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La última Pantera Negra

Por José Luis Muñoz , 19 mayo, 2018

Hay personas que nacen radicales y radicales mueren sin que los años hagan mella en sus convicciones políticas. Estuve el otro día escuchando a Elaine Brown, la que fue presidenta de las Panteras Negras, que se había desplazado a Barcelona para asistir como activista icónica a la feria literaria Literal. Fue una gentileza de la televisión autonómica de Cataluña, comunidad autónoma de España que pasa por un momento muy delicado a causa de un fuerte movimiento independentista que aboga por la secesión, y un gobierno centralista que, lejos de dialogar, reprime de una forma que a los que tenemos una cierta edad nos recuerda el siniestro pasado.

Elaine Brown es una mujer menuda llena de vida y se refirió a esa situación de grave déficit democrático que atraviesa mi país. Una mujer negra norteamericana. Una de las dirigentes más mediáticas, junto a Angela Davis, de las Panteras Negras, uno de los pocos movimientos políticos nacidos en Estados Unidos que no tuvo miedo a ser tildados de comunista porque lo eran, maoístas para ser preciso. Fue una charla muy interesante con la presentadora de la televisión autonómica en la que la activista política hablaba de su movimiento, parecido a una guerrilla urbana, porque los Panteras Negras iban armados. Como toda la sociedad americana, puntualizó Elaine Brown que subrayó la violencia endémica de su país que está en manos de las corporaciones. El movimiento tuvo su auge en la década de los sesenta del pasado siglo y se disolvió en la de los ochenta. A su ideología maoísta unía la defensa específica de la comunidad negra estadounidense; era un grupo político que se personaba físicamente cuando algún policía abusaba de su condición con hermanos de raza. Iban vestidos de negro, con boinas y saludaban puño en alto. Divisiones internas y el asesinato de algunos de sus líderes finiquitaron el movimiento, pero Elaine Brown sigue fiel a sus convicciones y a su pensamiento radical.

Los Panteras Negras desaparecieron y quizá habría que reeditar el movimiento porque continúa habiendo un racismo residual en Estados Unidos que es visible en cuanto uno hace cálculos del porcentaje de negros que hay en las cárceles estatales y del color de la piel de la mayoría de los ejecutados. La población negra, heredera del esclavismo, está a la cola de esa sociedad teóricamente avanzada. Sus miembros viven, mayoritariamente, en los barrios más desfavorecidos, los trabajos que desempeñan son los peores, tienen un menor acceso, por imperativo económico, a una educación universitaria y los policías los siguen matando con la menor excusa y con una impunidad insultante. Si naces negro en Estados Unidos tienes el doble de posibilidades de morir violentamente o acabar en la cárcel que si eres blanco.

A sus setenta y cinco años Elaine Brown, cuya hija fue violada (Hubiera matado al violador de saber quién era, dijo sin pestañear), hizo un llamamiento a las feministas a pasar a la acción y dejarse de buenas palabras y manifestaciones. No cree en los políticos ni en la democracia burguesa y piensa que son los movimientos sociales, desde la calle y mediante la acción directa, los únicos capaces de impulsar cambios. Hacen falta muchas Elaine Brown para avanzar.

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