¡Wallerstein! ¿En eso repara tan cuerdo filósofo?
Por Eduardo Zeind Palafox , 27 octubre, 2015
Es la erudición algo sobremanera peligroso cuando quien la posee la coloca por doquier. Desparramar conceptos aquende y allende, conceptuar vacíos, dar color a lo que no lo necesita, como las utopías, que quieren librarse de la imprudencia, es labor de intelectuales irresponsables.
Pensar con aplomo, correctamente, es comparar, ser odioso, y sintetizar y enlistar condiciones, pero sobre todo es hallar vacíos y saber dejarlos vacíos. Los vacíos son como los silencios, lugares donde podemos pensar sin influencias. La misión del filósofo, por cierto, consiste en descubrir tales oquedades y en crearlas.
Comparando vemos que los objetos de nuestro interés son distintos todos, que unos poseen ciertas características y que otros poseen otras. Puede faltar acá la democracia y sobrar la caridad, y allá acaecer lo contrario. Tarea de meditadores graves es demostrar que la caridad junta y mejora más a los pueblos que la democracia, y tarea de mentes divinas dilucidar el concepto de “pueblo”, que últimamente se nos aparece como problemática cosa.
Creemos que tal concepto, recordando a Kant, es demasiado grande para el entendimiento. Decir “pueblo”, “naciones”, “estados”, “razas”, es como decir “sistema de creencias”. Sistematizar lo que se cree, que es siempre mayor a lo que se sabe, es sistematizar lo opinable, que es substancia de la que no podemos sacar ciencia.
Decía Kant que conocer es poder pensar un objeto enteramente. Pero tenemos que la “sociedad” ni es un objeto ni puede percibirse como se percibe un objeto. Las sociedades no poseen notas, cualidades, rasgos. Las sociedades, ha dicho Ortega en su libro La rebelión de las masas, son “equilibrios”. Dicho concepto nos sosiega, hace que el sociólogo recupere el aliento, que no vea su alma, como dice el Salmo 44, “agobiada hasta el polvo”.
Afirma el señor Wallerstein en artículo llamado ¿Un resurgimiento de la izquierda mundial? (La Jornada, 17 de octubre de 2015) que el mundo vira hacia la izquierda y que son los extremistas, los extremos, los que con sus movimientos y pataratas nos comunican tal viraje. Asevera también que la gente, incapaz de ver el todo, como él, echa la culpa a los partidos políticos de todas las desgracias que hoy sufrimos.
Nuestro filósofo, Wallerstein, que cree que hay izquierdistas en cada país, dice que algunas personas afanan vivir mejor, sin que importe la política postura que impere, y que algunas más tolerarían empeorar su existencia con tal de tener razón en los parlamentos. Pensamos que Wallerstein es dueño de cabeza antigua, de las que todavía creen que hay conciencias proletarias.
Recordemos a Ortega, que sostenía que las masas tienen pobres, confusas ideas, y que carecen de conciencia histórica, lo cual las convierte en gentes adaptables y sensualistas. ¿Puede virar o moverse un mundo inconsciente? Sí puede, pero sin rumbo.
Wallerstein piensa que referir datos de actuales circunstancias políticas hace posible una lectura política del mundo, error craso de materialista, de los que creen que la materia es la manifestación de oscuras fuerzas. Que muchos países hechos de “capitales dependientes” escojan gobernantes izquierdistas o que tienen por izquierdistas significa, lo sepan o no, que quieren equilibrarse, y no que deseen ser izquierdistas. Que un médico con salario de fontanero vote por un sindicalista al que desprecia en el fondo de su corazón es más señal de hartazgo que de “conciencia de clase”.
Disciplinantes versos de Ruiz de Alarcón decimos a Wallerstein y a todo filósofo de su laya, versos que Celia, personaje de la obra Las paredes oyen, usó para reprender a Doña Ana, mujer más fijada en rostro y talle que en virtudes y moral:
¡Pues cómo! ¿En eso repara
una tan cuerda mujer?
En el hombre no has de ver
la hermosura o gentileza:
su hermosura es la nobleza,
su gentileza el saber.
Lo visible es el tesoro
de mozas faltas de seso.
Y las más veces por eso
topan con un asno de oro.
Eduardo Zeind Palafox
http://www.donpalafox.com/
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