Cabezas cortadas
Por José Luis Muñoz , 19 agosto, 2020
Andaba la caverna mediática tan centrada en pedir la cabeza del vicepresidente segundo del gobierno, para así, de paso, cortar con la misma hacha la del presidente y acabar con ese nefasto gobierno socialcomunista Frankenstein de coalición, que la sorpresa se la ha dado el jefe de la oposición decapitando a su verso suelto Cayetana Álvarez de Toledo que ya estaba en desgracia y caída libre desde el momento en que no se contó con ella en ese pacto para reconstruir este país en ruina sanitaria y económica.
Las imputaciones contra algunos de los miembros de Podemos por esa supuesta caja B de la que habla de oídas el abogado despedido y despechado parecen de chichinabo, como todas las tropecientas imputaciones anteriores. Si tanta inquina despertamos y tanto nos odian, dijo hace unas semanas el líder de la formación morada, es que algo estamos haciendo que les sulfura pese a que somos un partido pequeño.
Lo de Cayetana es otra historia. No le negaré a esta mujer aguerrida, que no se achanta ante nadie y utiliza en sus vibrantes intervenciones su acento franco argentino exótico, su valía retórica. Es de las que se escucha cuando habla y arma bien sus discursos aunque le puedan sus excesos verbales como llamar terrorista al padre de Pablo Iglesias por repartir panfletos de los FRAP, que le costará una sanción económica, e ironizar sobre el consentimiento en las relaciones sexuales con “¿Tendrá la mujer que ir diciendo sí, sí, sí, sí, hasta el final”.
El giro copernicano de Pablo Casado, hasta ayer muy cayetanista (era la niña de sus ojos, su apuesta personal, la de él y las FAES) lo veo como una de las muchas traiciones que se dan en la vida política. A Cayetana la han asesinado por la espalda, como a Julio César, y en vez de permanecer callada, como hacen casi todos los políticos en esa tesitura, se ha rebotado, lo que la honra, contra esa decisión. Ella sigue siendo de una pieza, escorada hacia la extrema derecha adonde, con el tiempo, podría ir a parar si los Abascal, Ortega Smith y Espinosa de los Monteros no fueran tan cutres (una marquesa desentonaría en esa manada); quien demuestra no serlo es Pablo Casado que si para ganar votos tiene que cambiar su discurso y su programa, lo hace. Lo honesto, en vez de decapitar a Cayetana, hubiera sido que el propio Casado hubiera puesto la suya en la guillotina antes de que Feijoó o Ana Pastor le muevan la silla.
De todo esto me quedo con que Aznar debe de estar rabioso en su último intento de hacerse con el PP por persona interpuesta. Un PP escorado a la moderación, homologable con la derecha europea, sí que puede ser letal para este gobierno.
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