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Acatar

Por José Luis Muñoz , 23 diciembre, 2022

Confieso mi decepción absoluta ante la actitud del poder ejecutivo y el legislativo que se han plegado al poder judicial aún reconociendo y denunciando su absoluta parcialidad y que este está actuando al margen de la ley y contra la misma cacareada Constitución. Por muy solemnes y serias que fueran las comparecencias de los presidentes del Congreso y del Senado, Meritxell Batet y Ander Gil, y posteriormente del presidente del gobierno Pedro Sánchez, por mucho que declararan que la decisión del Tribunal Constitucional de amordazar a las cámaras era algo inédito en la historia de nuestra democracia y que detrás de eso estuviera la derecha de este país que ni digiere ni asume su derrota en las urnas porque considera que España es su cortijo y nadie, salvo ellos, está legitimado para gobernarla, todos los discursos, incluidos los de las editoriales de los diarios más o menos progresistas, más bien menos, terminaron con ese vergonzoso verbo: acatar. Acatar es agachar la cabeza ante algo que se considera injusto.

Y el ciudadano de a pie, el votante de izquierdas, se pregunta cómo es posible que un gobierno que se dice de progreso, se limita a eso, a acatar una decisión que en sí misma es ilegal, no está contemplada en la Constitución y se toma de forma absolutamente parcial con el voto de dos magistrados con el mandato caducado y directamente concernidos por la reforma judicial que se iba a llevar a cabo. Como ya dije en un anterior artículo, la derecha está ensayando en España la guerra judicial que tan buenos resultados le dio en Latinoamérica y la izquierda se limita a acatar sin más una decisión arbitraria que amordaza al parlamento de la nación en donde reside la soberanía del pueblo, no en un Tribunal Constitucional que en estos momentos es ilegal. La derecha se frota las manos, porque con eso se instaura un peligrosísimo precedente de que quien gobierne sea un poder judicial al margen de la ley, por encima de ella, que vaya bloqueando una a una las leyes que dimanen del Parlamento. Si extrapolamos la situación podría darse el caso, incluso, que desde los órganos judiciales se llegara a tumbar un gobierno, y VOX, envalentonada por el sesgo de los acontecimientos, ya está en ello, presentando una querella contra Pedro Sánchez que, visto cómo están las cosas, puede tener viabilidad y prosperar.

Desde que se constituyó el gobierno de progreso en España, el que más medidas sociales ha implementado a favor de la población en toda la historia de la democracia, el que más abiertamente se ha enfrentado al franquismo enquistado en la sociedad española, la derecha, con los poderosos búnkers mediáticos y judiciales a su favor, no ha dejado de conspirar para ponerle palos en las ruedas a todas las leyes surgidas del Parlamento que están recurridas. Utilizando el término acatar, que es bajar la cabeza, mirar hacia el otro lado, no combatir por todos los medios una resolución injusta y arbitraria, la izquierda reconoce su impotencia, recula de forma vergonzosa ante una derecha que se ha echado al monte y socava todos los principios de la democracia.

Deberían escuchar los miembros del gobierno al magistrado emérito del Tribunal Supremo Martín Pallín que afirma rotundamente en un artículo publicado en el diario Público que el Tribunal Constitucional ha prevaricado y ha cometido una tropelía injustificable, o al jurista Javier Pérez Royo que define la decisión tomada por el Tribunal Constitucional de clara prevaricación, al considerar que su presidente Pedro González-Trevijano ha cometido delito saltándose los artículos 12 y 13 de la Ley orgánica del propio tribunal, y si hay indicios de prevaricación, como los hay por ese voto de magistrados con el mandato caducado que votan una ley que les concierne de forma directa, es decir, son al mismo tiempo juez y parte, iniciar todos los trámites pertinentes para juzgarlos por ese delito y apartarlos definitivamente. No lo va a hacer el gobierno sino que acata un acto de piratería y bandolerismo, como lo ha definido el prestigioso jurista y catedrático que, de estar en el gobierno, no acataría.

Los medios de comunicación, muchos miembros del propio gobierno, se echaron las manos a la cabeza, se rasgaron las vestiduras, cuando el entonces vicepresidente del gobierno Pablo Iglesias declaró que España era una democracia imperfecta. A la vista está que lo es. Yo diría más: es una mierda de democracia atada y bien atada. Pero el problema no está en esa derecha levantisca, golpista, heredera del franquismo más recalcitrante que no se homologa con las derechas civilizadas europeas, o la vasca y la catalana sin ir más lejos, sino en esa izquierda acobardada, servil, que no se atreve a levantar la cabeza y responder golpe por golpe y acata. La derecha, envalentonada con su triunfo, exultante, barruntando una victoria total, ya convoca manifestaciones en la calle. ¿Qué está haciendo la izquierda? ¿Qué está haciendo la sociedad civil metiendo la cabeza en un agujero como avestruz? Acatar.

El resultado de acatar las decisiones injustas ya sabemos a dónde lleva. También la sociedad alemana, en su conjunto, acató las iniciativas del Tercer Reich sin plantearse ni su justificación ni su legalidad y todos sabemos cual fue el resultado de cumplir el mandato de ese verbo, de agachar la cabeza. Acatar.

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