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Por Carlos Almira , 13 diciembre, 2025

REFLEXIONES SOBRE EL ESPACIO-TIEMPO Y LA CULTURA-VENTANA

Hay una frase de Heráclito que dice: dormidos estamos en nuestro mundo, despiertos estamos en el mundo de los otros. Es un pensamiento lleno de profundidad, que se puede aplicar a lo que yo quiero ahora desarrollar, en relación con la cultura y la libertad. La cultura como emancipación y la cultura también como sujeción y coacción.

La idea de que nosotros podemos estar en nuestro mundo en medio de nuestros semejantes, en medio de la vida social cotidiana, es una idea revolucionaria. ¿Cómo puedo estar yo en mi mundo? En un autobús, en el trabajo, por la calle. Pues, por ejemplo, sumido en la cultura.

Puesto que no estoy durmiendo, puesto que yo no puedo vivir dormido en medio de la sociedad, tengo que estar despierto. ¿Cómo podría yo estar despierto sin ser prisionero del mundo de los otros? Sin estar en la jaula de hierro del espacio-tiempo, en la jaula de hierro de las normas sociales. Una idea que se me ocurre es la cultura como emancipación. La cultura-ventana.

La cultura entendida en un sentido amplio. La lectura, la contemplación de obras de arte, la creación, la audición de música, la conversación… Todas esas facetas de la cultura tienen algo en común, algo que quizás resulte misterioso y que podemos relacionar con la frase de Heráclito, y que consiste en que es un acceso libre al tiempo.

De pronto, el espacio-tiempo que es la jaula natural, la jaula física de la que no podemos escapar de ninguna manera, -por lo menos yo no conozco ninguna-, y en la que estamos, al igual que los animales, las plantas y todos los objetos y todos los elementos del Universo; el espacio-tiempo que, desde un punto de vista vulgar, -yo no soy físico, no entiendo y no puedo desarrollar de una manera rigurosa, además no viene al cuento aquí, este concepto del espacio-tiempo-. Sin embargo, intuyo que es algo que va siempre con nosotros y de lo que no podemos escapar. Nuestro cuerpo es un espacio inmerso en el calendario y va todo junto y a la vez, siempre.

En la medida en que nosotros permanecemos en el espacio-tiempo, permanecemos en el mundo de los otros, hablando de la sociedad humana, igual que los animales permanecen en su instinto o en su ecosistema, en su mundo natural. En la medida en que nosotros conseguimos abrir una ventana, la cultura-ventana, aunque sea pequeñita, para asomarnos fuera del espacio-tiempo del que somos prisioneros, estamos escapando del mundo de los otros, estamos subvirtiendo las normas y la cohesión de la sociedad, para entrar en nuestro propio mundo, pero no dormidos, como decía Heráclito, sino despiertos, ensimismados y a la vez, atentos. Alerta a lo que nos rodea, de un modo distinto y propio.

Nosotros, despiertos, podemos escapar del espacio-tiempo y del mundo de los otros, de la normatividad social, de la jaula de hierro, sencillamente leyendo un libro, ensimismándonos en la contemplación de un cuadro, escuchando un fragmento o un concierto entero de Mozart o de música popular, me da igual. Tampoco tiene uno por qué ser elitista en la visión de la cultura, de la gran cultura, como antes se decía. 

El tiempo, de pronto, se separa del espacio. Cuando uno entra en el mundo propio, a través de la cultura, es como si separara o partiera el mundo en dos: el espacio en el que está, el espacio-tiempo, que es la jaula de hierro en la que está siempre; y el tiempo, pero otro tiempo misterioso, sin espacio, desligado, emancipador. El tiempo-ventana.

En la medida en que uno es capaz de sumergirse en ese otro tiempo, entra en un mundo propio y queda ensimismado en medio de los otros. Todas las sociedades, hasta donde yo sé, y desde un cierto pesimismo antropológico o historiográfico, procuran cohesionar la jaula de hierro, mantenerla bien cerrada sobre sí misma, para que nadie escape. Como mucho, se le asigna una función y un papel social dentro de la división social del trabajo, o incluso de la división técnica del trabajo, a una élite, a una minoría, a la que se le encarga la producción de cultura. Pero se procura que el consumo de esa cultura sea colectivo, no emancipador. La cultura del pesebre. 

Es decir, que se produzca siempre dentro de la jaula del espacio-tiempo y nunca afuera, nunca hacia afuera. 

Yo propongo a todos los que lean algún libro, escuchen música, miren un cuadro o simplemente charlen con sus vecinos o dentro de su familia, les propongo que abran esa ventanita misteriosa del tiempo, de la cultura-ventana, el tiempo sin el espacio, el tiempo emancipador.

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