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Cien años del nacimiento de Robert Wise, un cineasta que dejó huella

Por José Antonio Olmedo López-Amor , 12 octubre, 2014

 

El cineasta Robert Wise durante el rodaje de West Side Story.

El cineasta Robert Wise durante el rodaje de West Side Story.

 

Robert Wise nació en Winchester (Indiana), en 1914, y falleció en California el 14 se septiembre de 2005. Entre sus muchas facetas como cineasta, un cineasta imbricado al máximo en su tarea de hacedor, se encuentran las labores de: técnico de sonido, montador, productor y director de cine. Siendo tan sólo un adolescente, y acuciado por la crudeza del crack del veintinueve, tuvo que abandonar sus estudios y buscarse un trabajo, motivo por el cual entró a trabajar para la famosa Radio-Keith-Orpheum (RKO), la compañía cinematográfica estadounidense que fue considerada una de las cinco mejores majors de la época dorada de Hollywood. En la RKO, Wise desempeñó tareas en el ámbito del sonido, y aun siendo un joven inexperto, pero ávido de conocimiento, sus progresos fueron tan notorios como veloces; su enorme vocación y sus grandes capacidades, lo llevaron a dar el salto al proceso de montaje fílmico. Para dar tal paso, Wise utilizó la influencia y contactos de su hermano mayor, quien por aquel entonces trabajaba en la misma compañía en la sección administrativa.

Como todo aprendiz, Robert Wise aprendió colaborando en montajes de decenas de películas, trabajos donde su nombre ni siquiera figuraba en los títulos de crédito; pero pronto los responsables de la RKO se fijaron en su emergente talento, ya que aportaba ideas desde el minuto uno, cuestionaba los procedimientos aportando ideas creativas y aquello no pasaba desapercibido en el imperio -por entonces- creciente del cine norteamericano. Su ascendencia en el escalafón del montaje, culminó en la película Esmeralda la zíngara (William Dieterle, 1939), donde trabajó ya como máximo responsable de montaje.

Merced a su impecable trabajo y destreza para dirigir a su equipo, un joven Orson Welles decidió otorgarle el montaje completo de una de las películas más importantes de la historia del cine, Ciudadano Kane (Orson Welles, 1941). En entrevistas concedidas por Wise, posteriores a la muerte de Welles, confesó públicamente que jamás había visto un cineasta con aptitudes tan evidentes de genio como él. Y es que Welles enseñó a Wise -como a muchos otros- la importancia de la profundidad de campo en las películas, así como algunas técnicas mecánicas para la obtención de planos específicos con la mayor elegancia. Welles quedó tan satisfecho con el trabajo de Wise, que no dudó en ofrecerle el montaje de su siguiente película El cuarto mandamiento (Orson Welles, 1942). Durante el rodaje de esta película ocurrió algo muy anecdótico, y es que, paradójicamente, Ciudadano Kane no obtuvo en taquilla los resultados esperados, por lo que los productores de la RKO decidieron controlar de cerca el rodaje y no dudaron en intervenir cuando lo consideraron oportuno. Tanto es así que, cuarenta y cinco minutos de material fílmico -acabado totalmente-  correspondiente al núcleo de la trama de la película, fue suprimido radicalmente; la escena final no fue escrita ni dirigida por él, y el metraje llegó hasta los 131 minutos, algo excesivo para el tipo de historia que se narraba. Después de estrenar la película, y obtener unos resultados desastrosos, los productores ordenaron mutilarla más todavía, y quedó en 88 minutos de metraje. La persona encargada a estos efectos, no fue otra que Robert Wise, quien a pesar de contar con un material tan manipulado que, en ocasiones, hacía que las escenas resultaran inconexas y espaciadas en el tiempo; consiguió cinco nominaciones a los Oscar en categorías como: fotografía, dirección artística, película y montaje.

