A falta de sol
Por Oscar M. Prieto , 26 enero, 2014
Me gustan los conciertos que comienzan así, en tropel, “con movimiento acelerado y violento” (RAE fija, limpia y da esplendor, y no es un detergente).
Me gustan los conciertos que desgarran la espera, saliendo todos los músicos al escenario, saltando, tocando, cantando, porque apareciendo así –desvelando sin preámbulos la verdad de sus sonidos y encarnándose en la luz despiadada de los focos cenitales-, rasgan los continuos espacio-temporales de los asistentes, les abren la puerta de otra realidad, les invitan a pasar, más bien les empujan a ello, sin darles tiempo a pensarlo mucho: o entras o te quedas fuera, muévete ya.
Suele ser señal de un buen concierto, de que no tienen miedo, de que vienen a por todas, de que están decididos y van a convencernos y si no lo consiguen, no habrá quedado por ellos. Son honestos y no nos van a engañar, desde el principio sabemos a qué atenernos.
Por sorprendente que pueda parecer, estas bandas que se presentan así, sin presentarse, con su sola presencia y su sonido, se parecen a aquellos escolásticos que comenzaban in media res sus discusiones, es decir, ya a mitad de la cosa, metidos ya en materia, sin caricias ni besos, sin ejercicios de calentamiento. No perdamos el tiempo.
Émulo de algunos de estos ídolos de una juventud que se me escapa, así aparecí subido a esta columna la semana pasada, sin mediar acuerdo ni palabra dada, sin siquiera encomendarme a Simón el Estilita, que de columnas sabía más que nadie. No había tiempo para presentaciones. Una plaza estaba en juego, nada menos.
¡Buenas noches, Madrid! Suele gritar el vocalista después de dos o tres canciones sin parar. ¡Buenos días, El Cotidiano y sus lectores!, digo yo. Estoy muy contento de estar aquí. Estoy contento de que haya llegado El Cotidiano. En esta sociedad tan cambiante y difusa, vertiginosa, donde apenas hay tiempo siquiera para anotar los cambios, las revoluciones, las nuevas promesas, en esta sociedad tan proteica como poliédrica, de mil caras y al menos otras tantas máscaras, contar con una nueva ventana por la que asomarse a este río que fluye sin parar, a lo que sucede, que huye irreparablemente, contar con un nuevo medio de comunicación para informarnos es motivo de alegría, de una alegría cívica. Siempre y cuando creamos que lo propiamente humano es ser libre y que sólo se es libre si se está informado. Agradezco el coraje, el valor y el empeño de quienes se han atrevido con ello y han hecho posible El Cotidiano. Este tema, va por ellos.
Ya no sirve aquello de que en este mundo traidor nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira. Este adagio ha quedado desfasado, ahora se hace necesario contemplar por distintos cristales y configurar nosotros mismos una idea aproximada de lo que está pasando. Cuantos más cristales –medios- más aproximada, cuanto más informados más libres, cuanto más libres más humanos.
Ya casi al final del concierto, llega el momento de ir presentando a los componentes de la banda: … y al bajo… Cómo yo también voy poniendo fin a estas palabras, presento esta que será mi colaboración en El Cotidiano: Somos “A falta de sol”. A falta de sol es la mitad de un verso del genial, libre e incomensurbale Henri Michaux. La otra mitad que lo completa y dota de sentido, y con esta ya nos despedimos: “aprende a madurar en el hielo”. Es lo que nos toca y no quiero excusas. Aunque falte el sol, también maduraremos, aunque sea en el hielo.
Habéis sido un público fantástico, soberbio. Nos veremos los lunes por aquí. Lo lunes, porque nunca se puede saber lo que va a ocurrir mañana, salvo que a un fin de semana, sigue un lunes otra vez.
Gracias. Hasta pronto.
Salud
Oscar M. Prieto
www.oscarmprieto.com
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