19 de mayo. Rocroi
Por Víctor F Correas , 19 mayo, 2015
19 de mayo. Día importante. Para recordar. De esas fechas que no se olvidan tan fácilmente, sobre todo cuando se conoce nuestra historia.
La de aquellos valientes soldados que dieron todo por una patria que nada les reconoció ni jamás reconocería. Héroes anónimos, camaradas sin más horizonte en la mirada que el amanecer del día siguiente. Por ellos. Por todos.
Para empezar, así como quien no quiere la cosa, hace 217 años Napoleón Bonaparte embarcó en el puerto de Tolón con 38.000 soldados y 16.000 marinos a bordo de 320 navíos. El objetivo: Egipto, para eliminar la presencia británica en el Mediterráneo. Un desastre. En agosto del año siguiente ordenará la retirada de tropas, y la mayoría de oficinales regresará a Francia con él. Pero algo ganó: sin quererlo, dio el pistoletazo de salida a un inusitado interés por la egiptología. Sin ir más lejos, 24 años después, Champollion descifrará los jeroglíficos que decoran pirámides y templos. También este mismo día, pero de 1802, Napoleón instituye por decreto la Orden Francesa de la Legión de Honor para recompensar servicios civiles y militares. Algunos pierden el culo por recibir tal honor. Por suerte, se concede en pocas ocasiones.
Y para continuar, unas horas antes del amanecer. El de hoy hace 372 años. En las Ardenas, entre Francia y Bélgica. Rocroi, el lugar. Sitiada por los tercios españoles, a eso de las tres de la madrugada, tropas comandadas por Luis II de Borbón-Condé, Duque de Enghien, se lanzan contra las de Francisco de Melo, capitán general de los Tercios de Flandes; que esperaba el apoyo de Jean de Beck. Ese apoyo, sus tropas. Se esperaba que los franceses reforzaran la ciudad. Pero nunca que aquello derivara en una batalla en campo abierto. Por eso los Tercios se colocaron en vanguardia. Seis horas duró la cosa. Veintitantos mil de un lado contra veintitantos mil de otro. Picas, espadas, lanzas, balas de cañón, arcabuzazos, caballos destripados. Héroes anónimos aguantando la acometida, sosteniendo los estandartes cuando flaqueaban las fuerzas, aguantando el mortal empuje destinado a borrarlos de la faz de la tierra, y también su recuerdo. Cuerpo a cuerpo, puñalada a puñalada. Y resistiendo los españoles mientras los tercios italianos los abandonaban a su suerte. Y Beck sin dar señales de vida. Y mucho menos sus refuerzos. Aguantando los españoles. Lo que pudieron. Honor y gloria ganados en años de combates no se iban a mancillar así como así. Como para aceptar la honrosa rendición que, dicen, les ofreció el de Enghien. Los últimos 5.000 dijeron que nones, y para ellos el sol se puso para siempre. Luego vendrían más victorias contra los franceses a pesar de la dolorosa derrota, pero el daño ya estaba hecho.
Y para finalizar, una efeméride. De ser otro país se estaría recordando con algún que otro artículo, elogio, etc., la figura de un tipo como Gregorio Marañón, que nació tal que hoy hace 128 años. Médico, científico, pensador, historiador, escritor…. Decenas de obras especializadas sobre medicina, historia, pensamiento. Pero nació en España. La vida, que es es así.
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