El merecido prestigio hasta la fecha adquirido por Wise, hizo que la productora le confiara su primera película como realizador, La venganza de la mujer pantera (1943), un trabajo intrascendente, un innecesario remake sobre unas versiones anteriores que ya lo habían contado todo y bien, y en el que compartió el cargo de dirección con Günther von Fritsch. Pero fue en los años siguientes, y sin la influencia ni intervención de coautores o productoras manipuladoras, cuando Robert Wise comenzó a demostrar todo su talento firmando grandes películas pertenecientes a géneros de lo más dispares. Sangre en la luna (1948), resultó ser un western tan atípico como excelente, una historia aparentemente corriente en el género, pero narrada de forma impecable, para la que contó, en el rol de actor protagonista, con el legendario Robert Mitchum.

En Quiero vivir (1958), Robert Wise vuelve a demostrar su contundencia como cineasta y firma un drama rotundo, fiel a su idea de rodar cualquier guión, sin importarle el género siempre que la historia lo atrajese, la cinta -catalogada como cine negro- se revela como un alegato contra la pena de muerte, que además de proporcionarle el Oscar a su actriz protagonista, Susan Hayward, dio mucho que hablar en los sectores sociales más reaccionarios del momento.

Cambiando totalmente de registro, Robert Wise rodó dos películas de boxeo, a cada cual mejor conseguida, Nadie puede vencerme (1949) y Marcado por el odio (1956). La acertada planificación y el ritmo narrativo de ambas películas, sin duda influyeron notoriamente en posteriores generaciones de cineastas; un buen ejemplo de ello es Toro Salvaje (Martin Scorsese, 1980), una memorable cinta que bebe de autores clásicos, sin duda, como Robert Wise.

Las ratas del desierto (1953), es otra película de calidad, protagonizada por los actores Richard Burton y James Mason, esta vez en el género del cine bélico. Cualquier escenario y tesitura cinematográfica, era susceptible de ser abordada con maestría por el director de Indiana. Producciones épicas de estilo péplum, Helena de Troya (1956), cine de catástrofes, Hindenburg (1975) y El Yang-Tse en llamas (1966), son ejemplos que no hacían más que ratificar la versatilidad de Wise como realizador todoterreno.

Robert Wise posando con los Oscars que le fueron concedidos por su película Sonrisas y lágrimas.

Robert Wise posando con los Oscars que le fueron concedidos por su película Sonrisas y lágrimas.

La década de los sesenta, y un género que todavía no había sondeado hasta la fecha, fueron el cuándo y el cómo de la gloria cinematográfica por la que Robert Wise sería recordado; los musicales West Side Story (1961) y Sonrisas y lágrimas (1965). Entre ambas películas sumaron 15 premios Oscar, de los cuales, cuatro fueron para Wise, algo inaudito.  Sin duda, aquella gesta supuso la consagración y su entrada en el Olimpo de los elegidos. Para el rodaje de West Side Story, Robert Wise contó con la inestimable colaboración del famoso coreógrafo Jerome Robbins, quien finalmente fue despedido del rodaje. El genio del cine Saul Bass, se encargó de los títulos de crédito. La historia narrada, era la de una moderna versión de Romeo y Julieta, cambiando la violencia por la danza y representando la rivalidad de dos pandillas que simbolizaban las diferencias raciales de la época. El mítico compositor Leonard Bernstein se encargó de convertir esta cinta en una obra imprescindible en el género y elevar al film como uno de los iconos más emblemáticos de la historia del cine.

Ni la grandeza de West Side Story, que fue la única película que consiguió permanecer durante seis años consecutivos en las salas de cine francesas,  pudo dejar atrás a  Sonrisas y lágrimas. Aunque la historia protagonizada por Julie Andrews, fuese mucho más sentimental y para algunos, hasta cursi, la destreza como director de Wise, hizo que la historia de amor que vence todos los impedimentos, ambientada en la segunda Guerra Mundial, llegase a conmover a todos los públicos, en uno de los éxitos más sonados y populares de la historia del cine.

