Y volver, volver, volver…
Por Miguel Ángel González , 7 marzo, 2014
Roger Federer
Dice la mítica ranchera “Volver, volver”, compuesta por Fernando Maldonado Rivera en la década de los setenta y popularizada por Vicente Fernández, en una de sus más célebres estrofas:
“Tú tenías mucha razón, le hago caso al corazón y me muero por volver. Y volver, volver, volver…”
Y no se me ocurre un mejor verso con el que resumir la trayectoria profesional del que presumiblemente sea el mejor tenista de todos los tiempos y uno de los deportistas más laureados de la historia en cualquier género o especialidad: el suizo, nacido el 8 de agosto de 1981, Roger Federer.
El pasado 1 de marzo, sobre la pista dura del Torneo ATP 500 de Dubái, Federer volvió.
Volvió a disputar una final. Volvió a ganarla. Volvió a vencer a Tomas Berdych, contra el que había perdido sus últimos dos encuentros, y volvió a reescribir la historia, puesto que con su victoria se convirtió en el tenista que más veces ha logrado proclamarse campeón de dicho campeonato, en concreto seis (2003, 2004, 2005, 2007, 2011 y 2014), y en el único, junto con el estadounidense Ivan Lendl, en lograr al menos un título al año durante catorce temporadas consecutivas.
La primera ocasión en la que alguien se atrevió a presagiar el destierro del tenista de Basilea fue el 6 de julio del año 2008 cuando, tras disputar el partido más largo de la historia de Wimbledon, cayó derrotado a manos de Rafael Nadal por un ajustado marcador de 4-6 4-6 7-6 7-6 7-9, en la que muchos consideran la mejor final de todos los tiempos. Semanas después, en el Masters de Cincinnati, el tenista helvético fue eliminado en tercera ronda, derrotado por Ivo Karlović, lo que significó la pérdida de su cetro tras 237 semanas consecutivas como número 1 de la ATP, logro que ningún otro tenista ha podido igualar.
Ese mismo verano, y tras producirse su derrota en los cuartos de final de los Juegos Olímpicos celebrados en Pekín, algunos especialistas en la materia hablaron por primera vez de un fin de ciclo; pero Roger decidió volver. Lo hizo logrando, junto a su compatriota Stanislas Wawrinka, la medalla de oro en dichas olimpiadas en la modalidad de dobles y, en el siguiente Grand Slam del año, el Open USA, venciendo en la final al escocés Andy Murray en tres únicos sets.
Poco tiempo después los vendedores de ceniza anunciaron nuevamente su declive. En el primer gran torneo del siguiente año, el celebrado en tierras australianas, Federer perdió la final, de más de cuatro horas de duración, contra Rafael Nadal. En la ceremonia de entrega de premios la emoción y la frustración hicieron brotar lágrimas en sus ojos, acción que muchos consideraron como un adiós prematuro.
Pero de nuevo, cuando ya le dábamos por desaparecido, volvió. Lo hizo en el torneo francés de Rolland Garros. El tenista suizo se alzó con el título derrotando en la final a Robin Söderling. Meses más tarde lograría convertirse en el único deportista capaz de ganar 15 títulos de Grand Slam tras derrotar a Andy Roddick en la final de Wimbledon, recuperando, el lunes posterior al torneo, el número 1 del ranking de la ATP.
Aunque la siguiente temporada la inició venciendo el Abierto de Australia, tres derrotas prematuras en los siguientes tres grandes torneos hicieron reaparecer los viejos fantasmas. De esta forma Roger llegó a la Copa de Maestros, último torneo del año, sembrando dudas sobre su juego y su estado de forma. Y otra vez más, contra todo pronóstico, volvió. Lo hizo derrotando a los dos mejores tenistas del circuito. A Novak Djokovic en semifinales y a su eterno rival, Rafael Nadal, en una emocionante final disputada a tres sets.
La temporada 2011, por vez primera desde el año 2003, no logró llevar ningún trofeo de Grand Slam a sus vitrinas, lo que le hizo comenzar la siguiente rodeado por las críticas de la prensa especializada, siendo muchos los que aseguraban que para no perder el prestigio que se había labrado a lo largo de su dilatada trayectoria, la opción más sensata pasaba por retirarse a tiempo. Quizá otro deportista hubiera aceptado la invitación y hubiese guardado para siempre su raqueta; pero él no lo hizo, él se limitó, como ya había hecho tantas otras veces, a volver. Y esta vez, además, a lo grande. Ganó el torneo de Róterdam, el de Dubái, el de Indian Wells, el de Madrid y, finalmente, el 8 de julio de 2012, sobre el pasto verde de su pista predilecta, Roger venció a Andy Murray en la final Wimbledon, ampliando su hegemonía a 17 títulos de Grand Slam y recuperando, por tercera vez, su cetro como número 1 del tenis mundial.
Las cosas ahora, poco más de quince meses después, parecen haber cambiado de forma irreversible. Federer se encuentra descolgado en la clasificación mundial como octavo jugador del ranking, sus problemas de espalda se han agravado haciendo sus movimientos lentos y previsibles y muy pocos cuentan con él como candidato a levantar uno de los grandes trofeos, pero este pasado fin de semana sumó el título número 78 de su carrera y el próximo lunes se inicia el Masters de Indian Wells, en el que el tenista suizo tiene el récord absoluto de victorias con cuatro (2004, 2005, 2006 y 2012).
Tal vez me esté volviendo loco, pero al menos a mí me ha parecido escuchar a lo lejos las trompetas mexicanas de un grupo de mariachis.
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