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Pablo López. La Alcazaba encendida.

Por Francisco Collado , 30 julio, 2019

Una ligera brisa comenzaba a acariciar las laderas de la Alcazaba pacense, cuando Pablo López se sentó al piano para dar comienzo a un concierto potente, intenso y lleno del carisma del cantante malagueño. Pablo lo mismo sirve para un roto que para un descosido, y se permite recordar a Freddy Mercury y sus improvisaciones vocales o introducir la melodía de “La luna de miel,” (que popularizara Gloria Lasso), para enlazarla con una de sus canciones. La noche acompañaba, el entorno era de ensueño, y la breve afonía del cantante no deslució esta segunda edición de Alcazaba Festival. El malagueño lo da todo sobe el escenario y con su mera presencia, aún sin sentarse al piano, ya tenía ganados a todos los seguidores que desde temprana hora esperaban en la Puerta del Capitel. Gritos de “Pablo” “Pablo” y luego la locura, que alcanza su cenit en el quinto tema cuando el cantante saca de su arsenal la bellísima “El Patio”, una canción que habla de liberarse de los fantasmas, coreada por un público que conocía las letras y las disfrutaba sílaba a sílaba. Frase a frase.

Un público que bailaba y se dejaba llevar por la magia del espectáculo, que vivía con intensidad el mensaje de cada canción. “Santa Libertad” había llegado a Badajoz, y los espectadores estaban dispuestos a que se quedara un buen rato el cantante, que estaba disfrutando de la “impresionante” Alcazaba. La primera fila enloquece y “Sigue jugando ¿Qué más da? A estas alturas, Pablo López nos cuenta que “ya no queda nada” y se ha metido al publico en el bolsillo, haciéndolo cómplice de su alquimia, repartiendo sentimientos y vivencias. Compartiendo y consiguiendo que todos coreen y disfruten esta hermosa canción, convirtiéndose en “niños con los pies descalzos”.

Más de 20 metros mide el impresionante escenario, ocupado por el piano, guitarra, bajista y batería. Los músicos, acertados en todo momento, arropados por las elaboradas proyecciones de maping y las reproducciones de las distintas canciones (con elaborados iconos lumínicos) que se iban proyectando en base al tema cantado, siendo una de las más celebradas “Mi gato”. En ella cuenta, que su gato Freddy “es mejor persona que yo”.

 

Un tema emotivo, de una sensibilidad extraordinaria que sólo entenderán quienes disfruten (o hayan perdido) de la compañía de uno de estos peludos, algo egoístas e individualistas. La estructura de la canción es portentosa, con ritmos quebrados, cambios de intensidad breve y pujante. Y una letra soberbia, plena de metáforas, que los entregados espectadores disfrutaban y bailaban. A partes iguales. Ya había aludido el cantante al hermoso entorno para “pasar la mejor noche de mi vida”, una hermosa propuesta con diferentes cambios de ritmo, romántica, con una progresión melódica que invita a acompañar al protagonista. Algo, que a estas alturas, ya no hacía falta solicitar de un público, que conocía todos los pormenores de las letras y aprovechaba los instantes musicales para aplaudir o gritar desaforadamente el nombre del malagueño. “El Niño” es una historia desgarrada, triste, desoladora, que Pablo López desgrana con el sentimiento que es su marca de clase, consiguiendo esa magia que lo ha colocado en primera línea de la música.

La canción “Vi” comienza con un poderoso arpegio para dar paso a un ritmo sincopado, dejando el estribillo para el público. Pablo posee un sentido innato del tiempo, maneja los instantes, improvisa y pregunta¿dime que me quedo yo? Una confesión sobre el apoyo que el cantante David Bustamente le prestó cuando se encontraba sin esperanzas.

Lo más destacado de este creador es su cercanía. Su bonhomía sobre el escenario. La sensación de estar escuchando a alguien próximo, que derrocha sentido del humor y enamora, golpea o acaricia a su amante-piano, mientras bromea sobre temas cotidianos o sube a una chica del público (María Galván) a cumplir su sueño de cantar con él. Un ejercicio de humildad por parte del cantante y defendido con solvencia por la emocionada invitada. “El Camino”, sirvió de tema central para la película: Ti Mai: Rumbo a Vietnam. Una balada intensa con una letra que destila sabiduría emocional: “Y te juro que vale la pena caerse y partirse la cara”, donde el cantante saca todo su pellizco hablando del miedo a la perdida. DJ Luigi (su hermano recibe el delicado homenaje de “El Incendio”. La brisa va perdiendo su nombre, pero el público; ya ha rendido sus naves y apenas la siente, entregado en ese incendio. La pasión y la entrega del cantante, que se está dejando la voz en el intento.

Una historia, aparentemente banal, con desenfado rítmico, que habla sobre un teléfono apagado (El Teléfono), deja una vez más sobre el albero de la Alcazaba esas letras que misturan lo cotidiano con lo poético, lo lírico con lo rutinario de forma magistral como esa frase de ecos sabineros “por ser becario en la oficina del derroche”. Uno de los instantes más intensos donde derrocha todo su saber hacer y ese feeling que tiene con el público, lo dio un temazo como “Lo saben mis zapatos”. A lo largo de la noche se sucede la mezcla de canciones de su nuevo álbum con trabajos anteriores.

La emocional “Lo Imposible” habla de caos y derrota, de encuentros inesperados. Otro de los aciertos musicales de este tercer álbum del cantante. Después, la apoteosis. “Tu enemigo” sirve de denuncia y de catarsis para un público que acompaña como coro improvisado. Pablo López exprime, reinventa y recrea la canción, golpea el piano con su peculiar estilo. A estas alturas la “brisita” ya no puede calificarse como tal y el cantante ha extraído todo el elixir de su voz. Ha terminado el exorcismo emocional. La Alcazaba vuelve a señorearse del instante mientras los últimos espectadores remolonean para retrasar el regreso a lo cotidiano. Enhorabuena a la organización por esta segunda edición. Hasta la próxima.

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