Cuando parecía que Robert Wise lo tenía todo dicho y hecho en el mundo del celuloide, su magistral talento volvió a dar un golpe de efecto y sorprendió a propios y extraños al ofrecer dos grandes películas ambientadas en el género de terror, La casa encantada (1963) y Las dos vidas de Audrey Rose (1977). Y por si fuera poco, hizo lo propio con el género de la ciencia-ficción, Ultimátum a la Tierra (1951), La amenaza de Andrómeda (1971) y Star Trek (1979), películas que darían para escribir sendos volúmenes; aciertos, sin duda, en la carrera de un autor inclasificable que marcó nuevas pautas; un autor que escogió caminos ya marcados a los que aportó toda la imaginería y buen hacer de un amante del cine de alma y oficio. Un total de cuarenta películas conforman su filmografía:

  • El cuarto mandamiento (1942) (secuencias adicionales; no acreditado)(Dirigida por Orson Welles; montaje a cargo de Robert Wise y Mark Robston)
  • La venganza de la mujer pantera (1944)
  • Mademoiselle Fifi (1944)
  • El ladrón de cadáveres (1945)
  • A Game of Death (1945)
  • Criminal Court (1946)
  • Nacido para matar (1947)
  • Misterio en México (1948)
  • Sangre en la luna (1948)
  • Tres secretos  (1950)
  • Two Flags West (1950)
  • Nadie puede vencerme (1949)
  • La casa de la colina (1951)
  • Ultimátum a la Tierra (1951)
  • La ciudad cautiva (1952)
  • Something for the Birds (1952)
  • So Big (1953)
  • Destination Gobi (1953)
  • Las ratas del desierto (1953)
  • Executive Suite (1954)
  • Tribute to a Bad Man (1956)
  • Helena de Troya (1956)
  • Marcado por el odio (1956)
  • Until They Sail (1957)
  • This Could Be the Night (1957)
  • Torpedo (1958)
  • ¡Quiero vivir! (1958)
  • Apuesta contra el mañana (1959)
  • West Side Story (1961) (co-director: Jerome Robbins)
  • Two for the Seesaw (1962)
  • The Haunting (1963)
  • Sonrisas y lágrimas  (1965)
  • The Sand Pebbles (1966)
  • Star! (1968)
  • La amenaza de Andrómeda (1971)
  • Two People (1973)
  • Hindenburg (1975)
  • Las dos vidas de Audrey Rose (1977)
  • Star Trek (1979)
  • Wisdom (1986) (no acreditado)
  • Rooftops (1989)
  • A Storm in Summer (2000) (TV)

Robert Wise consiguió legar un testamento cinematográfico de gran valor, un corpus fílmico cuyas resonancias todavía hoy perduran en el sector artístico del hecho audiovisual. Su influencia, en mayor o menor medida, ha sido ineludible para toda una saga de realizadores que vieron sus películas como cinéfilos adolescentes, un privilegio del que sólo gozan los genios. Uno de los sellos personales de Wise, y quizá uno de los motivos de su éxito, fue que jamás antepuso su perspectiva moral o filosófica con relación a los guiones que trabajaba y siempre dio prioridad al sincero mensaje de la historia que se proponía narrar. Esa honestidad y pureza como contador de historias, le hizo ganarse el respeto de una crítica que vio sus inicios con no poca incertidumbre.

Cuando Robert Wise cumplió 91 años, y ya retirado del cine, fue escogido por el festival de cine de San Sebastián, quien pretendía premiar toda su carrera, pero no pudo acudir a la entrega del premio por motivos de salud, y fue su mujer la que se desplazó a España en su representación. Lamentablemente, y justo al llegar Patricia Doyle, su esposa, al aeropuerto donostiarra, recibió la triste noticia del fallecimiento de su marido y tuvo que regresar de inmediato. Un 14 de septiembre de 2005, un fallo cardíaco acabó con la vida de uno de los cineastas más versátiles e influyentes de la historia del cine; casi una década después de su muerte, espero que este pequeño artículo sirva para conmemorar su centenario nacimiento.

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