Black Rock & Monsanto
Por José Luis Muñoz , 23 septiembre, 2023
Nada más negro que una guerra y pocas guerras habría si los que las declarasen tuvieran que ir a las batallas en primera línea como en otros tiempos, en la Edad Media, por ejemplo. Recuerdo que el ejecutado en juicio rápido Sadam Husein desafió a George W. Bush a un singular duelo a escopeta y el petrolero presidente de EE.UU. no recogió el guante porque sus planes eran otros: arrasar el país, hacerse con el oro negro y desestabilizar toda la zona reavivando el yihadismo para jorobar a Europa. El sanguinario sátrapa iraquí, para más INRI, se iba a bajar del dólar y ahí cavó su tumba, o se ajustó el lazo de su horca. No sé si ustedes se acuerdan de que Estados Unidos, aparte de reconstruir todo lo que lo destruyeron a fondo, casi todo el país quedó arrasado, puso sobre el terreno a nada menos que 40.000 mercenarios de la empresa Blackwater, agua negra, imagino que por su indisimulada sed de petróleo, dirigida por un exSEAL. Esos mercenarios, que entonces eufemísticamente se llamaban contratistas, reclutados entre los amantes del gatillo fácil, que son una plaga en la primera democracia del mundo, tenían más licencia para matar que los propios marines y no rendían cuentas a nadie de lo que hacían. En Irak se privatizó la guerra, se mostró esta como el negocio sucio que es y se montó toda la tragedia sobre una gran mentira: las armas de destrucción masiva que no existían. El resultado ya lo sabemos: casi cuatrocientos mil muertos e inestabilidad sobre la zona que se tragan los europeos porque Estados Unidos siempre monta las guerras en sus antípodas.
Así es que Wagner, la empresa rusa del iluso y vociferante Prigozhin, que muchos nos preguntábamos cómo duraba tanto con vida, no es una novedad en ese negocio repugnante que es toda guerra. El llamado cocinero de Putin fue muy poco inteligente creyendo que su asonada militar desafiando al zar, y humillándolo enviando sus tanques en dirección a Moscú, se iba a olvidar de esa afrenta pública. Sus buenos servicios, masacrando soldados ucranianos y población civil (los mercenarios son reclutados entre lo más selecto de la población rusa: asesinos, violadores, ladrones y gente de buen vivir a la que se les promete una vida estresante fuera de la cárcel y licencia para matar y torturar) y conquistando África codo con codo con los chinos, fueron premiados volándolo por los aires cuando iba con su camarilla en un avión. Putin es de los que no olvidan y no hay que olvidar que fue jefe de la temible KGB y su mano alargada llega hasta la City de Londres.
La guerra de Ucrania parece la guerra interminable. No durará cien años pero probablemente unos cuantos más hasta que Ucrania sea arrasada porque hay muchos intereses en juego. Por una parte está Putin, que se siente cercado por una OTAN establecida en sus fronteras y ha visto en esto la excusa para invadir el país vecino y hermano porque Rusia, el más extenso del mundo, se le queda pequeño al parecer. Ya sabemos, desde Caín y Abel, cómo terminan las disputas fratricidas. El zar ruso creía que lo de Ucrania sería un paseo militar y se ha encontrado con un ejército correoso y motivado (al contrario de los rusos que se preguntan, salvo los de Wagner, qué demonios se les ha perdido allí) y armado hasta los dientes por la OTAN. De todo ese bloqueo internacional a Rusia que, recordemos, no se produjo en la invasión de Irak contra Estados Unidos, los únicos perjudicados han sido los europeos que no tenemos una política propia y vamos al paso que nos marca el hermano mayor. Gas por las nubes (mucho me temo que uno de los motivos de esa guerra era desabastecer Europa del preciado y barato gas ruso), encarecimiento de todos los alimentos, porque tanto Ucrania como Rusia son de los mayores productores de cereales del mundo, y un aumento de los gastos militares en Europa. Quien se frota las manos con todo este desastre es el Tío Sam, como casi siempre. Su industria armamentística va viento en popa, sus barcos metaneros con gas licuado cruzan el Atlántico para vender el producto mucho más caro que si entrara por Rusia, y además lo obtienen mediante fracking, una práctica prohibida por la Unión Europea. El petróleo y gas ruso se comercializa por intermediarios, por la prohibición de comprarlo directamente a Rusia, con lo que llega a los países receptores mucho más caro. Resulta una paradoja que los que promueven el bloqueo sean los más perjudicados por él y uno se pregunta a sueldo de quién están los mandatarios europeos. Piensa mal y acertarás.
¿Por qué digo que esta guerra durará el tiempo necesario para que Ucrania sea arrasada? La clave la tienen en Black Rock, una empresa de inversión multinacional que ha firmado un contrato con el heroico Zelenski, el actor cómico que va para premio Nobel de la Paz, sin que haya sido aventado por la prensa, de tapadillo diría yo, sin luces ni taquígrafos. Black Rock, como todos pueden imaginar, es una empresa norteamericana que no esconde su siniestra finalidad y negrura como Blackwater: Roca Negra. Todo muy negro. Lo de Wagner sonaba a nazi por la cercanía melómana de Hitler al extraordinario compositor alemán. Pues los de Black Rock se comprometen a reconstruir Ucrania. Ese es el precio que deberá pagar la antigua república exsoviética por todo el ingente material militar que está recibiendo de Estados Unidos y de la OTAN, y puede que el buitre de Monsanto ya esté planeando sobre ese inmenso pastel llano que es el devastado país. ¿Puede? No, ya ha aterrizado, señores. Cargill, Dupont y Monsanto son los mayores propietarios de tierras de Ucrania, ya controlan el 28% de su territorio, lo que les da la llave del monopolio cerealístico.
A nadie se le escapa que mientras más destrucción haya en Ucrania, más se lucrará con ella Black Rock y que las corporaciones agrícolas americanas se irán haciendo con más extensiones de terreno en contra de los intereses de los pequeños propietarios. La voracidad del capitalismo no tiene límites, cuando ya no puede crecer, o tiene pocas posibilidades, debe destruir para construir o apropiarse de grandes territorios, algo que también está haciendo China silenciosamente en África para convertirla en su granero. Así es que la Rusia de Vladimir Putin con su desastrosa invasión, que evidencia la debilidad y obsolescencia de su ejército, está beneficiando a una serie de compañías norteamericanas, además de a sus lobbys armamentísticos, muy frustrados porque el denostado presidente Trump no les montó ninguna guerra y se fuera de la que otros habían organizado (Afganistán). Que mueran cientos de miles de personas, aunque no hay estadísticas fiables, por los dos bandos se les trae al pairo a los que verdaderamente dominan el mundo. ¿Qué guerra es esta que cuando Biden fue a visitar en tren a Zelenski los únicos que lo sabían con antelación fueron los rusos? La guerra de Ucrania es un juego letal para que las corporaciones se lucren mientras los cementerios se cubren de cruces.
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