Al pájaro se le reconoce por la cagada
Por Víctor F Correas , 10 marzo, 2015
Al pájaro se le reconoce por la cagada. Ese color, ese olor. Inconfundibles.
Se le ve a distancia, se sabe cómo será. Y esta sería la primera de otras muchas. Inmensas, fétidas. Adolf Hitler podía ser uno de esos pájaros, mismamente; la cagada: Dachau. Y eso de que la cagada se veía venir se puede atestiguar con sólo echar un vistazo a dos fechas: 30 de enero y 10 de marzo de 1933. Ni tres meses median entre una y otra, entre el nombramiento de Hitler como Canciller de Alemania y la entrada en funcionamiento del primer campo de concentración nazi. Esas cosas se ven, se huelen, repito. Y Hitler y sus secuaces apestaban. Comunistas, liberales, judíos, homosexuales, entre otros, lo intuyeron, pero nunca pensaron que fueran capaces de exterminarlos. Sin más. Lo tenían perfectamente planeado. Y así comenzaría la cosa, tal que hoy hace 82 años, con este campo de concentración de Dachau en el que, que se sepa, murieron al menos 32.000 personas por culpa de enfermedades, abusos físicos o simplemente ejecutadas. Que para el caso es más rápido y sencillo incluso para las dos partes. Los nazis, por la suya, se quitaban presos de en medio por la vía rápida, y los desgraciados que allí iban a parar dejaban de sufrir, lo cual suponía la mayor humanidad que podían recibir en un infierno como ese.
Luego vendrían Sachsenhausen, Buchenwald, Mauthausen, Auswichtz… Más cagadas del pájaro cuyo olor aún permanece. Para que, dado el caso, si surge algún otro pájaro de similar catadura, al menos ya sepamos cómo va a cagar. Si es que somos capaces de reconocer el olor.
Comentarios recientes