Alicia Estopiñá y Emilio González Bou, el tándem que ganó el Premio Serret de literatura rural
Por José Luis Muñoz , 30 agosto, 2014
Sigue el librero Octavio Serret en su labor de poner en el mapa cultural de España a su Matarraña y a su pueblo, Valderrobres, y lo ha conseguido con creces. Tras las jornadas de literatura de espías y Matarraña Negra, un encuentro de escritores de lo negrocriminal que se cerró con notable éxito el pasado 23 de agosto, llega la convocatoria de una serie de premios literarios, comarcales y nacionales, cuyos ganadores se han desvelado recientemente. En el terreno de la literatura rural, con un jurado de postín integrado por Lorenzo Silva, Rosa Regás, Antoni Marí, Fernando Martínez Laínez, Ramón Acín y Chusé Aragüés, se han llevado el galardón, y el premio en metálico de mil quinientos euros aportado por la Masia Roures, Alicia Estopiñá, una de las autoras presentes en Matarraña Negra, y Emilio González Bou con una novela satírica y gastronómica titulada Bajo el mantel que pronto verá la luz editada por Prames.
Este tándem literario formado por una maestra rural en excedencia y un notario en activo, que escribe libros a cuatro manos, es un tanto especial. Les separa la naturaleza, que Alicia venera tanto como odia Emilio, que, en eso, se parece a Woody Allen, pero les unen sus hijas, una colección de perros y gatos, un largo matrimonio, un estómago agradecido y una pasión por la literatura como lectores y creadores.
Alicia y yo nos conocimos en Valderrobres, ella estando de vacaciones de su trabajo como maestra en el Centro Rural de Innovación Educativa de Teruel, y yo como notario de dicha villa. Su poca vocación pedagógica y mi probablemente excesivo celo profesional, unido al nacimiento de nuestras hijas, provocó su petición de excedencia, lo que la sumió en un periodo de obscuridad que rompió cuando empezó a escribir relatos para la colección “Ellas También Cuentan”, de la Editorial Torremozas de Madrid. Siguió con la novela “Fantaso”, presentada en la Casa del Libro de Barcelona por la escritora Carmen Posadas, quien sobre la misma afirmó: “Con la precisión de un bisturí y la ironía de la mejor novela anglosajona, Estopiñá vivisecciona las relaciones sentimentales de nuestra época”, cuenta Emilio.
Alicia Estopiñá no es nueva en estas lides. La lista es larga: Merlot, novela de intriga y humor ambientada en el Maestrazgo, y cuatro novelas cortas y humorísticas (Cenizas calientes, Apartamento en la Costa Brava, Una operación arriesgada y Fantasmas en la escalera) además de los relatos Ganadería alternativa, que formó parte del libro colectivo Madera de blog, y Vía muerta, integrante del libro Tren de Val de Zafán.
Fiel a su personaje Merlot, de nombre evidentemente enológico, la pareja pergeñó Los perros y los cuchillos, una intriga delirante centrada en la búsqueda de unos cuadros de Zurbarán escondidos en las entrañas de su de Valderrobres atravesada por túneles como un queso gruyere. Alicia Giménez Barlett la calificó como “Una novela bien escrita, ágil, divertida, sorprendente y cercana. ¿Quién puede pedir más? Póngase a leerla y haga su propio descubrimiento”.
¿Cómo funciona el tándem? Una pone el artefacto literario, el humor, los diálogos delirantes, la dosis de mala leche, y el otro se encarga de la documentación, de explicar cómo llegaron los cuadros de Zurbarán al subsuelo de Valderrobres. Había una historia actual narrada por Alicia y otra que arrancaba de 1656 en el taller de Zurbarán en Sevilla hasta nuestros días, de la que me encargué, pergeñando un relato de historia-ficción, de carácter decididamente complementario y subordinado, que entrelazamos con el relato original para crear una novela histórica de ritmo trepidante, apunta Emilio.
Dice el escritor notario, o notorio, que lo suyo, por su condición de notario y miembro de la Junta Directiva del Ilustre Colegio de Notarios de Cataluña, eran los textos técnicos: artículos en revistas jurídicas, obras colectivas sobre novedades legislativas, conferencias, dictámenes, informes sobre anteproyectos y proyectos de leyes. Entre 2003 y 2010 había publicado hasta trescientos escritos, pero nunca me había atrevido entrar en la literatura creativa hasta que Alicia me animó, dice el consorte que ahora está muy contento de haber dado ese paso.
Bajo el mantel, la novela premiada, se coció sobre manteles, entre copa y copa y bocado y bocado, como debe corresponder a toda novela gastronómica. Somos restauranteadictos, dicen al unísono, y yo puedo dar fe de ello. Empezamos a idear una historia sobre restaurantes y cocineros perversos, dice Alicia. Al principio, la idea era hacer una crítica vitriólica de los restaurantes españoles. No obstante, la perspectiva de ver vetada nuestra entrada en varios de ellos, nos frenó el proyecto inicial. La comida es sagrada. Se cruzó en su camino un amigo propietario de un restaurante de Sitges, ciudad en la que reside actualmente la pareja, que les ilustró sobre toda la logística necesaria para que funcione un establecimiento: proveedores, cocineros, alimentos utilizados, etc. ¿Cómo es posible que uno coma la misma porquería presentada de la misma forma en Madrid que en Roma, en Barcelona que en Copenhague, en Londres que en Atenas? se preguntaron. Y a partir de esa pregunta inquietante empezó a nacer Bajo el mantel.
La idea motriz era contar con un protagonista gastrónomo que buscase la verdad sobre los restaurantes de cocina creativa. La casualidad quiso que se convocase el premio Serret y decidimos ponernos manos a la obra para situar esta idea en el Matarraña, en una historia que compagina dos niveles narrativos, como sucedía en “Los perros y los cuchillos”.
Bajo el mantel es una novela divertida y dinámica, según dicen sus creadores y corresponsables del artefacto literario que se ha alzado con el premio de literatura rural. Hay una trama detectivesca, diálogos hilarantes, acción tarantiniana —puede que Pulp Fiction sea la película que más veces ha visto Alicia Estopiñá y hay un póster, como muestra de esa devoción, de ese otro tándem formado por Samuel L. Jackson y John Travolta en su casa de Valderrobres—, persecuciones, momentos eróticos y muertos, que ha corrido a cargo de ella, mientras él se encarga del personaje central, el gastrónomo en cuestión, cuando visita por primera vez Matarraña, lo que sirve de pretexto para describir sus lugares de interés y restaurantes.
La novela es un relato del género negro, con constantes notas de humor y, a la vez, es una guía gastronómica, cultural y económica de la comarca del Matarraña, matiza Emilio. Y ahí radica la esencia de nuestro entendimiento cuando escribimos. Alicia crea y yo pongo a su disposición un relato paralelo que sirve de soporte a su relato y proporciona al lector información sobre el contexto histórico o geográfico en el que se desarrolla la acción. Parece complicado, pero no lo es cuando tienes una total sintonía con tu pareja. Eso sí, todas nuestras ideas se manifiestan en las sobremesas, y especialmente en los restaurantes. Y para ello son fundamentales los whiskeys de Malta.
Ni les pregunto en qué invertirán los mil quinientos euros del premio. Seguramente sobre el mantel.
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