¿Qué hacemos con Israel?
Por José Luis Muñoz , 17 agosto, 2024
Me lo pregunto y confío que sean muchos quiénes también lo hagan. El último informe que me ha llegado de UNRWA, la oficina de Naciones Unidas para los refugiados de Gaza, es estremecedor. Si uno tiene un ápice de empatía sobre lo que está sucediendo en ese rincón olvidado del mundo, que se ha convertido en la mayor fosa a cielo abierto, forzosamente se horrorizará. Cito textualmente lo que se está haciendo con los prisioneros palestinos:
“Les han atacado con perros, les han encadenado con los ojos vendados, les han dejado sin agua ni comida, les han sometido a ahogamientos simulados y obligado a mantenerse despiertos. Les han quemado con cigarrillos. Han ejercido violencia sexual contra ellos. Hombres y mujeres (entre ellos médicos, periodistas, activistas y pacientes) han sido detenidos y trasladados a Israel para ser sometidos a atroces vejaciones y violaciones de derechos humanos. Pero es que también hay casos de niñas e incluso una anciana de 80 años con Alzheimer. ¿Cómo se puede hacer algo así?
Muchos fueron detenidos mientras se refugiaban en escuelas y hospitales, y entre las víctimas también hay trabajadores de UNRWA que fueron obligados por los soldados israelíes a entrar en túneles y edificios antes que los militares. Y todo mientras más de 200 de nuestros compañeros, decenas de periodistas y más de 39.000 hombres, mujeres y niños ya han sido asesinados en Gaza”. 40.000, la terrible estadística avanza.
Hasta ahora, todo lo poco que se ha hecho para detener esa orgía de sangre imparable en la que está inmerso el ejército israelí no han dado ningún resultado. Los llamamientos al alto el fuego por parte del secretario general de Naciones Unidas António Guterres, desestimados porque Estados Unidos los veta automáticamente; las condenas de Josep Borrell, el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, no secundadas por los otros estados miembros; el reconocimiento por parte de España, entre otros pocos países, del estado palestino, totalmente inoperante e inútil porque es un estado invadido en Gaza y Cisjordania y carece de la más mínima autoridad y autonomía; la orden de detención por parte de la Corte Penal Internacional contra el criminal de guerra Benjamín Netanyahu, papel mojado cuando vimos que el genocida israelita se paseaba tranquilamente por París con motivo de la inauguración de los JJ.OO.
Israel, y lo digo una vez más, como los cárteles de la droga mexicanos que asesinan a mansalva porque pueden, masacra y perpetra su genocidio sencillamente porque nadie se lo impide y goza de impunidad absoluta. La sangría en la exYugoslavia se detuvo en seco cuando la OTAN, bajo el mandato de Javier Solana, atacó Serbia y posteriormente los responsables de las masacres en Bosnia fueron detenidos, juzgados por la Corte Penal Internacional y condenados a perpetuidad, y ahí siguen en prisión hasta que mueran. La OTAN, por supuesto, ahora no va a bombardear Tel Aviv, porque Estados Unidos cierra filas con Netanyahu; Naciones Unidas es completamente inoperante por el derecho a veto de la potencia norteamericana que es quien más se beneficia del conflicto suministrando armas a Israel para que siga asesinando a los palestinos, y si enviara una fuerza de interposición sería aniquilada. Y ni el Papa de Roma, el progresista Francisco, abre la boca ante la violación sistemática de los derechos humanos en esa parte del mundo. En cuanto a los hermanos árabes de los palestinos, se mantienen con los brazos cruzados por miedo a Israel (y a Estados Unidos) y ni siquiera Irán, el nefasto régimen de los ayatolás, responde a las múltiples provocaciones de su secular enemigo porque sabe que puede ser borrada del mapa. Impera la ley de la selva y la razón de la fuerza y no la fuerza de la razón. El mundo siempre fue así, desengañémonos.
Europa, que corrió a aplicar sanciones económicas a la Rusia de Putin cuando este invadió Ucrania, no se plantea ningún tipo de medidas para detener la sangría. Muy pocos estados (Cuba, Venezuela, Colombia, Mauritania, Chad, Mali y Níger) han roto las relaciones diplomáticas con el estado genocida de Israel. Y la izquierda, la que salió a las calles para intentar detener la guerra de Irak, y no lo consiguió, no se moviliza para detener el holocausto del pueblo gazatí y ni siquiera en Francia fue capaz de protestar cuando Netanyahu estuvo pisando suelo galo. Vergonzoso.
No me extraña la deriva de Israel hacia el totalitarismo democrático, sí, porque sus mandatarios son votados, pero sí la falta absoluta de reacción de la sociedad israelita, a la que se supone informada de lo que están haciendo los uniformados en su nombre. Israel, como la Alemania nazi, le ha quitado a los palestinos su pátina de humanidad para poder exterminarlos. Si no son como nosotros, no me importa que mueran, incluso las mujeres porque son fábricas de engendrar bestezuelas en sus vientres, y los niños porque así no podrán vengar la muerte de sus familiares. Este debe de ser el razonamiento de un israelita de extrema derecha, el de esos colonos rubios que, Biblia en mano Antiguo Testamento, reclaman la propiedad de unas tierras que jamás han sido suyos y tirotean a sus legítimos propietarios.
¿Qué podemos hacer ante esta barbarie que sigue escalando, aparte de horrorizarnos? Poca cosa, la verdad, salvo asistir impávidos a ese asesinato colectivo o cerrar los ojos, que es lo que hace la mayor parte de la humanidad. ¿Romper las relaciones diplomáticas con Israel? Una quimera en la que ni siquiera el socio de gobierno de Pedro Sánchez insiste. ¿Boicotear los productos palestinos? Tarea ardua, salvo los muy evidentes, que tampoco van a hacer mella en su economía. ¿Denunciar lo que sucede? Una forma de aliviar la propia conciencia, poco más.
A poco tiempo ya de abrir la puerta de salida de este mundo compruebo, desalentado, que la ética es un concepto en desuso, que nada de lo que se hizo durante tantos años sirvió para gran cosa. Gaza es el ejemplo.
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