54 Festival de cine de Gijón. Tercera jornada
Por José Luis Muñoz , 22 noviembre, 2016
Seguimos con la muy alta calidad de esta Sección Oficial del Festival de Gijón. Francia está bajo los efectos de los últimos zarpazos terroristas y Le Ciel attendra, película francesa a competición, responde a ese trauma. Sin maniqueísmos, con un didactismo que haría aconsejable que este film se proyectara en los centros de estudios del país vecino, y del nuestro, la realizadora Marie-Castille Mention-Schaar, la directora de la ejemplar La profesora de historia, nos cuenta dos historias de captación de muchachas francesas por redes yihadistas para hacer la yihad y los dramas familiares que conllevan. Lo que no muestra precisamente Layla M, cómo una europea de clase media llega a convertirse en una islamista radical, una de las carencias del film holandés, se detalla precisamente en éste. La falta de reacción de la sociedad occidental hacia conflictos enquistados en el tiempo (Palestina) y recientes (Siria) son el caldo de cultivo en el que pescan los reclutadores del ISIS mediante mensajes seductores y la utilización del manual del sectario, con la novedad de que lo hacen a distancia, mediante internet y las redes sociales, sin que, y ahí es donde el film pone las pelos de punta, haya apenas contacto entre reclutadores y víctimas. Una chica, Sonia Bouzaria (Noémi Merlant), la que parece más perdida y llena de odio hacia sus padres, la sociedad y todo lo que le rodea, se salva; la otra, Melanie Thenot (Naomi Amarger) se pierde en algún confín de Siria. Buenos actores (Sandrine Bonnaire es la madre de una de esas muchachas), impecables diálogos y una realización que huye expresamente de lo lacrimógeno para centrarse en el didactismo y acercar al espectador al desgarro humano que está suponiendo esa plaga.
Primera aportación cien por cien española, o gallega, puesto que está hablada íntegramente en ese idioma, a la Sección Oficial. De la mano de Ignacio Vilar llega Sicixia, una hibridación entre el documental antropológico y el drama amoroso. Xiao (Monti Castiñeiras) es un técnico de sonido que va la Costa da Morte para realizar un trabajo de campo humano (pescadores, mariscadoras, palilleras de encajes de bolillos…) y telúrico (el bramido del mar en algunas grutas misteriosas del salvaje paraje). Olalla (Marta Lado), una buceadora que vive de la recolección de algas para su explotación industrial, será su guía en ese viaje por rincones de una belleza misteriosa y halos de leyenda. Entre los dos, aunque están casados, surge la pasión amorosa y en ese pequeño pueblo de Galicia todo acaba sabiéndose.
Sin grandes pretensiones, y apoyándose en muchas de sus secuencias en la técnica documentalista, Ignacio Vilar construye un melodrama sentimental equilibrado y correctamente interpretado por la pareja protagonista. Marta Lado recibió en el Festival Cinespaña de Toulouse el premio a la mejor interpretación por su trabajo. Mucho más de lo que me esperaba, es lo que tiene no albergar expectativas, aunque le sobre metraje en la secuencia de la rapa das bestias, por ejemplo, o en ese larguísimo plano final subacuático entre selvas de algas que dura o que la pieza de Bach que la ilustra, una eternidad.
El acercamiento de la realizadora francesa Fabianny Deschamps al tema de las migraciones masivas, otro de los grandes retos de las sociedades occidentales, consecuencia de los últimos disparates geopolíticos de las últimas décadas, es insólito. En Isola toma como punto de vista la mirada enloquecida de una emigrante china embarazada que ha perdido la razón, Dai (Yilin Yang), cuyo marido ha desaparecido en la travesía por mar, vive en una cantera abandonada gracias a un trabajador de la misma (Enrico Roccaforte), que se compadece de su situación, pero no se puede comunicar con los habitantes de esa isla italiana en donde está recluida, presumiblemente Lampedusa, que no conocen su lengua, y se gana la vida ejerciendo como prostituta. Cuando salva en la playa a un emigrante del Magreb (Yassine Fadel) y lo recluye en su gruta, se convence de que ese hombre es su marido desaparecido en el mar. Isola, que se presenta en la sección Llendes, Límites, en el Festival de Gijón, chirría cuando Fabianny Deschamps se sale de las imágenes documentales para refugiarse en el onirismo y en una poética no muy conseguida que diluye su crítica social.
Decepción, que ya sospechaba, con El nacimiento de una nación. Vista la serie Raíces, El color púrpura de Steven Spielberg, y, sobre todo, 12 años de esclavitud que no era, precisamente, la mejor película de Steve McQueen, poco dice esta pretendida película épica sobre una revuelta de esclavos que ocupa los diez últimos minutos de sus largos 118 y de épica tiene poco si tenemos en cuenta que la revuelta dura 48 horas, los insurgentes liquidan a 60 hacendados y la tropa rebelde no llega a los cincuenta efectivos, según Nate Parker, responsable absoluto (dirige, escribe, produce y protagoniza) del film, que, salvo alguna escena de flagelación, unas cuantas de borracheras continuadas del amo Samuel Turner (Armie Hammer, que no le llega a la suela del zapato a Michael Fassbender), y alguna secuencia gore del final, está mucho más próxima al almíbar insufrible del director de ET, subrayados musicales incluidos, que a la parquedad estilística del Steve McQueen negro. Y tampoco es que uno sintonice mucho con Nat Turner, el predicador que lidera la rebelión con el Antiguo Testamento en mano. Para regalar estas Navidades al nuevo inquilino de la Casa Blanca.
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