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«Bone Tomahawk»: ¡El Oeste más salvaje!

Por Emilio Calle , 15 marzo, 2016

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Para desgracia del espectador, el término «blockbuster», que antes se encarnaba en dos estaciones muy concretas, ahora se prolonga durante todo el año, con el pobre respiro de la cercanía de los Oscars, lo que provoca que estupendas películas se queden a medio camino entre su concepción y el público, y muchas de las cuales ni siquiera llegan a las salas, y están condenadas al rígor mortis de la pequeña pantalla, para la que no fueron concebidas. Aunque a veces ese tiránico embargo se quiebra precisamente por la cercanía del estreno de algún título que inundará de dinero las taquillas, y se cuela alguna obra nada habitual en las carteleras para ajustar cuotas de exhibición y otras trampas comerciales. No hay otra forma de explicar el injusto retraso con el que se ha estrenado «Bone Tomahawk», film que parece pensado con mucho esmero para los degustadores de las verdaderas rarezas, y destinado sin remedio a la categoría de «obra de culto».
El debut del también escritor y músico S. Craig Zahler ya fue celebrado con el premio al Mejor Director en el pasado Festival de Sitges. Y desde aquí empieza la singularidad de esta extraña y singular película.
Porque, ¿qué hace un western (y este lo es, puro cine fronterizo) en un festival dedicado al cine fantástico?
El plano inicial que abre la película es de una crudeza y un horror que más pareciera alguna línea del “Meridiano de Sangre” escrito por Cormac McCarthy, ese western que sufre un verdadero tormento de demoras y deserciones en su siempre pospuesta adaptación (la cual, al final, terminará en la gélida docilidad de algún autor domesticado como Ron Howard, en vez de darle la oportunidad a un director como S. Craig Zahler, que se la juega en cada idea). Una escalofriante finta de arranque que quedará lejos del tono general de la película, toda ella exquisitamente construida desde la sutilidad y desde un humor de finísima textura. El secuestro de tres personas por parte de una oscura y casi ignota tribu de indios (sin nombre, en las orillas de Leone y sus mundos fantasmales) que ha logrado sobrevivir al exterminio de la nueva «civilización», y la posterior misión de rescate que emprenden el sheriff y algunos hombres del pueblo (una búsqueda que claramente remite a otros “centauros del desierto”) están narradas con un sentido del ritmo muy estudiado, bien engranado en una progresión que hará que en la parte final de la película el western, el gore (realmente salvaje, hay escenas de una barbarie muy complicada de encajar sin apartar la mirada), la comedia o el cine de aventuras se entremezclen en un cóctel sin el menor asomo de roto en sus fisuras, o que se regodee en el exceso. E incluso, con ese estilo que no necesita apurar secuencias, que puede mostrar la violencia extrema y regresar en elegantes elipsis a la ingeniosa sutileza de todo el planteamiento, se permite un desenlace que ni siquiera tenemos que ver para saber todo cuanto está ocurriendo. Kurt Russell (aún más brillante de lo que ya se mostró en “Los odiosos ocho”), Patrick Wilson, Lili Simmons (la cual despertó pasiones en «True Detective»), Matthew Fox y un inconmensurable Richard Jenkins (que construye su papel claramente inspirado en esos ancianos y achacosos ayudantes de sheriff tan queridos por Howard Hawks) son las piezas principales de esta macabra sorpresa fuera de temporada.
O dicho de otro modo.
Con motivo del estreno, Zahler, al ser preguntado por algunos de los westerns estrenados recientemente (desde lo nuevo de Tarantino hasta esa otra maravilla llamada “Slow West”), aseguraba que le parecía que “El renacido” era una película que “no tenía alma” (sic). Así de sencillo. Los que piensen que Zahler se equivoca, y que el film de Iñárritu atesora todo tipo de virtudes, encontrarán repulsiva, desconcertante y hasta algo irreverente “Bone Tomahawk”. Pero aquellos que piensen que se puede abordar el tema del exterminio desde una óptica despiadada, sin concesión alguna, y que al contrario de lo que sucede en la película del director mexicano, conciben la cultura indígena como algo más que un puñado de canciones que Pocahontas le canta al viento a los compases del fantasma de Disney, tienen en el film de Zahler una lectura poderosa e inquietante, y, además, muy, muy divertida.
Confiemos en que la nueva película de Zahler no se haga tanto de esperar, aunque en este caso, la espera ha merecido la pena. Con creces.


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