoría de adolescentes a esa edad, de que ya sabíamos todo lo que había que saber sobre la vida. Pero la única verdad es que apenas éramos unos niños que casi ni presentían qué había más allá de aquellas cuatro paredes de las aulas, donde las matemáticas y el latín nos entraban entre pellas y chascarrillos sobre los profesores.
Lo que sí sabíamos de sobra era quién coqueteaba con las drogas, en un estúpido momento en el que el consumo suponía estar un escalón por encima de los demás, algo que provocó estragos en aquellos años. Hoy día, las drogas de diseño arrasan entre los más jóvenes porque su precio apenas supera al de un botellín de agua, pero entonces la cocaína despuntaba y la heroína arrasaba. Actualmente, están por descubrir aún muchos de los efectos de algunas drogas de diseño, a falta de comprobar cuál es el su verdadero alcance pasados unos años, aunque me temo que no se desviará mucho del destrozo de mentes sanas y brillantes. Pero es que la heroína era devastadora.
Presencié cómo algunos de mis compañeros iniciaban un imparable deterioro físico: adelgazaban de forma extrema, sus dientes se llenaban de caries y se volvían negros, su pelo escaseaba, sus uñas eran tan negras como sus dientes, sus cuerpos se encorvaban e incluso sus voces se volvían pastosas e ininteligibles. Estaban en otro mundo. Literalmente. Y no se trataba, precisamente, de los chicos socialmente más desprotegidos o de grupos marginales, sino que, al contrario, en la mayoría de los casos que conocí, vivían en familias acomodadas y, aparentemente, sin problemas.
Muchos de aquellos compañeros murieron antes de cumplir los veinte.
Ya han pasado muchos años desde entonces y, al menos, visto desde fuera, parecía que la heroína había sido desplazada por esas otras drogas de efectos “más elegantes” que impiden que, a simple vista, puedas distinguir a una persona que consume drogas de otra que solo bebe zumo de naranja. Así que, la muerte del actor Seymour Hoffman, supuestamente provocada por una sobredosis de heroína, me ha traído al presente las caras de todos aquellos amigos que murieron demasiado prematuramente.
Es triste que se confirme que el consumo de heroína ha aumentado en un 79% en Estados Unidos en los últimos cincos años, y ya se sabe que Estados Unidos exporta todo –sobre todo lo bueno, pero también, desgraciadamente, lo malo-.
Sería provechoso que la memoria de los estragos que vivimos en aquellos años nos haga recapacitar y que nos mantengamos muy lejos de aquel auge en los ochenta de esta droga mortífera. De momento, al parecer, no se ha detectado aumento en su consumo en nuestro país. Esperemos que siga así.
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