Esos chicos…
Por José Luis Muñoz , 26 enero, 2015
Antonio Jiménez, el conductor de uno de los programas estrellas de 13TV, El Gato al agua, tiró con bala hace unos días contra Podemos, tras una descalificación personal, y hasta familiar, de sus dirigentes, y terminó su andanada tildándoles de ignorantes y de que Angela Merkel, el coco para el presentador, y los mercados se estaban enfadando con esos chicos…Travesuras. Esos chicos que, si siguen así las cosas, la campaña internacional y la nacional que les están haciendo, la primera consciente y la segunda inconsciente, pueden mover la silla a Mariano Rajoy desplazar al PP de la Moncloa en meses.
La victoria sin paliativos de Syriza en Grecia es un nuevo empuje que reciben esos chicos de Podemos. Tanto la coalición liderada por Alexis Tsipras como el grupo que encabeza Pablo Iglesias se alimentan de la rabia y la frustración de la ciudadanía por esta mal llamada crisis, que ellos denominan estafa global, y por el austericidio—no se trata de asesinar a mi admirado Paul Auster—impuesto por la troika y que ha demostrado ser un rotundo fracaso, especialmente en el país heleno. La precariedad laboral y económica de los griegos, privados muchos de ellos de sanidad pública, vivienda, o de los elementales servicios de electricidad y gas, y la corrupción, de la que ha sido responsable el partido saliente Nueva Democracia, van a obligar a Alexis Tsipras a imponer un programa de salvación nacional que se va a centrar en rescatar a las personas en exclusión social y a un paso de estarlo, devolver la esperanza a los griegos y la soberanía a un país que la ha tenido secuestrada durante un larguísimo periodo. La política suicida de austeridad no ha provocado otra cosa que un endeudamiento enloquecido que no podrá pagar Grecia y que deberá renegociar con sus acreedores, principalmente Alemania, a la que, recordemos, se le perdonó la deuda al final de la Segunda Guerra Mundial. Muy mal tendrá que hacerlo Alexis Tsipras para que el país no mejore porque Grecia ya estaba en el abismo, ese abismo que tanto les gusta nombrar a los apocalípticos de la derecha. El abrazo que se dio Mariano Rajoy con el líder de Nueva Democracia Andonis Samarás, su apoyo al político al que todas las encuestas daban como perdedor, es un reflejo de lo que muy pronto le puede pasar a quien lidera la derecha de este país.
La campaña nacional de Podemos se la está haciendo gratis, sin que los militantes del novísimo partido político gasten un euro, el PP y, sobre todo, su preocupada cúpula a la que vimos en un desayuno informal entonar un velado mea culpa por no haber sabido vender sus logros en un video propagandístico que ha suscitado toda clase de chistes. ¿Qué logros? Estos diez meses de agonía del PP, los que median hasta noviembre, fecha de un probable adelanto electoral, Mariano Rajoy los va emplear en descalificar a esos chicos que, si de algo presumen, es de no tener pelos en la lengua, y en intentar amordazar a su extesorero que desde que ha salido de prisión se muestra muy locuaz tras haber salido fuerte, como le aconsejó el presidente. Luis Bárcenas, extesorero durante muchos años de la formación—como los dos anteriores, y curiosamente todos ellos imputados—, amigo personal de Mariano Rajoy hasta que se sintió traicionado por él, está dispuesto a morir matando y a que todos asuman responsabilidades sobre lo sucedido. Los presuntos sobresueldos que cobró Mariano Rajoy y, con él, toda la cúpula del PP durante un buen número de años, presumiblemente, como afirma el extesorero, con cargo a esas espléndidas arcas de dinero negro que el partido tenía, van a pender como una espada de Damocles sobre la cabeza del presidente del gobierno. Luis Bárcenas, como bien se encarga de resaltar él en ese corto periodo de libertad que disfruta hasta que dé de nuevo con sus huesos en la cárcel por una larga temporada, administraba esos fondos que otros, empresarios presuntamente favorecidos por el partido en el ámbito local, autonómico o estatal, ingresaban en esas arcas oscuras. Luis Bárcenas administraba el dinero que los corruptores daban a los corruptos, y al PP le está pasando lo que a ese atracador que no puede denunciar que otro le haya robado el botín. El quid de la cuestión no es la fortuna amasada por Luis Bárcenas sino de dónde salían esas astronómicas cifras, el origen de esos ingresos irregulares.
Como el presidente Mariano Rajoy nunca dio una explicación creíble sobre ese embrollo monumental y optó por la callada por respuesta, las urnas le pasarán la factura de la pésima gestión que ha hecho de la corrupción que presuntamente, o ya no tan presuntamente según las actas judiciales de imputación, salpica a su partido. Sólo falta que a ese barco a la deriva y a punto de hundirse tipos como José María Aznar, que se ofrece para salvar a la patria y a su partido, lo torpedeen y les abronquen públicamente diciéndoles, con su habitual tono adusto y funerario, que en la carrera electoral salen a perder.
Ante una situación tan grave, y para impedir una debacle electoral, debería tener el PP un congreso extraordinario, entonar un mea culpa creíble, no el que han entonado hasta entonces diciendo que nada sabían de los tejemanejes de un tipo que les ha sisado nada menos que 42 millones sin que se hayan enterado—¿Pues qué tendrían en esa caja B?, se pregunta uno, para no echar en falta esa cantidad astronómica—, y dirimir responsabilidades con una purga total de los antiguos dirigentes, aquejados de esclerosis múltiple, y su sustitución por gente nueva, no contaminada, que seguro abunda entre la respetable militancia del PP.
Así es que con el empujón de Syriza, y los empujoncitos de Mariano Rajoy, esos chicos alcanzarán la Moncloa en pocos meses mal que le pese a Antonio Jiménez.
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